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El cuidado de quien nos cuida

Jose F. Jimeno. Mª Elena Romero
Enfermeros, Navarra, España

Index de Enfermería [Index Enferm] 2001; 34; 52-53

 

 

 

 

 

 

 

Cómo citar este documento

 

 

Jimeno JF, Romero ME. El cuidado de quien nos cuida. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2001; 34. Disponible en <https://www.index-f.com/index-enfermeria/34revista/34_articulo_52-53.php> Consultado el

 

 

 

Sr. Director: Había una vez un ser vivo. Era una especie de célula, donde todos sus componentes se influían entre sí. Cada cual necesitaba de los otros para su propio y buen funcionamiento. A esta inter?relación amorosa la llamaron Universo. Era frágil y necesitaba cuidados como todo, pero como era tan grande nadie parecía darse cuenta de ello.
     Dentro del Universo, que era un ser vivo próximo al infinito, había unas partecitas muy, muy diminutas y casi inexistentes que algunos llamaban el sistema solar. Dentro de este sistema, a su vez, existía una piedrecita microscópica que llamaremos "La Tierra".
     La Tierra, aunque era una célula chiquita, era muy hermosa. Tenía el corazón de metal y fuego. Y la piel de agua, tierras y agua. Había agua salada y agua dulce, tierras elevadas y profundas. Había animales y plantas, rocas y arenas, fuerzas físicas y reacciones químicas. Todos los organitos del pequeño ser vivo que era la Tierra sabían que necesitaban unos de otros. Y trabajaban por un equilibrio armonioso. Comprendieron unas antiguas leyes (que eran las leyes de todos y cada uno de los rincones del Universo). En ellas pactaron respetarse. Sabían que sólo así sería posible la Vida. Le pusieron un nombre a aquel pacto: era "Los Cuidados".
     Las especies animales, las plantas, las tierras y las aguas fueron evolucionando, porque en La Tierra siempre había caminos de cambio. Los cambios de este precioso ser vivo eran rápidos y vigorosos, de varios millones de años cada pasito y siempre dentro del margen que la Naturaleza les permitía.
     La Tierra fue madurando y se llenó de criaturas. Aparecieron las plantas y luego los animales. Uno de esos últimos animales fue una nueva y joven criatura: la especie humana. Y allí comenzó el gran cambio. Los humanos eran una especie diminuta, cercano a lo inexistente dentro de la enormidad del Universo. Pero como eran tan pequeños, con sus ojitos no alcanzaban a ver mucho más allá. Y enseguida pensaron que ellos debían de ser el centro del Universo y que no necesitaban preocuparse de el resto de las cosas que les rodeaban sino para sacar beneficio de ellas.
     Eran muy hábiles: sabían inventar cosas para vivir más cómodos. Se creían listos, la verdad. Pero no eran tan inteligentes como para saber que nunca se debe arañar y dañar la piel de la propia madre. Como ellos eran capaces de hacer tantas cosas, pensaron que podrían vivir bajo su propia ley y no atender a los cuidados del medio en el cual vivían. El respeto les costaba dinero.
     Ese fue el fin de la armonía. Pero ellos no alcanzaban a ver que sus acciones repercutían en los demás. Les entró mucha prisa por vivir intensamente. No conseguían hacer días de más de 24 horas, así que trataron de hacer el mayor número de cosas al día. Hicieron coches para llegar cuanto antes a cualquier parte, talaban árboles para hacer autopistas para correr con el coche, se peleaban entre ellos por el petróleo que hacía funcionar sus coches, a veces se les caía sobre el mar y los peces se morían. A veces se les quemaban los montes y los animales se morían. A veces se les vertían sus basuras y la tierra se moría.
     Poco a poco sus aguas se fueron manchando y sus comidas contaminando con su propia basura. Los encargados de vigilar el nivel de salud de su propia población observaban cómo las enfermedades y los problemas de salud crecían año tras año.
     Les gustaba comer animales (aunque no querían matarlos por ser esto algo cruel y desagradable) pero no tenían tiempo de esperar a que engordaran y les dieron piensos que los enfermaron. Quisieron comer plantas pero que fueran de su diseño, grandes, de buen aspecto, inventaron semillas y alteraron la genética. La influencia del continuo contacto con los plásticos y un sinfín de materiales sintéticos de mayor o menor grado de toxicidad estaban modificando el nivel de fertilidad de la tierra. Para forzar la producción comercial se utilizaban cada vez más sustancias químicas. Como plantaban allí donde les parecía y lo que ellos decidían, necesitaron llevarse el agua dulce lejos de sus cauces, pero luego ya no volvía. El agua dulce escaseaba, los mares estaban sucios y ya no podían albergar vida, la temperatura subía más y más, los animales se extinguían. Hicieron máquinas para que el trabajo fuera más fácil, pero llegó un momento en que contaminaron el aire y el agua. En sus ciudades no podían respirar un aire sano, fresco y limpio; ni beber un agua limpia y pura. Se hicieron muchas viviendas con materiales contaminantes. Alteraron el campo magnético de la tierra y crearon un nuevo tipo de veneno silencioso e invisible: electromagnético.
     Habían olvidado los cuidados más importantes y esto les afectaba silenciosamente porque los seres humanos comían comida insana y la comida salía de su misma tierra. Cuanto más se desarrollaban sus países, más parecía caer su nivel de natalidad. La población de los países pobres, muy pobres y empobrecidos, tambien llamados "en vías de desarrollo" empujaba desde las fronteras y las sociedades ricas demandaban más y más mano de obra barata. Los países del pobre Sur exportaban juventud, inteligencias formadas y preparadas que realizaban trabajos, muchas veces mal pagados para sobrevivir. Unos explotaban a otros, unos pocos se habían apropiado del Bien Común para beneficio de pocos.
     La forma de vivir insana del hombre "civilizado" tenía un índice de autolesión y estrés tan grande que el hombre moderno trataba de reducir su conciencia de sufrimiento con el uso de drogas. Las personas que pensaban que podían vivir un estilo de vida contrario a la naturaleza, mantenerlo y ser felices... se iban dando cuenta de que había que cuidarse a uno mismo, cuidar al entorno cuidar y respetar lo que nos rodea.
     La especie humana no andaba muy bien. Algunos habían enfermado, pero como no se daban cuenta de cual era la causa, seguían la misma dinámica: ellos solos se podrían curar, con sus propias mezclas químicas, creyendo que la salud era el resultado de comprar sustancias milagrosas que no les exigían cambiar su forma de vivir.
     Pero la mejor Enfermera ? madre universal, la Naturaleza seguía esperando unos cuidados que cada vez eran más necesarios. Todavía parecía posible arreglar las cosas si con respeto y con cariño las personas cuidaban todo como todo cuida a las personas.
     De entre todas las criaturas que poblaban esa célula había unas que decían que no pasaba nada y había otras que trabajaban por cuidar y respetar todo lo que nos rodea. Esas eran muy queridas por la Tierra porque miraban con compasión sus heridas y trataban de impedir más daños. La naturaleza les abrazaba por las noches y les daba un beso en el corazón.
     Escucha compañera y compañero del mundo de los cuidados... cuidemos a quien nos cuida y así de verdad el final del cuento sea feliz, (también para las perdices).

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