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TEMPERAMENTVM ISSN 169-6011

 

 

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Las Enfermeras de Guerra: otras formas de participación política de las mujeres

Pilar Díaz Sánchez1
1Profesora de Historia Contemporánea, Universidad Autónoma, Madrid, España

Manuscrito aceptado el 6.11.2005

Temperamentvm 2005; 2

 

 

 

Cómo citar este documento

Díaz Sánchez P. Las Enfermeras de Guerra: otras formas de participación política de las mujeres. Temperamentvm 2005; 2. Disponible en </temperamentum/tn2/t0611.php> Consultado el

 

Las guerras son una actividad relacionada directamente con la concepción patriarcal de la política, de ahí que en los conflictos bélicos las mujeres hayan tenido casi siempre el papel de víctimas y no el de agentes activos. Esto no quiere decir que las mujeres hayan estado al margen o no hayan tomado partido en las contiendas. Las mujeres como elementos integrantes de una sociedad, se han visto forzadas a posicionarse en uno u otro bando y, con más frecuencia de lo que parece, han tenido una parte activa en los mismos. Sin embargo, y precisamente debido a este carácter patriarcal y dominante de género, la presencia de las mujeres se ha ocultado, minimizado o tergiversado. Sólo en las últimas décadas la historia de las mujeres o la historia de género, vinculadas ambas corrientes al feminismo más activo, han sabido sacar a la luz la participación de las mujeres en los conflictos bélicos (Nash y Tavera, 2003). Gracias a estos estudios cada vez son más los trabajos que destacan el papel que las mujeres han desempeñado en las guerras y una de la actividad más importante en las mismas, es sin duda el oficio de enfermeras.

Para llevar a cabo la visibilidad de las mujeres es necesario diversificar las fuentes de estudio, ya que si se recurre a las fuentes tradicionales, las que emanan directamente de los responsables de los conflictos, resulta altamente improbable que se destaque las actuaciones en las que tienen presencia las mujeres. El ejército, protagonista activo de las guerras, es la institución que más directamente está relacionada con el rol de género de la masculinidad, de ahí el rechazo a la imagen de las mujeres hasta un periodo demasiado próximo a nuestros días. Una de las fuentes que más está contribuyendo a la recuperación del papel de las mujeres en la historia en general,- y en el caso de las guerras que nos ocupa en particular-, son las fuentes orales. Desde la década de los ochenta del siglo pasado, una buena parte de los estudios que tienen por protagonistas a mujeres, recurren a la metodología oral para recoger información y elaborar fuentes sonoras que puedan servir de estudio a la comunidad científica que lo solicite. Otras fuentes de estudio de interés son las memorias de las protagonistas y las fuentes icónicas (carteles, fotografías y documentales). Estas fuentes han resultado imprescindibles para destacar la participación de las mujeres en la Guerra Civil española.

En el siglo XX la presencia de las enfermeras en las contiendas se hace cada vez más frecuente y con ellas la nueva forma de entender el entorno hospitalario y los cuidados higiénicos y asistenciales (Hernández Conesa, 1995). Las dos guerras mundiales fueron especialmente mortíferas y ampliaron, aún más si cabe, la mortandad por enfermedades a toda la población.

Durante la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918) las ametralladoras aumentaron el poder de los fusiles y los gases venenosos fosfeno, cloro gaseosos, gas mostaza mataron más de 90.000 soldados y provocaron daños pulmonares a más de 1,3 millones de personas. La capacidad de matar se ampliaba con las enfermedades y las epidemias, sobre todo: el tifus, que se ensañó con los ejércitos de Rusia y Austria (Ferro, 1997). La desnutrición, el raquitismo, la tuberculosis, las secuelas físicas y psíquicas fueron los resultados aterradores de la guerra. El resultado fue 8,5 millones de soldados muertos, 21 millones de heridos y muertes civiles por acciones militares. Fue en la Gran Guerra cuando empezó a generalizarse la presencia de enfermeras en los frentes de batalla y en retaguardia, soportando unas durísimas condiciones de vida.

En la Segunda Guerra Mundial, sólo en el ejército norteamericano sirvieron 60.000 enfermeras, desempeñando su labor tanto en hospitales de campo, como en retaguardia o a bordo de trenes, barcos-hospitales u otros medios de transporte. La mayoría de hospitales de guerra eran móviles, formados con tiendas de campaña que se montaban y desmontaban según la evolución del conflicto. Además de la formación médica las enfermeras recibían una instrucción militar de cuatro semanas y se procuraba hacer especial hincapié en la atención psiquiátrica. La mayoría de las enfermeras norteamericanas eran de raza blanca, solamente al final del conflicto fueron incrementándose las enfermeras de color. Una veintena de enfermeras soportaba el trabajo de atención médica de un centenar de heridos, por término medio. Sólo los heridos más graves eran evacuados, el resto permanecía en hospitalización de campaña. Para el transporte de heridos se contaba con las enfermeras que debían acompañar las expediciones sirviendo de apoyo a los equipos médicos y de compañía a los heridos. Las bajas producidas en estas expediciones fueron muy altas y numerosas enfermeras murieron en el ejercicio de su profesión.

En la Guerra Civil española (1936-1939) las mujeres prestaron sus servicios como enfermeras en uno y otro frente. Mientras en el bando republicano las mujeres desempeñaron tareas de ayuda de toda índole, desde trabajar en fábricas de confección, hasta la permanencia en el frente (aunque por un corto periodo de tiempo), en el bando sublevado, fue sobre todo la ayuda en retaguardia con trabajos de enfermería la principal actividad de las mujeres, incluso algunas recibieron la categoría de "mártires", como las tres jóvenes enfermeras, fusiladas en Somiedo (Asturias) en 1936. En su ciudad, Astorga, (León) tienen el nombre de una calle, un monumento funerario y una lápida en la que el Papa Pío XII concede indulgencias por las plegarias que se recen "a las benditas almas" de estas mártires a las que Concha Espina inmortalizó en su libro Princesas del Martirio. En el bando republicano una fosa común en Valdediós, a 10 kilómetros de Villaviciosa (Asturias), descubrió en el año 2003, 23 cadáveres de personal sanitario, la mayoría enfermeras, fusiladas por el bando franquista en octubre de 1937 (El País, 28 de julio de 2003), demostrando el sacrificio que sufrieron las mujeres en la contienda, aunque en este último caso el olvido haya ocultado hasta nuestros días su recuerdo (Andina Díaz, 2004).

El nombramiento de una mujer, Federica Montseny ministra de Sanidad y Asistencia social, de noviembre de 1936 a mayo de 1937, provocó un cambio sustancial en la consideración del papel social de las mujeres en relación a la asistencia social. En primer lugar se nombró a mujeres en puestos de responsabilidad determinantes en esos momentos, como a la doctora Amparo Poch y Gascón y a Mercedes Maestre o Eladia Fraudo y Puigdellers. Estos nombramientos tuvieron un efecto dinamizador para la actuación de otras mujeres que comenzaron a desempeñar otros cargos de responsabilidad hasta entonces vedados a las mujeres (Nash, 1999). La enfermería fue un ámbito de movilización de las mujeres de gran capacidad. A través de distintos medios se pedía a las mujeres su cooperación como enfermeras y se anunciaban cursos rápidos sobre primeros auxilios y cuidados de enfermería en los que se apuntaron gran cantidad de jóvenes para trabajar, tanto en retaguardia, como en los frentes. El vacío que dejaron las religiosas y buena parte del personal médico que luchaba en el bando sublevado hizo necesario una rápida campaña de preparación de personal de enfermería para cubrir las necesidades del momento. Se dieron cursos intensivos en distintos lugares para formar lo que se llamó entonces "enfermeras populares", marcando el cambio de una sanidad encaminada a cubrir, por primera vez en España, las necesidades de las capas menos favorecidas de la sociedad. A los cursos de enfermeras accedieron por primera vez jóvenes que no provenían de las clases medias o altas, tal y como venía ocurriendo hasta ahora, sino chicas de clase obrera; alguna de ellas casi niñas, como el caso de Ana Pibernat, formada a los 16 años en el Hospital Militar de Gerona o Ramona Vía, de 14 años, se entregaron a una dura tarea en la que la práctica brutal de asistencia en el frente, suplió las carencias de formación reglada (Nash, 1999). Gracias a los testimonios orales recogidos recientemente se puede acceder a la experiencia de otra de estas enfermeras de guerra:

En el frente mismo, (...) eran las balas las que te caían por aquí y por allí. Ellas trabajaban cuando había un montón de muertos y se los traían en las camillas a los hospitales, ellas estaban allí. Atendían a los enfermos, los curaban... Cogían un bisturí, si había que abrir para que sangrara una herida... lo cogían, lo abrían y lo cerraban... Ellas hacían de todo, sí, sí. Estaban preparadas para eso (Entrevista a  F. R. H).

A lo largo de la contienda nacional las organizaciones  femeninas que luchaban en defensa de la República organizaron sistemas propios de formación de enfermeras de guerra. La Agrupación Mujeres Antifascistas o Mujeres Libres (de matiz anarquista) añadían, además de la preparación técnica y el impulso vocacional, el matiz político o revolucionario. Entre estas enfermeras y las que se formaban en la Cruz Roja, integradas en mayor medida por chicas de clases medias o altas, llegó a haber un enfrentamiento de clase, ya que las primeras exigían el mismo prestigio profesional que las de la Cruz Roja y el derecho a encontrar trabajo con la misma facilidad.

La profesionalización de la enfermería y el reconocimiento del trabajo de las mujeres en este campo hace que hoy en día sea necesario una revisión historiográfica que resitúe el papel de las mujeres en el lugar que les corresponde en la historia política universal.

Bibliografía

     - Andina Díaz E (2004). Enfermeras del bando nacional en la Guerra Civil española, según el libro "Princesas del Martirio" de Concha Espina. Index Enferm (edición digital); 47. Disponible en:
</index-enfermeria/47revista/47_articulo_61-65.php> Consultado el 2 de Noviembre de 2005.
     - Ferro M (1997). La Gran Guerra 1914-1918. Altaza, Barcelona.
     - Hernández Conesa J (1995). Historia de la enfermería. McGraw-Hill, Madrid.
     - Nash M y Tavera S  (Eds) (2003). Las mujeres y las guerras. El papel de las mujeres en las guerras de la Edad Antigua a la Contemporánea. Icaria, Barcelona.
     - Nash M (1999). Rojas, las mujeres republicanas en la Guerra Civil. Taurus, Madrid.

Fuentes orales

Entrevista a F.R.H. (Enfermera). VII Taller de AEIHM, "Las mujeres como agentes de asistencia social", Almería, 2003. Realizada por Sofía Rodríguez López (SRL), Salamanca (28-IV-2001).

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