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TEMPERAMENTVM ISSN 169-6011

 

 

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Breve historia de las matronas españolas (1400-1950)

Mª Concepción Fernández Mérida1
1Prof. Fundamentos e Historia de Enfermería de la EUE Diputación de Málaga, España

Correspondencia: Escuela Universitaria de Enfermería de la Diputación de Málaga. Plaza Hospital Civil s/n 29009 Málaga, España

Manuscrito aceptado el 09.02.2006

Temperamentvm 2006; 3

 

 

 

Cómo citar este documento

Fernández Mérida MC. Breve historia de las matronas españolas (1400-1950). Temperamentvm 2006; 3. Disponible en </temperamentum/tn3/t6136.php> Consultado el

 

 

 

Resumen

En este trabajo pretendemos realizar un breve recorrido por la historia de la matrona, comadrona, madrina o partera española desde 1400 a 1950 para conocer su gestación como grupo profesional, su formación, sus inquietudes y sus demandas. Hasta el primer tercio del s. XX en España el arte de partear ha generado poca documentación por parte de las matronas porque, en la mayoría de los casos, se ha tratado de una práctica realizada por mujeres fuera del ámbito hospitalario y de las ordenes religiosas y, por tanto, ajeno a las disposiciones y reglamentaciones de estas instituciones, como sucedía con las enfermeras. Todo ello ha dificultado aún más la localización de la información relativa a ellas. Queremos destacar cómo a lo largo de la historia han luchado por obtener, tanto personal como colectivamente, el reconocimiento formativo y profesional como personal sanitario independiente con una remuneración justa.
Palabras clave: España, historia, matrona, partera

 

Abstract A brief history of Spanish midwifery (1400-1950)

This paper intends to travel through the history of the Spanish midwife from 1400 to 1950, in order to discover its development as a professional group, its emergence, its expectations and its demands. Until the first third of the 20th century in Spain midwives generated fairly little documentation about the art of giving birth, the reason for this being that, in most cases, this activity was developed by women outside both hospitals and religious orders. In other words, midwifery was left aside the rules and regulations of these institutions, as it happened to nursing, which has contributed to complicate the searching process.  However, we want to highlight the fact that, throughout history, the Spanish midwives have fought to obtain, both individually and collectively, the educational and professional acknowledgment as independent sanitary personnel, and with a fair salary.
Keywords: Spain, history, midwife

 

 

 

Introducción

En el momento del parto, del dolor y del miedo asociado a esta difícil situación natural, y necesaria para la continuidad de la especie humana, la mujer ha encontrado en otra mujer la ayuda que necesitaba. Es en esta figura, que a lo largo de la historia ha recibido el nombre de partera, comadrona, madrina o matrona, en la que nos vamos a centrar, dentro del ámbito de España, en un intento de aproximación a su evolución como grupo de cuidadoras, grupo que desde el principio de los tiempos ha desarrollado una labor anónima pero de vital importancia para la comunidad. En cuanto al límite cronológico de este trabajo, nos hemos ceñido al periodo que abarca desde el s. XV, por las novedades y modificaciones que surgieron con respecto a la Edad Media, y 1950, década en la que por la nueva planificación de estudios, la formación de Matrona se convertiría en una especialidad de la nueva titulación de ATS.

Determinadas actividades humanas, como son la de cuidar o la de atender en el momento del parto, apenas han generado, o conservado, su propia documentación. Esto está estrechamente relacionado con el hecho de que, eminentemente, la asistencia al parto ha sido una práctica ejercida durante largo tiempo fuera del ámbito hospitalario y, por tanto, en ocasiones, ajena a las disposiciones y reglamentaciones de estas instituciones, lo que ha dificultado aún más la localización de información relativa al tema. Es por lo que, necesariamente, y con todas las limitaciones que ello conlleva, ha sido necesario utilizar, para conocer y profundizar en el desarrollo de sus actuaciones, además de la bibliografía general y específica de Historia de la Enfermería, Historia de la Medicina o Historia Social, entre las que destacamos las obras de González Castillejo, Ortiz Gómez, García Martínez y Valle Racero, consultar otro tipo de fuentes, tales como los fondos documentales de Beneficencia registrados en archivos municipales y provinciales, prensa, etc. La complejidad del rescate de esta información, tan alejada de las esferas del poder y del espacio público que es el que habitualmente ha generado la documentación, ha dificultado conocer ese pasado y a las numerosas figuras anónimas cuyas aportaciones han logrando indudables avances técnicos y humanos que han permitido y facilitado la vida.

El trabajo se ha estructurado en dos apartados, realizando en el primero un recorrido por el complejo proceso formativo que condujo a la Especialidad de Matrona de la titulación de ATS y, en el segundo, un somero abordaje del perfil de este grupo profesional a lo largo de la historia y su valoración dentro del contexto social en el que desempeñó su función. Somos conscientes de las limitaciones derivadas de la escasez de fuentes para estudiar este grupo profesional antes del s. XX y no dudamos de que el acceso a nuevas fuentes permitirá modificar y ampliar nuestro conocimiento sobre la historia de este grupo profesional.

Formación

En el lento proceso de formalización y homogenización de la profesión de matrona cabe destacar cómo en los siglos XV y XVI se sucedieron diversos intentos de regularización y control de ellas. Una pragmática de 1498 obligaba a la matrona a superar un examen llevado a cabo por el Tribunal del Protomedicato (creado en 1477 por los Reyes Católicos)1, que sería suprimido posteriormente en 1576 en Castilla, lo que permitió el ejercicio libre de la profesión hasta 1750, cuando de nuevo fue obligatorio. Sin embargo, en Barcelona o Zaragoza se seguiría exigiendo el examen y la justificación de haber practicado 4 años con una partera autorizada, además de los requisitos de ser mayor de 35 años y no tener sangre judía o mora.

Si bien era frecuente que la formación tuviese un contenido preferentemente práctico, transmitiéndose los conocimientos de una partera experimentada a la aprendiza y, muy frecuentemente, de madre a hija o nieta, fueron publicadas en España en el s. XVI, no en latín, sino en lengua romance para favorecer su divulgación, algunas obras enfocadas a su instrucción, como la de Damián Carbó de 1541 Libro del arte de las comadres o madrinas y del regimiento de las preñadas y paridas y de los niños, la de Luis de Lobera de Ávila de 1551 El regimiento de la salud y de la esterilidad de los hombres y mujeres, o la de Francisco Núñez de 1580 Libro del parto humano2. Observaremos a lo largo de los siglos que los textos de formación de matronas no fueron escritos por ellas sino por médicos varones, quienes debieron recoger las experiencias transmitidas por esas mujeres; caso contrario se dio en el campo de enfermería, donde sí existieron manuales escritos por enfermeros para enfermeros. En general, los libros incluirían una descripción anatómica así como lo que era un parto natural y uno dificultoso, con indicaciones de lo que había que hacer en cada situación (en este último caso llamar al médico), y cómo atender al recién nacido3.

Ya en el s. XVII distintos autores, igualmente todos ellos médicos (Rodrigo de Castro, Juan Gallego de la Serna, Juan Alonso de los Ruyces de Fontecha), escribieron tratados sobre ginecología y obstetricia haciendo referencia en algunos capítulos al trabajo de la matrona.

A diferencia de los médicos, cirujanos, boticarios y barberos, la labor de la matrona durante los siglos XVI-XVIII no estaba sujeta al control del Tribunal del Protomedicato y la supervisión de la actividad y la autorización para ejercer la realizaría, a nivel local, otra matrona, aunque siempre junto a médicos y/o sacerdotes. En el caso de Málaga, entre 1718 y 1746, al menos 5 parteras examinaron, junto a un médico, a otras compañeras y, en Navarra, hasta la década de los 20 del s. XVIII, sus leyes obligaban a que, para ejercer, las parteras fueran examinadas por el médico de su municipio y por el párroco, que respondería de su suficiencia moral4.

No fue hasta 1750 cuando en Castilla, por Real Cédula de Fernando VI, se volvería a exigir el examen a las matronas ante el Tribunal del Protomedicato dados "los muchos malos sucesos en los partos, provenidos de la impericia de las mugeres llamadas parteras y de algunos hombres que, para ganar su vida, habían tomado el oficio de partear". De la dificultad para llevar a cabo los intentos de regularizar y controlar la matronería, da muestra el libro de Visitas Pastorales del Arzobispado de Sevilla de finales del XVII y comienzo del XVIII, donde se consignaba que tan sólo eran 15 las mujeres que tenían título, licencia o carta-examen y 79 las que actuaban sin requisito legal5.

Como afirma la profesora Ortiz, aquella disposición real tuvo efecto sobre quienes practicaban el arte de partear pero, también, sobre el propio arte. Al aumentar la vigilancia del ejercicio se iniciaba también la revalorización de una actividad que, no por azar, estaba empezando a ser también de varones cirujanos; de hecho, convertía oficialmente esta actuación en parte de la cirugía, llevando este oficio implícito la habilitación en partos, de lo que se examinaban de forma voluntaria.

Cabe destacar que una consecuencia inevitable de la Real Cédula fue la atención a la formación de las parteras, que se concretó en tres vías complementarias: formación a través del estudio de manuales, formación en escuelas de matronas y formación en los colegios de cirugía. Estas medidas, que no conseguirían de hecho su principal objetivo de instruir a las matronas, fueron además tardías dentro del contexto europeo, pues la creación de escuelas se remontaba a 1630 en París.

Para facilitar el examen frente al Tribunal del Protomedicato, la Cédula de 1750 mandó editar un libro que recogiese los conocimientos elementales; la obra fue escrita por el doctor Antonio Medina y fue titulada Cartilla nueva, útil y necesaria para instruirse las matronas, que vulgarmente se llaman comadres, en el oficio de partear. Constaba de 90 páginas en las que fijaba las características físicas de la matrona, que no debía ser muy vieja ni muy joven ni enfermiza ni gorda y, figuraban los contenidos de la anatomía de la pelvis, signos de embarazo, asistencia al parto y primeros cuidados a la madre y al recién nacido. El texto se hallaba redactado en forma de preguntas y respuestas para favorecer su memorización, pues presuponía el bajo nivel cultural de las matronas en general: "porque dirigiéndose para mujeres que apenas saben leer y escribir, y que hasta ahora no se han sujetado a estudio alguno, se les ha de hacer muy ardua cualquier literaria enseñanza"6. Es difícil conocer la difusión real e impacto de este tipo de manuales pues ninguno fue citado por las matronas de la época que dejaron testimonio de su ejercicio profesional, ni por los médicos y cirujanos que las examinaron. Por ejemplo, en los exámenes realizados en 1791 y 1792 a las matronas malagueñas Mª Cecilia Valdecaña y María Gómez sólo se recoge que "contestaron satisfactoriamente a todas las preguntas y repreguntas que han sido necesarias, tocantes y pertenecientes al dicho oficio"7. Si en la Corte el encargado del examen de los colectivos sanitarios era el Protomedicato, en las provincias lo fueron tanto los recién creados Colegios de Cirugía de Cádiz (1748) y Barcelona (1760), que desde 1764 tenían esta competencia, como los profesionales sanitarios nombrados por el Ayuntamiento, un médico y un cirujano en el caso de las dos matronas malagueñas mencionadas.

Los intentos de formación en escuelas de matrona no pasaron de la categoría de proyectos. En la "Real Sociedad Vascongada de Amigos del País" se planteó en 1775, sin éxito, la creación de una escuela en la línea de la que dirigía en París el cirujano Bertin, proponiéndose asimismo la traducción del libro de la matrona francesa Augier de Tot para facilitar el aprendizaje. En 1776, en la "Regia Sociedad de Medicina y otras Ciencias de Sevilla" también se proyectó una "Academia" para matronas. Estos planteamientos, que reflejaban la preocupación y el interés por la formación reglada de matronas en ambientes científicos, respondían también a la idea ilustrada de la educación como base para conseguir el progreso técnico, económico y de costumbres que conduciría a la "felicidad pública".

Si bien las profesiones sanitarias se beneficiaron de las ideas educativas y reformas ilustradas, destacando la institucionalización de la enseñanza quirúrgica en los Reales Colegios de Cirugía, para las matronas supusieron la cimentación de su relegamiento científico y sumisión profesional ante los objetivos expansionistas de los cirujanos. El modelo quirúrgico de enseñanza del Arte de Partear concilió dos de las novedades de filosofía educativa de la Ilustración: la educación de las mujeres y la enseñanza de ciencias útiles8. Los Reales Colegios de Barcelona y Cádiz examinaban a las matronas sin impartir previamente ninguna enseñanza, siendo el de Madrid (1787) el que contó con una cátedra de Partos; sus estatutos contemplaban que el profesor de la cátedra tenía que dedicarse "en el tiempo y horas que pueda, sin perjuicio de la enseñanza de los alumnos del Colegio, a instruir en una de las piezas de este edificio, y a puertas cerradas, a las mujeres que quieran aprender y tomar lecciones". Las ordenanzas de 1795 del Colegio de Barcelona establecían dos cursos teóricos de cuatro meses de duración con dos clases teóricas por semana. En ambos, el contenido y el tiempo dedicado a la enseñanza del Arte de Partear era menor para las matronas que para los cirujanos (unas 30 para las primeras frente a las 100 de los segundos).Igualmente diferentes eran los requisitos establecidos para el ingreso a unos y a otras, pues los cirujanos debían ser económicamente solventes para poder estudiar sin trabajar, tener estudios de latín, lógica, álgebra y física en tanto que a las matronas ni siquiera se les requería saber leer y escribir; a ambos se les pedía probar limpieza de sangre pero sólo a las matronas se las exigía certificado de buena vida y de estado civil, pues debían ser viudas o casadas que contasen con el permiso del marido.

La reforma educativa de la matronería, en términos cuantitativos, parece que tuvo una incidencia mínima siendo escasa la presencia de matronas instruidas fuera de las grandes ciudades. Hay que tener en cuenta que la enseñanza se daba sólo en dos centros del país, lo que restringía las posibilidades de acceso, además se desconoce si muchas mujeres de esas ciudades acudieron a las aulas o no; se tiene noticias de las 12 que asistieron en 1790 al primer curso impartido en Madrid. Tampoco parece que tuviese mucha repercusión sobre los cirujanos pero, paradójicamente, fueron éstos quienes mayores beneficios obtuvieron de las medidas para la formación de matronas, pues ellos escribieron libros, impartieron docencia y mejoraron socialmente como grupo al ser reconocidos como la máxima autoridad en un terreno vedado durante siglos9.

En 1804, una Ordenanza de Carlos IV supuso un incremento en el nivel de formación. En ella se exponía que "el descuido con que se ha mirado el arte de obstetricia, estando en la persuasión de que para su exercicio bastaban los escasos e imperfectos conocimientos que prestaba una práctica rutinaria y enteramente empírica, ha sido la causa del atraso que ha padecido esta parte de la cirugía tan interesante a la Humanidad...". Se fijaba el programa de estudios (anatomía, signos de embarazo, parto y bautismo de urgencia) en dos cursos de dos meses cada uno, mayo y junio, con una hora diaria de clase. Se establecía la posibilidad de acceder a la titulación mediante un examen de reválida a aquellas mujeres que hubiesen trabajado como parteras durante un tiempo. Figuraba entre los requisitos de la aspirante ser viuda o casada, aportar certificado del párroco de buenas costumbres, entregar el informe de limpieza de sangre así como el de la práctica de tres años realizada con cirujano o partera aprobada. Todo ello se repetiría en sucesivos reglamentos10. También se encargaría a la autoridad académica la edición de un texto para la formación.

Ya en 1861 se estableció que tan sólo en las casas de maternidad o en hospitales donde existiesen salas de partos se efectuaría la enseñanza a las aspirantes a matrona, que deberían cumplir los requisitos de ser mayor de 20 años, tener la enseñanza elemental completa, ser casada, contando con la autorización del marido, o viuda y presentar certificado de buenas costumbres emitido por su párroco. A raíz de esta ley surgió la necesidad de redactar un texto que actualizase los conocimientos obstétricos, encargándose de ello, en 1866, el Dr. Fco. Alonso Rubio quien lo tituló Manual de partos para la enseñanza de matrona11. Los estudios impartidos en las casas de maternidad u hospitales con sala de partos durarían 4 semestres abarcando nociones de obstetricia, anatomía y fisiología, fenómenos del parto, asistencia a la parturienta y recién nacido, primeros auxilios a los niños y bautismo de urgencia. Sobre este tema del bautismo, el Dr. Capellmann, en su libro Medicina Pastoral, advertía de la conveniencia de que el párroco, el médico o la comadrona enseñasen el ritual del bautismo de urgencia a los esposos pues, en caso de necesidad, cualquier persona podría hacerlo, siendo preferible, desde luego, el hombre a la mujer; asimismo reconocía que el médico y la comadrona eran las personas más indicadas para su ejecución, si bien no ocultaba que "me he encontrado con comadronas que ellas mismas tenían del asunto un conocimiento obscuro y deficiente. Los párrocos están ciertamente obligados a instruirlas en esto pero como ellas se tienen por peritas, y lo son más o menos, a mi parecer, la enseñanza de aquellas no siempre tendrá la autoridad necesaria. Por lo tanto desearía que los médicos piadosos, siempre que les fuese posible, entablasen con las comadronas de su comarca conversación sobre esta materia y les enseñasen cuidadosamente todo lo necesario" 12.

Título de matrona de 1922 de Dª Dionisia Repila y Tetilla

En las primeras décadas del s. XX se alzaron voces que propugnaban cambios sociales que tendrían a la mujer como protagonista, cambios que se consideraban estrechamente relacionados con su promoción educativa, así se insistía en la necesidad de favorecer la educación de la mujer en todas las áreas, incluidas las tradicionalmente reservadas a los hombres: "Aparte de la instrucción indispensable en la mujer acerca de la higiene, cuidado de los niños, maternología y asuntos análogos, hay que facilitarla, como se hace con el hombre, el acceso a las escuelas de Artes Industriales, de Artes y Oficios y al conocimiento de trabajos..."13. Los resultados en este sentido fueron muy lentos y pobres pues la función tradicional de la mujer, independientemente de su clase social, estaba ligada al matrimonio y a la procreación, con la correspondiente supeditación económica al marido, es por ello que fue minoritario el número de mujeres que pudieron acceder a una formación básica y, en menor cuantía, a una superior.

Según las estadísticas nacionales, en el primer tercio del s. XX eran poquísimas las mujeres que estudiaban matrona si se compara con las que cursaban otras enseñanzas profesionales como Magisterio, Comercio, Música o Artes e Industrias14. Según esto, cabe pensar que se trataba de una carrera poco atractiva pese a que la sociedad la consideraba adecuada a la condición femenina. Tal vez entre las causas de este hecho estuviese la exigencia de mayoría de edad, dada la responsabilidad que implicaba, y el alto coste de la matrícula15. Si a finales de los 20 se incrementó el número de aspirantes fue debido a los cambios sociales con respecto a la educación de la mujer. Nos podría servir como ejemplo de estos cientos de alumnas de matrona la historia de Dionisia Repila y Tetilla, nacida en Ciudad Rodrigo en 189116.

La década de los 20 del siglo pasado conoció la edición de varios manuales para la instrucción de la matrona coincidiendo con la publicación de la normativa referente a su formación, así la de 1926 recogía la necesidad de tener el título de Bachiller elemental y la de 1928 establecía el plan de estudios a cursar en las Escuelas de Matronas que se crearían al efecto; en todas ellas se aclaraba cual debía ser su ámbito de competencia, "manteniéndola en los límites restringidos de su profesión"17.

Carnet de colegiada (1955) y placa de consulta de Dª Dionisia Repila

Un hecho destacable fue que, en 1916, y posteriormente en 1925, se aprobó el Reglamento de la primera Escuela de Matronas de España, la Casa de Salud de Sta. Cristina de Madrid, cuyo primer director fue el Dr. Gálvez Ginachero, que era Jefe del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Provincial de Málaga desde 1895, y promotor y director de la Escuela de Matronas de dicho hospital. El Dr. Gálvez organizó, en  la Casa de Salud de Sta. Cristina de Madrid, "la enseñanza práctica de las matronas como ya venía dándose en sus clínicas de Málaga"18. En 1931 el centro madrileño se adscribió a la facultad de medicina y en 1940 se constituyó como Escuela Oficial de Matronas. Las alumnas debían tener entre 18 y 30 años, ser solteras o viudas y acreditar "garantía suficiente de moralidad". En sus tres primeros años de funcionamiento se impartió enseñanza a 22 mujeres19. Cabe destacar la figura de Dª Consuelo Ruiz Vélez-Frías, alumna de esta Escuela en 1945, quien ejerció como matrona de la Beneficencia Municipal de Madrid y fue pionera de la preparación psicoprofiláctica del dolor en el parto así como autora del primer libro publicado en España sobre el tema en 195520.

El proceso formativo no se limitó a la capital de España y surgieron otros centros en distintas provincias. Centrándonos en el caso de Málaga, en el informe anual de 1931 al Delegado Provincial de la Caja de Previsión, se especificaba que en el servicio de ginecología hacía tiempo, y durante dos años, "se prepara un cierto número de jóvenes para la profesión de matronas que van difundiendo por la región las prácticas de obstetricia moderna"21; ese mismo año aparecía consignada en la partida presupuestaria de la Escuela la contratación de una matrona, Mª Cruz Salazar, de Bilbao, "con las condiciones precisas de idoneidad y práctica",  para prestar servicio en la Escuela de Matronas con un sueldo de 2.000 ptas. anuales22. En los distintos reglamentos del Hospital Provincial (1934, 1940) son frecuentes las referencias al alumnado en formación, fijándose en 10 las plazas de aspirantes a practicantes y en 6 las de matronas. Hay constancia asimismo de que a cada alumna de matrona se abonaban 30 ptas. mensuales más la comida23. Resaltar que en 1948 se consolidó la Escuela Especial de Matronas del Hospital Civil de Málaga, bajo la dependencia jerárquica de la Dirección General de Enseñanza Profesional y Técnica y la supervisión académica de la Facultad de Medicina de Granada24. Ese mismo año se proyecta la nueva construcción de una Residencia para 10 alumnas con "un dormitorio de 10 camas, galería-terraza amueblada con muebles sevillanos, recibidor de entrada colonial con biblioteca, cuarto de baño, dos duchas, servicios y lavadero, una amplia sala de estudios con 16 pupitres, mesa del profesor, pantalla y aparato de proyección. Anexo a ella hay un dormitorio para 4 Hijas de la Caridad con comunicación inmediata a la Maternidad y a su Comunidad"25. En los expedientes académicos revisados se registran la fecha de ingreso, algunas de este año 1948, los servicios en los que habían realizado las prácticas y la evaluación, que incluía los parámetros de inteligencia, trabajo y educación., sin olvidar que en la formación primaría el desarrollo de habilidades eminentemente prácticas y técnicas. En este sentido, el Dr. Gálvez Ginachero, en 1949, en el prólogo al libro Obstetricia para Matronas del Dr. F. Orengo Díaz del Castillo, además de explicar la gestación y construcción del nuevo edificio de maternidad madrileño de la calle O'Donnell y alabar los conocimientos del autor sobre la formación que recibían las matronas en Norteamérica, destacaba las ventajas que reunía este texto, dado que "desarrolla la parte científica con la suficiente extensión para que sea fácil hacerse cargo de lo que se trata de inculcar, sin necesidad de aprenderlo de memoria, y la parte práctica contiene los detalles indispensables para que haya la concordancia necesaria entre lo leído y lo visto, que es, a mi juicio, lo que necesita todo el que va a aprender una técnica"26.

En fechas sucesivas se asistirá a modificaciones en los planes de estudios que conducirán, en la década de los 50, a la aparición de la titulación ATS en la que se  unificarían los estudios de Practicante, Enfermera y Matrona, pasando ésta a ser una especialidad que se seguirá estudiando en régimen de internado.

Perfil

Al abordar el estudio histórico del papel de la matrona en la sociedad es necesario recordar, al igual que otros trabajos desarrollados por mujeres, el ámbito privado en el que esta función se ha ido ejecutando a lo largo de los siglos así como la escasez de documentación para su estudio que esto ha llevado asociado.

Entre las funciones desempeñadas por las matronas en la Edad Media, según los profesores García Martínez y Valle Racero27, se encontrarían la asistencial (atención en el embarazo, parto y puerperio, cuidados al recién nacido y a la madre, dolencias de la mujer...), la jurídico-legal (testimonio de una mujer de buena fama y entendida que estuviese en el parto y diese fe del alumbramiento para asegurar las herencias, evitar engaños, etc.), la docente (enseñar a las futuras parteras, con un matiz fundamentalmente práctico, adiestrar en los distintos cuidados a las recién paridas, etc.), y la religiosa (impartir el bautismo de urgencia,  actuación que las hará estar sometidas, controladas y evaluadas por la Iglesia)28.

En Al-andalus, al igual que en el territorio cristiano, las matronas permanecerían en el anonimato; sus nombres empezarían a ser más conocidos cuando, convertidas en mudéjares, atendiesen a las damas de la corte29.

Expediente de una alumna de matrona de 1949 de la Escuela del Hospital Civil de Málaga

Es de sobras conocido que las matronas atendían a mujeres de distinta condición social ejerciendo sus cuidados tanto en la nobleza y realeza como en las clases más humildes. Su consideración por parte de la comunidad era también diversa pues podían gozar de un gran prestigio o ser cruelmente denostadas. En el primer caso, las matronas llegaron a ser reconocidas como unas buenas mujeres formadas en su oficio para cuyo ejercicio disponían de la correspondiente licencia municipal, sin entrometerse en el campo de la medicina que tenían vedado30, que solían vivir en la ciudad de forma digna, contaban con experiencia y eran honestas, de buena fama y con cierta influencia, autoridad y reconocimiento, caso de las que asistirían a la alta sociedad y, por ende, se han llegado a conocer algunos de sus nombres, como el de María Oto, quien atendió en 1427 a la esposa de Alfonso V el Magnánimo. En el segundo grupo estarían las que vivían en la villa, medio hechiceras medio parteras, quienes, fruto de la experiencia, tenían conocimientos muy variados sobre hierbas, emplastos, curaciones o partos y estarían dispuestas a ayudar por muy poco dinero a aquellos que carecían de desahogados recursos.

A lo largo de los siglos muchas de las mujeres curanderas y sabias serían tachadas y castigadas por brujas en respuesta a conflictos de intereses variados en etapas de cambios políticos, económicos, sociales y culturales31; a estas mujeres perseguidas por hechiceras se les aplicaban diversas penas que iban desde el destierro al ajusticiamiento, a las que se podía sumar la propia pérdida económica que afectaba al resto de la familia, pues se podían suprimir los derechos a la herencia de sus bienes33. No fue casualidad que en España, cuando se empezó a traspasar el control de actividades artesanales a manos profesionales, coincidiendo con el endurecimiento y centralización del Estado, las matronas, depositarias y transmisoras de una cultura popular enraizada, se convirtieran en representantes de la superstición frente a los hombres de ciencia que personificaban la cultura de elite que se pretendía imponer desde el Estado. La tradicional desvalorización de la mujer en las distintas épocas históricas puede explicar que, aún ejerciendo actividades necesarias para la continuidad de la vida, todo fuese ignorado y minimizado.

Entre los signos que revelan ciertas muestras de respeto y de que las matronas gozaban socialmente de cierta consideración, señalar como dato curioso, que en Valencia, en su centro histórico, y ya desde 1409, a pesar de los cambios culturales, religiosos y políticos, existe una calle denominada 'De la madrina' quizás en homenaje a la comadrona33, o el que al igual que en otras ciudades, en Málaga, las parteras sirvieran de referente para la identificación de su familia en documentos públicos, "Alinde desta en la dicha hazera está la casa de García Trujillo, marido de la partera...", "segund el asiento de su donación ecebto un pedaço de corral que se dio para la casa de Juan García, yerno de Juan García de Cabra, marido de la partera..."34, o bien el hecho de que disfrutaran de algunas exenciones fiscales, como fue el caso de la matrona de Tafalla en el s. XVI35.

En el s. XVIII las matronas fueron formalmente relegadas pues desde instancias oficiales se les restringieron las competencias que tradicionalmente les eran propias para encomendárselas a los cirujanos varones. De hecho, eran diferentes los requisitos exigidos a unos y a otras para acceder a la formación. Pese a todo siguieron realizando las actividades de siempre e incluso pleiteando con el Protomedicato en defensa de un saber y una práctica que siempre les había pertenecido.

Ante el aumento del poder adquisitivo de la burguesía urbana, la competencia con los médicos, practicantes o comadrones se fue agudizando, haciendo que aquellos se interesarán cada vez más por la actividad de ayudar al parto, que realizarían auxiliados por la tecnología y el aparataje, siempre más espectacular y misterioso; la imagen masculina, que siempre interponía alguna tecnología entre ellos y los pacientes, contrastaba con la imagen femenina que pretendía la mejor actuación de la naturaleza utilizando el menor número de artificios36.

Ya en el s. XIX se asistió a un aumento del intervencionismo estatal en el aspecto sanitario. La aparición de instituciones benéficas de ámbito nacional controladas por el Estado acentuarían la creación de nuevas formas de cobertura asistencial que irían sustituyendo a otras de carácter religioso. Así, por ejemplo, el Estado fue asumiendo el socorro a las mujeres pobres embarazadas pagando a las matronas lo que antes corría a cargo de la familia. Otra consecuencia de este hecho fue el incremento del control de la formación de las matronas, quienes tenían que acreditar académicamente su cualificación si querían trabajar, por un sueldo escaso pero seguro, para la Beneficencia37, bien en Casas de Maternidad, Hospitales o Casas de Socorro. El hecho de que la Medicina y el Estado interviniesen cada vez más en el control de los partos generaría un mayor afán, por parte de las mujeres, para prepararse profesionalmente en un acto que antes no era considerado clínico sino una actividad natural llevada a cabo en el propio domicilio, de este modo, se llegan a producir, sobre todo en el ámbito rural, ciertas fricciones sobre competencias entre parteras y matronas profesionales y entre éstas y los cirujanos o practicantes38.

Un reflejo del papel de la matrona en la sociedad de principios del s. XX se nos ofrece dentro de la encuesta, promovida por la sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid en 1901-1902, relativa a costumbres populares de nacimiento, matrimonio y defunción en España. En Andalucía, respecto al primer apartado, se observaban las diferencias existentes entre las mujeres pobres o que vivían en zonas aisladas y las que no lo eran o vivían en la ciudad. Las primeras -la población más numerosa- acudían a las comadronas con experiencia y sin título que utilizaban plantas y hierbas, solían parir sentadas o arrodilladas y el tiempo de reposo prescrito era escaso para poder incorporarse al trabajo. En el segundo caso, las mujeres pudientes o de zonas urbanas, contaban con la asistencia de matronas tituladas -las menos-, era frecuente que dieran a luz en la cama, como se enseñaba en la facultad de medicina, solían utilizar productos de la medicina oficial -más cara- y el tiempo de reposo tras el parto podía ser más largo al no existir la necesidad de levantarse para trabajar39. Las diferencias existentes entre las clases sociales guardan paralelismo con los distintos modelos asistenciales, laborales y formativos de las personas que atendían al parto.

La dificultad en la delimitación del trabajo entre la matrona y otros profesionales, sobre todo los practicantes, ha sido manifiesta y motivo de múltiples pleitos a lo largo del s. XX; muchas de las quejas y denuncias han quedado recogidas en las revistas que editaban los Colegios de Matrona, como las publicadas por los de Barcelona (El Defensor de la Matrona, 1921; La Voz Matronal de Cataluña), Madrid (Unión Matronal, La Matrona;), Zaragoza (La Comadrona), o Sevilla (La Matrona Hispalense, 1929 dirigida por la Sra. Robles Cerdán). En esta última, además de la lucha sin cuartel contra el intrusismo profesional, como en otras publicaciones, se hablaba de la imagen social, de las reivindicaciones salariales, de la importancia de la colegiación, de la insuficiencia del contenido temático de la carrera, de la celebración de actividades científicas así como de distintas normativas. Así, se recogían las ponencias al I Congreso Nacional de Matronas celebrado en Madrid en 1929 y al I Congreso Internacional de Matronas que tuvo lugar en Barcelona ese mismo año, se efectuaba la petición de más matronas para atender la capital sevillana, se solicitaba el aumento en la remuneración que les correspondía, como mínimo el 30% del sueldo del médico titular, se informaba de la implantación del Seguro Obligatorio de Maternidad, se recogían las estadísticas de nacimientos y abortos, etc.40 Esta revista es un buen ejemplo de la preparación laboral e intelectual de aquellas mujeres, de sus inquietudes culturales y científicas en un mundo de hombres41.

En archivos municipales y provinciales quedan  recogidas información relativas a las reivindicaciones, casi siempre salariales, de las matronas ante los agravios comparativos con los profesionales varones, pero sus peticiones, normalmente se alargaban en el tiempo, lo que indicaban tanto su combatividad como la escasa atención prestada por las autoridades. Era palpable el cínico reconocimiento por parte de la Administración de los inconvenientes del oficio de matrona (largas horas de dedicación, bajos salarios, gran cantidad de público al que atender) así como el poco afán por subsanar los problemas del colectivo42. Esto no fue obstáculo para que la prensa reconociese, como en el caso de Málaga, la fuerza e influencia del Colegio Provincial, "importante organismo" federado a la Asociación Regional Andaluza43.

Aunque hasta 1930 (Orden de 7 de mayo) no fue obligatoria la colegiación, estas asociaciones ya existían, en el caso de Málaga desde 1925 y en Granada desde 1927. Uno de los objetivos prioritarios era el contribuir a que las matronas alcanzasen el mayor grado posible de mejoramiento, progreso y cultura y, entre sus fines, estaba el proteger los intereses de las colegiadas, procurar el desarrollo de la carrera, estrechar los lazos de solidaridad entre las compañeras, recabar de los poderes públicos la implantación de reformas, exigir el cumplimiento de las disposiciones legales, relacionarse con los demás Colegios de España intercambiando ideas y simultaneando gestiones, recompensar honoríficamente a las colegiadas que trabajasen en beneficio de la Clase, intentar fundar, siguiendo el ejemplo de otros Colegios, una revista profesional, federarse con los demás Colegios de España y guardar a los Colegios de Médicos y Farmacéuticos el respeto debido a la superioridad que, tanto en el orden social como científico, les reconocían. Las colegiadas debían pagar una cuota de entrada de 5 ptas. y 1'50 mensualmente, así como denunciar las faltas de compañerismo e intrusismo y no discutir en las sesiones sobre religión o política44.

En casos concretos de Colegios de Matronas como los de Sevilla o Málaga, se observaba que en las distintas Juntas Directivas, compuesta a veces por miembros de la misma familia, se daban pocos cambios en sus componentes, lo que podía deberse bien a la falta de matronas decididas a ocupar cargos directivos, pero también a la confianza que aquellas inspiraban a sus compañeras, fruto de su alto nivel de instrucción45.

La valoración social de las matronas ha ido avanzando y modificándose con el paso de los años, ajustándose al contenido profesional que le compete como miembro del colectivo sanitario.

Conclusiones

Es necesario destacar que, tal vez, las matronas han constituido uno de los grupos ocupacionales femeninos más destacados y el único dentro de los sanitarios en el que las mujeres han tenido, durante largo tiempo, absoluta hegemonía.

Reseñar cómo las importantes funciones desempeñadas por las matronas fueron objeto, dado su alejamiento de órdenes religiosas e instituciones asistenciales, de una considerable reglamentación por parte de las distintas administraciones civiles, diferenciándose en esto de otros colectivos de cuidadores, como los enfermeros, cuyas actuaciones estaban reguladas por la Orden religiosa a la que pertenecían.

Otro matiz a destacar es que el trabajo de las matronas se desligó, en cierta medida, del tradicional binomio iglesia-asistencia pues, mientras la atención al pobre y al enfermo había estado ligado al ejercicio de la caridad, a la que se aplicaban los fondos aportados para este fin por parte de la Corona, la nobleza, mandas testamentarias, etc., estas mujeres ejercían particularmente su labor como profesionales independientes a cambio de una remuneración, casi siempre escasa, que las ayudase en su sustento.

A partir del s. XVII las sucesivas reglamentaciones y normativas legitimarían la importancia y reconocimiento de su labor pero también las restringirían y subordinarían al cirujano que cada vez adquiriría más competencias en esta área. Sería en el s. XVIII cuando la reorganización de las actividades sanitarias pondría las bases para, en cierta medida, masculinizar el arte de partear y lograr la dependencia formal de las matronas.

Con el proceso de secularización y estatalización del s. XIX se incrementaría el afán de las matronas por lograr un reconocimiento formativo y profesional de una actividad, la atención al parto, que, habiendo siendo considerada natural a lo largo de la historia, entraba ya a formar parte del ámbito clínico.

No queremos dejar de resaltar el arduo y lento proceso que ha llevado a cabo esta profesión sanitaria desde sus orígenes hasta nuestros días para superar las limitaciones de un ejercicio relegado, en numerosas ocasiones, al ámbito de lo privado, y asociado a la desvalorización secular del trabajo femenino a través de los distintos periodos históricos.

Notas

1. Sobre esta institución ver Iborra, P.  Historia del Protomedicato en España (1477-1822). Salamanca: Acta histórico-médica vallisoletana XXIV, Universidad de Valladolid, 1987.

2. García Martínez, A; García Martínez, M; Valle Racero, J.  Del Renacimiento al Barroco. Génesis de la enfermería moderna. En: Hernández Martín, Fca.   Historia de la enfermería en España.  Madrid: Síntesis, 1996;123-178 (especialmente págs. 130-136).;  Siles, J. Historia de la enfermería. Alicante: Aguaclara, 1999; 236. Cuadri Duque, M. J. La ciencia y el arte de partear. Antecedentes históricos de la Enfermería Maternal. Revista Rol, 1985; 84-85: 13-16; Antecedentes históricos de la formación de matronas. Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1998-99; 5-6: 261-270.

3. Domínguez-Alcón, C.  Los cuidados y la profesión enfermera en España. Madrid: Pirámide, 1986; 57, 61.

4. Ortiz Gómez, T. Género y estrategias profesionales. La formación de las matronas en la España del s. XVIII. En: El trabajo de las mujeres. Pasado y presente. Actas del Congreso Internacional del Seminario de Estudios Interdisciplinarios de la Mujer de la Universidad de Málaga. Málaga: Diputación Provincial de Málaga, 1996, Tomo III;. 229-238.

5. García Martínez, A; García Martínez, M; Valle Racero, J.  Del Renacimiento al Barroco. vid. op. cit.

6. García Martínez, M.  Ficha bibliográfica nº 6. Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1996-97; 3-4: 85-91.  En el transcurso del XVIII, como consecuencia de la regulación de los estudios de cirujanos y matronas serán varios los manuales que se publicarán: Nuevo y natural medio de auxiliar a las mujeres en los lances peligrosos de los partos del Dr. Babil de Gárate (1756), Instrucciones sucintas sobre los partos del Dr. Raulin (1772), Elementos del arte de partear del Dr. Juan Navas (1795), García Martínez, A; García Martínez, M.  Fechas claves para la historia de las matronas en España. Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1998-99; 5-6: 244-260. García Martínez, A; García Martínez, M.:  `Instrucciones sucintas sobre los partos, para la utilidad de las comadres´, obra del Dr. J. Raulin, Zaragoza 1772".  Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1998-99; 5-6: 335-417.

7. Ortiz Gómez, T. Vid. op. cit.

8. Formar a mujeres para oficios útiles fue también el objetivo de otras instituciones, como la Sociedad Económica Matritense, que en 1776 puso en marcha las `Escuelas Patrióticas´ para formar a las niñas en oficios textiles. Ortiz Gómez, T. Vid. op. cit.

9. Ibidem.

10. Valle Racero, J.; García Martínez, A; García Martínez, M. Análisis de la situación académico-legislativa de la matrona según la Real Cédula de 6 de mayo de 1804. En: Libro de Ponencias y Comunicaciones de las II Jornadas Nacionales de investigación en Historia de Enfermería Madrid: EUE Complutense, 1993; 161-174. Valle Racero, J.; García Martínez, M. Las matronas en la historia. Un estudio del s. XIX.Revista Rol, 1994, 187: 61-67.

11. Hernández Martín, Fca.; Moreno Roy, Mª A.; Pinar García, Mª E.  La Ilustración: la transición hacia la enfermería contemporánea". En: Hernández Martín, Fca.  Historia de la enfermería en España.  Madrid: Síntesis, 1996; 179-208.

12. Capellmann, C. Medicina Pastoral, o sea conocimientos anatomo-fisiológicos y patológico-terapéuticos para uso de los párrocos y confesores en el ejercicio de su ministerio y principios de teología dogmática y moral necesarios al médico para desempeñar debidamente su oficio. Barcelona: Juan Gili Librero, 1899, 12ª edición alemana, 3ª latina. Traducción del Presbítero Bartolomé Cintas; 153.

13. Francos Rodríguez, J.  La mujer y la política españolas.  Madrid: Librería de los sucesores de Hernando, 1920;  259-262, 283.

14. Capel Martínez, R. El trabajo y la educación de la mujer en España (1900-1930), Madrid: Instituto de la Mujer, 1986, citado en González Castillejo, M.J.  Las matronas malagueñas. Un colectivo profesional discriminado en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) Disponible en http/wzar.unizar.es/siem/artículos (Seminario Interdisciplinar Estudios de la Mujer de la Universidad de Zaragoza). [Consultado el 15-9-05].

15. Mientras que a otras carreras podía accederse terminada la Enseñanza Primaria, para la de Matrona había que esperar muchos años para ingresar en aquella, lo que no podían permitirse las hijas de familias de escaso nivel económico, a ello había que sumar el elevado coste de la matrícula en la facultad de Medicina (17´50 ptas. por curso y 5 en papel del Estado en 1918). Capel Martínez, R.: Vid. op. cit.

16. Esta mujer, casada y con 5 hijos, obtuvo el título en 1922. En varios artículos de la prensa local, como homenaje a su labor, quedan recogidos testimonios orales relativos al material que utilizaba, los consejos que daba, cómo efectuaba los reconocimientos, la asistencia que prestaba y cómo, en sus más de 40 años de trabajo, había traído al mundo a unos 20.000 niños, estando en activo hasta 3 meses antes de morir con 77 años en 1969. Rodríguez Herrero, M.E.  Una historia, una vida, una mujer: Dª Dionisia Repila y Tetilla. Disponible en www.ciudadrodrigo.net/dionisia  [Consultado el 15-7-05].
- Otro ejemplo lo tenemos en el homenaje que rindió Quintanar del Rey, pueblo de Castilla-La Mancha, a la matrona Dª María Segura poniendo su nombre a una calle. Se trataba de una mujer que con 39 años (1947) se marchó a Madrid y obtuvo el título de Practicante y en Valencia la especialidad de Matrona y tras años de trabajo en el pueblo se jubiló en 1978.  `Calle de Dª María Segura´. Disponible en www.quintanarbenito.com [Consultado 18-7-05]

17. García Martínez, M.  Ficha bibliográfica nº 8. `Manual de obstetricia. Ginecología menor para las comadronas´ de L.M. Bossi.  Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1998-99; 5-6: 41-46.  En él se recoge información sobre anatomía, embarazo, parto y puerperio.  Herrera Rodríguez, F. Un manual para la formación de las comadronas españolas (1929).  Revista Cultura de los Cuidados, 1997; 1: 37-42.

18. García Herrera, G.  El Dr. Gálvez Ginachero. Málaga: Gráficas S. Andrés, 1966; 130. Hay constancia de que en 1915 ya existía una matrona en el Hospital malagueño. Archivo Histórico Diputación de Málaga (A.H.D.M.), L.1249. Dada la importancia que iba adquiriendo este Servicio en el hospital, en años sucesivos se incrementarían las plazas de matronas hasta alcanzar, en los años 30, la cifra de 6 (en esas fechas el departamento de Maternidad ocupaba cuatro salas mientras que el de Cirugía sólo disponía de seis), A.H.D.M., Leg. 443/96. Era tal el volumen de trabajo (2060 partos en 1939) que la Diputación acordó en mayo de 1940 la construcción de una Casa de Maternidad independiente con 200 camas, lo que no se llevó a cabo. A.H.D.M., Leg. 1232/21.

19. Gálvez Ginachero, J.  La Casa de Salud de Sta. Cristina y Escuela de Matronas. Memoria descriptiva y resumen estadístico de su funcionamiento en los tres primeros años. Madrid: Blass Tipográfica, 1927, citado en González Castillejo, M. J.  Vid. op. cit.
- A partir de 1926 se empezó a exigir el título de Bachiller Elemental siendo el plan de estudios de 1930 el  establecido por Real Decreto de 10-8-1904: 1º curso.- Rudimentos de anatomía, fisiología e higiene; Prácticas generales de asepsia y antisepsia, sobre todo de los genitales femeninos. 2º curso.- Nociones de obstetricia, de asistencia a los partos normales y de cuidados a la madre antes y después del parto.
- En 1933 se estableció el plan de estudios de Matronas y Practicantes y en 1934 se exigiría 3 años de bachiller y reválida para comenzar Matrona. García Martínez, A; García Martínez, M.  Fechas claves para la historia de las matronas en España Hiades..., vid. op. cit.

20. Catalán, C. Consuelo Catalán conversa con Consuelo Ruiz Vélez-Frías. Revista de comunicación interactiva Mujeres y Salud. Disponible en https:// mys.matriz.net/mys08/entrevista/ent_08_01.html. [Consultada el 13-7-2005]. Ruiz Velez-Frías, C.  Embarazo y nacimiento. Carta abierta al ginecólogo del s. XXI.  Plural-21. Asociación para el cuidado de la vida en un planeta vivo. Disponible en www.plural-21.org/embarazoynacimiento.html.  [Consultado el 17-7-05]. Esta matrona afirma que en una función natural la intervención es innecesaria y frecuentemente perjudicial. El organismo tiene sus propias leyes y por muy complicadas que parezcan sus funciones las ejecuta con naturalidad, desde luego no comparte el `parto dirigido´ que se aplica en todos o la mayoría de los casos en los hospitales en sustitución del `parto normal´.

21, A.H.D.M., Leg. 1085/35; L.1660.

22. A.H.D.M., L.1684, fols. 155-156. El sueldo de la matrona aparece con cargo a la partida presupuestaria  de la Escuela en el presupuesto de 1932, A.H.D.M., Leg. 1028/60 y en el de 1934, A.H.D.M., L.4564.

23. A.H.D.M.. Leg. 8370/1.La cantidad se eleva a 37´50 ptas. mensuales en los presupuestos de 1942 (Leg. 8370/2) y se mantiene en los de 1943 (L.4845), 1944 (L.4574), 1945 (L.4575), 1946 (L.4576), 1947 (L.4577), 1948 (L.4578).

24. O.M. 6/7/1948 en B.O.E. 19/10. Boletín Oficial Provincia 20/11/48.

25. A.H.D.M., Leg. 2199/3.

26. García Herrera, G.  Vid. op. cit. 127-128.

27. García Martínez, A; García Martínez, M; Valle Racero, J. Imagen de la matrona en la Edad Media: entre la superstición y la profesión. En Libro de Ponencias y Comunicaciones del II Congreso Nacional de Historia de Enfermería (1995). Málaga: Universidad de Málaga, 1998; 203-211.
- García Martínez, A; García Martínez, M; Valle Racero, J. Imagen de la matrona en la Baja Edad Media. Hiades. Revista de Historia de Enfermería. 1996-97; 3-4: 61-82. García Martínez, A; García Martínez, M; Valle Racero, J.  Del Renacimiento al Barroco..., vid. op. cit

28. De hecho aún en los siglos XVIII-XIX los visitadores eclesiásticos las examinaban personalmente sobre la fórmula bautismal emitiendo el informe sobre si era adecuada su formación religiosa. Capellmann, C. Vid. op. cit. 146-166.

29. La reina Leonor de Trastamara fue asistida en una ocasión por Marién y en otra por Exenti, suegra del afaquí de Toledo. Torres Palomo, Mª P.  El ejercicio de la medicina en Al-andalus: atención médica y asistencia sanitaria. En: Libro de Ponencias y Comunicaciones del II Congreso Nacional de Historia de Enfermería. Málaga: Universidad de Málaga, 1998; 165-177.

30. Así en Málaga, el 24 de julio de 1492, junto con los físicos, cirujanos y boticarios, fueron convocadas al cabildo las parteras de la ciudad Isabel Fernández y Mari Sánchez "para saber de los títulos que tienen por donde bezan los oficios" respondiendo en ese interrogatorio que "en lo que toca al oficio de partera, ha usado e usa y no otro oficio alguno que toque melezina ni física alguna"; ésta y otras respuestas de otras matronas dejaban claro que no interferían en el campo de la medicina. López Beltrán, M.T.  El trabajo de las mujeres en el mundo urbano malagueño de finales de la Edad Media (1487-1540). En:  Calero Secall, M. I.; Francia Somalo, R. (Coords.).  Saber y vivir: mujer, antigüedad y medievo. Málaga: Atenea. Estudios sobre la Mujer. Universidad de Málaga, 1996; 155-181.
- En la relación de delitos y condenas registrados en el Cabildo de Málaga entre 1559 y 1581 no figura ninguna relativa a las parteras, aunque sí queda constancia de algún barbero y licenciado que habían falsificado su título. Aguilar Simón, A. y cols. Libro de Condenaciones de Cámara y Gastos de Justicia del Cabildo de Málaga (1559-1581). Málaga: Ayuntamiento de Málaga, 1999: 263-280.

31. Armengol, A. Realidades de la brujería en el s. XVII: entre la Europa de la caza de brujas y el racionalismo hispánico. Tiempos Modernos: Revista electrónica de Historia Moderna. 2002, 3(6). Disponible en www.tiemposmodernos.org. [Consultado 8-7-05]. Bravo Lledó, P.  La mujer judía. Un lugar en la sociedad cristiana. En: Calero Secall, M. I.; Francia Somalo, R. (Coords.). Vid. op. cit., 97-112.

32. El 30 de diciembre de 1493, en Málaga, en los documentos de Repartimientos, se alude a que la partera Teresa Rodríguez fue "desterrada e justiciada por hechicera", lo que conllevó la pérdida de la mitad de su hacienda. Bejarano Robles, F.: Los Repartimientos de Málaga. Málaga: Excmo. Ayuntamiento de Málaga, 1990, Vol. II; 206. En Navarra se ha localizado un proceso de brujería a una partera de Domeño fechado en 1530 por causar la muerte a una parturienta untando con veneno su cuerpo. Urmeneta, A. El arte de ayudar a parir y las comadronas en Navarra. Disponible en www.euskonews.com  [Consultado el 1/9/05].

33. Martínez Molina, A.; Donat Colomer, F. Origen histórico de la calle la `Madrina´. En: Libro de Ponencias y Comunicaciones del I Congreso Nacional de Historia de Enfermería (1994),  Barcelona: Fundación Uriach, 1996;. 23-24.

34. Bejarano Robles, F. Vid. op. cit., 93, 104.

35. Urmeneta, A. El arte de ayudar a parir y las comadronas en Navarra. Disponible en  www.euskonews.com  [Consultado el 1/9/05].

36. Siles, J. Vid. op. cit., pág. 208.

37. García Martínez, A; García Martínez, M; Valle Racero, J.  Matrona y beneficencia en la Sevilla del XIX. Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1995; 2: 43-56. Herrera Rodríguez, Fco.  La Casa de Maternidad de Cádiz a finales del s. XIX.  Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1998-99; 5-6: 271-283.

38. Campos Luque, C. Mercado de trabajo y género en Málaga durante la crisis de la Restauración. Granada: Universidad de Granada, 2001, 178-182.

39. En el contexto histórico de la España de principios del s XX se puede sobreentender una permisividad respecto a la regulación de la profesión de matrona, lo que intentará paliar dos años más tarde, en 1904, la publicación de la Ley de Instrucción General de Sanidad Pública (reordenación de esta profesión y de  la de practicante), Salas Iglesias, M.J.  Los cuidados de nacimiento en Andalucía. Gestores del parto, técnicas, procedimientos y fundamentos teórico-metodológicos a través de la encuesta del Ateneo de Madrid de 1901-1902.  Index de Enfermería,  2004,  44-45: 62-66.

40. García Martínez, M.; Espina Gutiérrez, M. D. La revista sevillana `La Matrona Hispalense´ (1929/1930): a la búsqueda de una identidad profesional.  Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1998-99; 5-6: 285-326.  Aparece un extenso listado de matronas entre las que se incluyen los cargos de distintos Colegios de Matronas de España. García Martínez, M.; Espina Gutiérrez, M. D.  Notas biográficas sobra Dª. Rosalía Robles Cerdán, fundadora-directora de la revista `La Matrona Hispalense´.   Hiades. Revista de Historia de Enfermería, 1998-99; 5-6: 327-332. Herrera Rodríguez, F.; Lasarte Calderay, J.  La prensa andaluza de los practicantes y matronas (1916-1939). En: Libro de Ponencias y Comunicaciones del I Congreso Nacional de Historia de Enfermería (1994). Barcelona: Fundación Uriach, 1996; 169-174. García Martínez, M; García Martínez, A.  Mujer y asociacionismo profesional. El Colegio de Matronas de Sevilla y su labor en la defensa del colectivo durante el primer tercio del s. XX.  Hiades. Revista de Historia de Enfermería,  2004; 9: 607-624.

41. Ya en 1905 Rosa Viñals Lladós, cirujana y comadrona de la Beneficencia Municipal de Barcelona dirigió la revista de tirada quincenal La mujer y la higiene dedicada a las madres de familia, matronas, cirujanas, enfermeras y en general a la mujer en su relación con la medicina y la higiene. Desde sus páginas se reclamaba una igualdad de oportunidades y de derechos para las mujeres en el campo concreto de las matronas. Chamizo Vega, C.  La perspectiva de género en Enfermería. Comentarios y reflexiones. Revista Index, 2004; 13 (46): 40-44.

42. Petición, en 1925, de pago de los meses en que había sustituido a la fallecida matrona numeraria de la Beneficencia Municipal, lo que le fue denegado. Archivo Municipal de Málaga (A.M.M.), Beneficencia, Leg. 3654 (7-7-1925). Los Presidentes de los Colegios de Practicantes y Matronas pedían, en 1932, al Presidente de Diputación el incremento de plazas en el Hospital Provincial; en el caso de matronas de 2 a 4 profesionales. A.H.D.M.. Leg. 1028/60.

43. Vida Gráfica (Málaga), 23-1-1928; El Pregón (Málaga) 16-2-1928 citado en González Castillejo, M. J.  Vid. op. cit.

44. Reglamento del Colegio Provincial de Matronas de Málaga, Imp. Helios 1925 citado en González Castillejo, M. J.  Vid. op. cit.

45. Caso de la Presidenta del Colegio malagueño en 1925, Encarnación Pérez Rodríguez, quien en 1915, en la oposición a matrona supernumeraria, "practicó brillantes ejercicios mostrando conocimientos muy superiores a los requeridos generalmente para el desempeño de dicha profesión". Boletín Municipal de Málaga 15-2-1915 citado en Campos Luque, C. Vid. op. cit. En 1925 la Junta de Gobierno la componían: Presidenta, Encarnación Pérez Rodríguez; Vicepresidenta, Carmen López Mesa; Secretaria General, Remedios López Mesa; Secretaria de Actas, Carmen Mármol Rodríguez; Tesorera, Soledad Carmona Arce, Contadora, Fca. Roca Barrionuevo; Vocal 1º, Antonia Segura de Dios; Vocal 2º, Aurora Invernón Lorente; Vocal 3º, Dolores Galacho Ruiz. En 1928 La Junta Directiva estaba integrada por: Presidenta, Carmen López Mesa; Vicepresidenta, Patrocinio Pérez García; Secretaria, Remedios López Mesa; Vicesecretaria, Carmen Mármol Rodríguez; Tesorera, Soledad Carmona Arce; Contadora, Fca. Roca Barrionuevo; Vocal 1º, Antonia Segura de Dios; Vocal 2º, Aurora Invernón Lorente; Vocal 3º, María Díaz Hidalgo. A.M.M., Secretaría de la Alcaldía y General, Leg 3580 (septiembre 1925); Leg. 3574 (12-1-1928).

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