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PRESENCIA revista de enfermer�a de salud mental ISSN: 1885-0219

 

 

EDITORIAL

 

 

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Violencia en la pareja e inmigración: ¿Cómo ser parte de la solución?

Sepali Guruge,1 Denise Gastaldo2
1 PhD, Daphne Cockwell School of Nursing, Ryerson University, Toronto, Canada. 2 PhD, Lawrence S. Bloomberg Faculty of Nursing, University of Toronto, Toronto, Canada

Manuscrito aceptado el 22.10.2008

Presencia 2008 jul-dic; 4(8)

 

 

 

Cómo citar este documento

Guruge, Sepali; Gastaldo, Denise. Violencia en la pareja e inmigración: ¿Cómo ser parte de la solución? Rev Presencia 2008 jul-dic, 4(8). Disponible en <https://www.index-f.com/presencia/n8/p8801.php> Consultado el

 

    La violencia del compañero íntimo (VCI) conlleva abuso verbal, psicológico, físico o sexual y puede provenir tanto de la actual pareja como de una anterior. La literatura internacional nos muestra que la VCI está presente en todas las comunidades y países, independientemente de la cultura, etnicidad, nivel económico, educación o edad de las personas. Aunque se sabe que hombres y parejas homosexuales también sufren violencia doméstica, la inmensa mayoría de la violencia generada en las parejas es inflingida por hombres hacia mujeres. Como resultado de esta violencia, las mujeres sufren consecuencias físicas y mentales, tanto a corto como a largo plazo: depresión, trastornos del sueño, síntomas relacionados con el estrés postraumático, entre muchos otros. Dado el número y la complejidad de los problemas de salud que las mujeres que sufren la VCI han de afrontar, tienden a usar con más frecuencia los servicios de salud que aquellas que no sufren este tipo de violencia. Cada visita al sistema de salud es una oportunidad para que las enfermeras de salud mental, entre otras, puedan trabajar hacia un empoderamiento de estas mujeres para que manejen sus vidas de una manera más efectiva para ellas y sus familias, atendiendo las circunstancias de cada caso.

Si aceptamos que una práctica clínica de calidad depende de la habilidad profesional de contextualizar información basada en evidencias científicas a la situación del paciente (o cliente, según el sistema sanitario imperante) en particular, es fundamental tomar en consideración el contexto de la vida de las mujeres que pertenecen a ciertos grupos, tal como es el caso de las mujeres inmigrantes que sufren los efectos adversos acumulativos del proceso migratorio. Estos grupos de mujeres son más vulnerables o encuentran mayores barreras al afrontar la VCI dada su frágil posición socioeconómica, etnocultural, política e histórica. En España, se percibe la VCI como un problema público muy serio, debido en parte, al debate social generado por una media de 70 asesinatos de mujeres por sus parejas, cada año, en la última década. Entre las mujeres residentes en España pero no nacidas en el país, la cantidad de violencia experimentada en todas sus formas, incluyendo la VCI, es el doble que en las mujeres nacidas españolas. No obstante, considerar a todas las mujeres inmigrantes como potenciales víctimas de la VCI seria insultante y estigmatizante tanto para ellas como para sus parejas. Como profesionales de la salud de una sociedad que recibe inmigrantes, debemos preguntarnos cuáles son nuestros estereotipos sobre migración, clase social, género y nacionalidad y qué papel juegan estos prejuicios en la manera que manejamos la VCI en nuestra práctica clínica.

Actualmente, hay un aumento en el número de mujeres que se mueven entre países como inmigrantes independientes, refugiadas, trabajadoras indocumentadas, novias por correspondencia, así como las mujeres que son objeto de tráfico de personas. Países como España han experimentado un aumento del número de mujeres inmigrantes que trabajan como cuidadoras de personas dependientes, "canguros" y trabajadoras del servicio doméstico. Una considerable cantidad de cuidados y trabajo doméstico para enfermos y niños es proporcionada en España por mujeres latinoamericanas, árabes y del este de Europa.

En este editorial, queremos llamar la atención acerca de la importancia de tratar la migración como un fenómeno complejo y transnacional y de utilizar un conocimiento social y cultural sólido para dar apoyo a las prácticas de salud. Para ello, proponemos varios elementos que, considerados en la práctica, pueden ayudar a las enfermeras a ser parte de la solución del problema de VCI.

El contexto del proceso migratorio (pre, durante y post-migración) determina la capacidad de respuesta de las mujeres

    Las enfermeras que cuidan de mujeres que han de afrontar la VCI en el periodo post-migración, deben entender cómo la experiencia actual de estas mujeres está determinada por las vivencias que tuvieron antes y durante el proceso migratorio. Por ejemplo, es importante entender la experiencia pre-migratoria de las mujeres, incluyendo el contexto de las tensiones sociales, guerras o experiencias de violencia en el país de origen. Mujeres que son desplazadas, viajan solas o utilizan medios "ilegales" o que fueron víctimas de tráfico de personas, pueden haber experimentado detención, violación y otras formas de trauma en el proceso migratorio.

Además, el contexto de la sociedad de acogida debe ser críticamente analizado. Algunas mujeres experimentarán racismo, clasismo y sexismo en el contexto post-migratorio como no lo han vivido con anterioridad, impidiéndoles alcanzar equidad en su casa, en su comunidad, o en la sociedad en general. Por ejemplo, muchas de estas mujeres (y sus parejas) experimentan en España problemas relacionados con las condiciones de trabajo precario, las barreras lingüísticas y las dificultades para conseguir vivienda segura. A ello se suman los ajustes sociales y geográficos que tuvieron que hacer y que pueden influir en sus respuestas adaptativas. Dejar la pareja abusiva conlleva una serie de repercusiones, como pueden ser: la necesidad de encontrar otro sitio para vivir, el miedo a continuar sufriendo acoso, así como a verse sometida a un sistema de vigilancia estatal y experimentar sexismo y racismo instalados en los sistemas de salud y en los servicios sociales. Por lo tanto, para entender las complejidades sobre esta cuestión, debemos estar atentos a cómo el proceso migratorio, y los contextos asociados al mismo, determinan tanto las vulnerabilidades de las mujeres como su "resiliencia" (capacidad de desarrollo positivo y manutención de la salud a pesar de condiciones adversas).

La relación entre micro, meso y macro-experiencias de violencia

    Las enfermeras que cuidan a mujeres que sufren VCI deben replantearse sus marcos de referencia para la práctica profesional, superando la visión individual de los casos (y previniendo la culpabilización) para poder evaluar la influencia de los micro, meso y macro-factores sociales y económicos, que constituyen la experiencia individual de la salud de estas mujeres. Aunque factores como la edad, el nivel educativo y la lengua pueden ser determinantes, éstos pueden verse influenciados por cuestiones como la dominación masculina en la familia, el estrés, el aislamiento social de la pareja y la pérdida del apoyo social de la familia. Los individuos y las parejas no viven aislados. Su éxito de integrarse en un nuevo país está fuertemente determinado por diversos factores comunitarios y sociales. Estos factores incluyen la recepción de ayuda y de recursos provenientes de los vecinos, el acceso a oportunidades de trabajo, además de contar con el apoyo y el acceso a una comunidad etnocultural establecida con éxito en el país. Los principales factores sociales que influyen en una mejor adaptación de los inmigrantes, incluyen políticas y programas de varias organizaciones, como pueden ser los servicios de inmigración, educación y salud. Si las enfermeras quieren responder efectivamente a través de cuidados y apoyo a las mujeres que viven una situación de VCI, en vez de focalizarse en la dicotomía macro-micro o concentrarse en el terreno de lo individual, deben comprender la continua interacción entre los niveles micro, meso y macro de la sociedad y como estos influyen en lo que ocurre en el ámbito doméstico.

Las manifestaciones individuales de violencia son socialmente producidas

    Las enfermeras que trabajan con víctimas de la VCI deben también tener en cuenta en su práctica profesional cuestiones como: la globalización, el imperialismo cultural, la marginación y el etnocentrismo, que provocan formas, abiertas o encubiertas, de violencia: la creciente brecha entre ricos y pobres de un mismo país, entre grupos étnicos y entre países; el trabajo barato e invisible, en general femenino, que da soporte a los sistemas de bienestar formales e informales de los países ricos; la inestabilidad económica y las crisis financieras; el aumento en el consumo de alcohol y drogas ilegales; el aumento del comercio oficial e ilegal de armas; la erosión de prácticas y valores religiosos y culturales bien establecidos que promovían la cohesión comunitaria. Además, se suman los largos conflictos en ciertas regiones del planeta, los fenómenos migratorios y los desplazamientos a la creciente urbanización que han contribuido a una mayor fragmentación de las familias y a la pérdida de redes sociales de apoyo. Estos procesos y situaciones crean y reproducen inequidades que determinan quiénes tienen acceso a la información, recursos y soportes, que a su vez, afectan negativa y desproporcionadamente a ciertos grupos como niños, mujeres y pobres. La interacción de algunos o todos estos factores impacta negativamente en la habilidad de las mujeres para responder frente a la VCI.

Implicaciones para los profesionales de la salud que cuidan a mujeres inmigrantes

    Existen varios roles y actividades que las enfermeras, y otros profesionales de la salud, deben desarrollar para mejorar la atención a las mujeres que sufren la VCI: aumentar sus habilidades clínicas, actuar como defensoras de sus derechos y desarrollar programas de promoción de la salud. Las enfermeras pueden ofrecer cuidados de calidad en ambientes clínicos, al proveerlos con sensibilidad de género y con competencia cultural, lo que incluye tanto competencias en salud mental y manejo de crisis, como cuidado de lesiones físicas. Dado que muchas enfermeras no fueron formadas para tales roles en el pasado, deberían buscar oportunidades de formación continuada y estancias de formación clínica en centros reconocidos por la calidad de sus servicios.

Las enfermeras también pueden actuar como defensoras de sus derechos dentro del sistema de salud, identificando y cuestionando barreras estructurales de acceso a servicios, tales como carencia de servicios lingüísticos y culturales adecuados (y/o mediadores culturales) para que estas mujeres accedan a información, formación y cuidados. Igualmente, las enfermeras pueden demandar otras soluciones estructurales, que incluyen viviendas asequibles y disponibles, casas transicionales de larga duración para mujeres y niños, albergues temporales, así como enseñanza de la lengua y actualización laboral, servicios de guardería asequible y de calidad, sueldos justos y ecuánimes y con beneficios sociales y oportunidades laborales para asegurarse que las mujeres puedan elegir el responder a una situación de abuso de manera efectiva para si mismas y sus familias.

Finalmente, las enfermeras deben tener un rol activo en la promoción de la salud mental de individuos, familias y comunidades. La promoción de la salud y la prevención primaria de la violencia, que implica a múltiples niveles de proveedores de servicios, tanto públicos como privados, debe ser una prioridad para las enfermeras, para que mejore la salud de las mujeres, inmigrantes o no, y por consiguiente, de la sociedad. Las actividades de promoción de la salud deben contener educación y concienciación pública, incluyendo contenidos sobre el impacto de la violencia contra mujeres y niños; desarrollo de estrategias de empoderamiento y habilidades para la vida cotidiana; programas sobre seguridad y apoyo para las mujeres; y el desarrollo de programas comunitarios para posibilitar a las mujeres la toma de decisiones, es decir, programas que abarquen el bienestar de los niños, de las mujeres y las cuestiones socioeconómicas de toda la familia.

En resumen, los esfuerzos para erradicar la violencia en las parejas y la violencia de género deben superar el ámbito de la "víctima" y de su "pareja violenta" como individuos y centrarse en cómo el entorno social, cultural y político crea condiciones para que estas situaciones todavía ocurran. Debemos concentrar nuestros esfuerzos en las inequidades que conforman la sociedad, el sistema de salud y las vidas de las mujeres. Tal actitud requiere entender las diferencias entre las mujeres y grupos de mujeres y criticar las nociones tradicionales y no ecuánimes de relaciones de género y los procesos que las sostienen. Como enfermeras, debemos tornarnos cuidadoras más efectivas de poblaciones marginadas y vulnerables sin aumentar el estigma que ya vivencian. Liberarse de la opresión, en general, y de la VCI, en particular, ocurrirá cuando sepamos trabajar al nivel de los determinantes sociales de la salud, porque la VCI está conectada a otras formas de violencia que ocurren en la sociedad y también a las posiciones sociales que las mujeres ocupan en sus diversas realidades socioculturales.

Bibliografía

    Guruge, S. The influence of gender, racial, social, and economic inequalities on the production of and responses to intimate partner violence in the post-migration context. PhD thesis, Graduate Department of Nursing Sciences, University of Toronto. Toronto: Universidad de Toronto, 2007.
    Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. El 3,6 % de las mujeres residentes en España declara haber sido víctima de malos tratos durante el último año. Documento disponible en: <https://www.tt.mtas.es/periodico/igualdad/200612/IGU20061220.htm> [Consultado el 25 de Julio de 2008].

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