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ARCHIVOS DE LA MEMORIA (ISSN: 1699-602X)

 

 

NARRATIVA CLÍNICA

 

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Tendiendo puentes entre la fascinación tecnológica y el sentido común: una reflexión desde la experiencia

María Gálvez González
Enfermera asistencial. Centro de salud de Torrequebrada. Distrito Sanitario Costa del Sol. Málaga, España

Correspondencia: Avda. del Sol s/n, Torrequebrada 29630 Benalmádena (Málaga), España

Manuscrito aceptado el 15.9.2010

Archivos de la Memoria 2011; (8 fasc. 1)

 

 

 

Cómo citar este documento

Gálvez González, María. Tendiendo puentes entre la fascinación tecnológica y el sentido común: una reflexión desde la experiencia. Arch Memoria [en línea]. 2011; (8 fasc. 1). Disponible en <https://www.index-f.com/memoria/8/8111.php> Consultado el

 

 

 

Fascinación tecnológica

    Los avances tecnológicos acaecidos en la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad han transformado de manera vertiginosa la forma en la que los seres humanos vivimos y nos relacionamos. La introducción de este tipo de recursos en nuestra vida diaria posee efectos positivos y negativos a nivel social, político, cultural, económico, etc. La constante revolución tecnológica en la que estamos inmersos se constituye como un factor favorecedor de la transformación de los tradicionales valores sociales: alejamiento de los conceptos de solidaridad, tendencia a un mayor individualismo, etc. Desde el punto de vista estrictamente humano, este cambio de valores sociales impulsa la deshumanización de la persona, la suspensión o desconocimiento de aquello que lo constituye como tal.1

En el ámbito de la salud y de la asistencia sanitaria, la introducción de innovaciones tecnológicas ha provocado un acelerado crecimiento de las pruebas diagnósticas, tratamientos quirúrgicos, medidas de soporte vital, etc., además de una de las modificaciones culturales más significativas de las últimas décadas, que ha traído consigo un cambio en la conceptualización de la asistencia sanitaria (más medios técnicos significa mejor asistencia) y en los perfiles de los profesionales. En torno a esta transformación cultural hay una fabricación de opinión social favorecida por los medios de comunicación, a través de los cuales se nos vende un proyecto de "vida mejor" asociado a la introducción de innovaciones farmacéuticas y tecnológicas en la asistencia sanitaria.2 Desde esta perspectiva, cuestionarse la bondad de las nuevas y emergentes tecnologías adoptando una postura reflexiva y crítica frente a ellas resulta una empresa bastante difícil, ya que constituye un pensamiento imposible. Según Mary Douglas un pensamiento imposible es aquel que es invisible socialmente, que no es considerado como cierto o que se olvida constantemente, por más evidente que sea o por más pruebas objetivas que demuestren que es así.3

La tecnología ha cambiado sustancialmente la forma de cuidar a los pacientes en todas las áreas asistenciales y, concretamente, en las unidades de cuidados intensivos se ha convertido en una gran aliada de la atención al paciente en estado crítico; los recursos de soporte vital han crecido enormemente en las últimas décadas de forma que hoy sobreviven personas que hace relativamente pocos años hubieran fallecido y permiten mantener con vida a pacientes que no tienen posibilidades reales de supervivencia. El arsenal tecnológico, considerado sinónimo de modernización y progreso, aumenta sin cesar, pero este incesante crecimiento no conlleva necesariamente un aumento proporcional de la calidad y efectividad de nuestras intervenciones;4 por el contrario, la alta tecnología puede convertirse en una gran enemiga de la humanización en la asistencia sanitaria. No aceptar las demostradas propiedades de la alta tecnología en la asistencia sanitaria sería entrar en un discurso inútil y absurdo, del mismo modo que no reconocer sus efectos adversos sería insensato por nuestra parte. La tecnología no es neutra y, en consecuencia, posee efectos adversos que son susceptibles de estudio. Uno de los menos reconocido y documentado de todos los efectos adversos provocados por el uso rutinario de recursos técnicos en la asistencia sanitaria es el desvío de cuidado directo que se produce, por parte de los profesionales, desde la persona hacia el conjunto de medios técnicos que soporta la vida del paciente.

Este efecto adverso se ve reforzado por la presencia de dos fenómenos sociales: la medicalización de la vida y la fascinación tecnológica. La medicalización de la vida es un término en auge que está siendo utilizado para describir una situación social caracterizada por la dependencia del sujeto, de la familia y de la propia sociedad hacia la medicina, pero también incluye el estado de control que ejerce la medicina sobre los pensamientos, las conductas y los sentimientos de los individuos.2 La fascinación por la tecnología ha fabricado un nuevo concepto de profesional sanitario competente, y ha convertido en buenos profesionales tan sólo a aquellos que poseen destrezas y conocimientos en el manejo de las últimas tecnologías y técnicas; se huye de las prácticas asistenciales cuerpo a cuerpo, en las que el uso de medios técnicos es mínimo. De esta forma los profesionales sanitarios, primordialmente los pertenecientes a la atención especializada, no cultivan el instinto y la intuición como herramientas de trabajo.

En nuestro sistema sanitario hemos pasado, pues, de practicar el arte de la medicina a practicar la medina tecnológica o medicina basada en tecnología. La medicina tecnológica ha convertido al ser humano en un medio para la acción técnica y la ciencia médica.2 Bajo esta perspectiva, los profesionales de la salud deberíamos repensar el sistema de cuidados que ofertamos a nuestros ciudadanos y colocar al usuario en el lugar que le corresponde dentro de la asistencia sanitaria.

En nuestra práctica diaria, como profesionales de la salud, es frecuente que algún hecho concreto y cotidiano nos haga recapacitar sobre determinados aspectos del cuidado, lo que nos permite colocarnos en la realidad del paciente y adoptar ese necesario enfoque crítico frente a la asistencia. Haciendo uso de la Narrativa Clínica como instrumento para la reflexión, análisis y elaboración de pautas y actuaciones profesionales, a continuación os relato, desde mi compromiso por los pacientes a los que atiendo, un suceso que me invitó a reflexionar sobre mi "fascinación tecnológica".

María

    María es una mujer de 78 años de edad, corpulenta, con cara afable y abundante pelo blanco, actualmente ocupa la cama 20 de mi módulo de trabajo. Fue ingresada con signos claros de insuficiencia cardiaca congestiva hace tres semanas e intervenida por los cirujanos cardiovasculares para un recambio valvular aórtico hace 2 semanas.

Después de la cirugía el cuadro clínico de la paciente se complicó significativamente, esta mañana, tras consultar con la familia, se decide colocar catéter para tratamiento sustitutivo renal, mascarilla facial para ventilación mecánica no invasiva y catéter central para soporte vaso-activo.

La instauración de este tipo de medidas requiere un despliegue de medios técnicos muy notable. Tras varias horas de intenso trabajo, la cama 20 quedó transformada en una exposición de alta tecnología caracterizada por sus luces parpadeantes, sus inteligentes alarmas audiovisuales, sus pantallas táctiles y sus modernos diseños: un verdadero espectáculo de luces, colores y sonidos.

El desfile de profesionales pregrado y posgrado ávidos por adquirir conocimientos y habilidades en el manejo de estos recursos, como estandarte de su capacidad resolutiva en la clínica, era un signo claro de nuestro frenesí por la tecnología. En un momento dado se contó alrededor de la cama hasta quince personas entre médicos adjuntos, médicos residentes, enfermero responsable, enfermeros de nueva incorporación y alumnos de enfermería. El espacio físico de María, ampliado considerablemente por su dependencia existencial a los medios de soporte vital que la mantenían con vida, estaba delimitado por una nebulosa de profesionales que centraban su atención en las explicaciones técnicas-funcionales de cada una de las medidas usadas en este caso clínico. Quince personas cuidaban y asistían a las máquinas, la pregunta es: ¿Alguien asistía a la persona?.

El estado de dependencia de la enferma era extremo, no tenía fuerzas para movilizar las piernas y hacía mínimos movimientos con los miembros superiores. A las doce horas, aproximadamente, la enferma empezó a levantar el brazo derecho de forma que al moverlo tocaba el catéter y el sistema de hemodiafiltración que tenía conectado. Cada vez que María intentaba levantar la mano, algún miembro de su nebulosa humana volvía la cara hacia ella y le decía: venga tranquila que ya terminamos, no se toque ahí que si no la máquina se estropea. A continuación, le sujetaba sutilmente la mano de forma que impedía el contacto con el catéter. La enferma, que hasta ese momento, a pesar de su estado clínico, se había mostrado tranquila y colaboradora, expresó claramente su angustia y desasosiego moviendo la cabeza lentamente de un lado a otro. Esta situación se repitió durante la mañana en múltiples ocasiones, los profesionales que la rodeaban fueron repitiendo uno a uno la conducta e intervención del primero.

Lentamente y a medida que las explicaciones sobre el funcionamiento y manejo de las medidas técnicas iba concluyendo, los profesionales se retiraban para volver a sus puestos de trabajo. Finalmente, como a las dos y media de la tarde, una vez terminadas todas mis tareas, acerté a acercarme a la enferma, que en no pocas ocasiones había estado bajo mi responsabilidad. Cuando atiné a comprender lo que necesitaba me impactó su petición. La enferma quería agua, tenía la boca completamente llena de sangre seca; sin fuerzas no podía retirarse las fuertes sujeciones de la mascarilla que nos impedía ver la sangre. Las medidas de soporte vital que mantenían con vida el cuerpo de María secuestraban toda nuestra atención y no nos permitía ver a la persona que sustentaba toda aquella tecnología. Me sentí mal conmigo misma, llevaba media mañana escuchando a mis compañeros decirle a la enferma que se tranquilizara, pero si la enferma no se tranquilizaba sería por algo.

María falleció tres días después, sabiendo que se moría, ella había aceptado su propia muerte semanas antes; los profesionales que la asistieron, seducidos por el brillo de la tecnología, tuvieron problemas para aceptar que había llegado el fin, que más tecnología e intervenciones no significaba mejor atención.

Reflexión

    Sin lugar a dudas estamos en la era de las computadoras, de la comunicación vía satélite y de los sistemas de información. Los avances tecnológicos nos permiten recoger datos sobre los pacientes que de otra forma no sería posible y se han convertido en mágicas herramientas de trabajo que facilitan la labor diagnóstica, clínica, quirúrgica, etc. Sin embargo, tal y como podemos comprobar con la lectura de esta narrativa, las facultades de la tecnología, con bastante más frecuencia de la deseada, están sobrevaloradas y dificultan una eficiente valoración de la viabilidad real del paciente crítico.

La introducción de innovaciones tecnológicas en las organizaciones sanitarias afecta a las condiciones de trabajo y transforma la estructura de los costos. El desvío de atención desde la persona a la máquina detallado anteriormente es un claro ejemplo de ello que muestra con dureza nuestro comportamiento ante el imperativo tecnológico. Conocer los motivos que nos llevan a actuar de esta forma, pasa por comprender el significado que la tecnología tiene para nosotros, de forma que aprendamos dónde están los límites de tan valioso avance y cómo podemos minimizar sus efectos nocivos.

En las unidades de cuidados intensivos, paradigma de la modernización y el desarrollo, pero también de la deshumanización, ha desaparecido el ser humano como fin; tratamos un cuerpo, las personas son desatendidas. Sin embargo, los que sufren no son los cuerpos, son las personas. Hablar de humanización en el mundo de la salud y el sufrimiento es hablar de la persona vulnerable, pero de la persona en su globalidad, en su dimensión física, intelectual, emotiva, social y espiritual. Humanizar una realidad consiste en impregnarla de valores genuinamente humanos, que van más allá del valor del uso de las técnicas para luchar contra las adversidades de la vida. Humanizar es, pues, un proceso complejo que comprende todas las dimensiones de la persona y que va desde la política hasta la cultura, la organización sanitaria, la formación de los profesionales de la salud, el desarrollo de planes de cuidados, etc.5 La conquista de la humanización en la asistencia sanitaria precisa de elevadas dosis de racionalidad y autocrítica.

Si nos atenemos a la historia de María, podríamos justificarnos alegando que atender las peticiones de una enferma agonizante en medio de un tsunami de profesionales sanitarios y medios técnicos es bastante difícil; podríamos decir que las exigencias de los medios técnicos nos desbordan. No obstante, escudarnos en la inercia de la rutina cotidiana, en la capacidad que tiene la alta tecnología para absorber nuestra atención y en la presión asistencial, es una forma usual de no aceptar nuestra responsabilidad directa en el necesario y contundente cambio que precisa la asistencia sanitaria en este tipo de ámbitos. Si la lógica discursiva de nuestras explicaciones no se adapta a la realidad que nos rodea, quizás deberíamos poner en crisis nuestra forma actual de entender la adecuada asistencia sanitaria, con el objetivo de dejar de ser fetiches de la técnica.

La práctica de la medicina tecnológica puede llevar a situaciones paradójicas y duales como la descrita en este narrativa, en las que los profesionales sentimos que hemos actuado con efectividad y competencia cuando estamos sometiendo a nuestros pacientes a las democráticas normas de una "silenciosa camisa de fuerza". La pasión, exaltación y fascinación por la tecnología es un fenómeno relativamente nuevo que está cambiando radicalmente nuestra forma de entender la salud y la enfermedad.

Algunas preguntas

    Este es un relato sobre el sufrimiento ajeno, vivirlo desde la perspectiva profesional de forma cotidiana ha tocado todos mis registros de la esperanza y desesperanza. Tal es así que me pregunto en voz alta: ¿Es el brillo tecnológico el que guía la actuación de los profesionales sanitarios y las expectativas de los ciudadanos?

Bajo las circunstancias descritas en esta narrativa: ¿Es esperable una asistencia sanitaria de calidad? ¿Hacemos uso adecuado de los recursos tecnológicos y de soporte vital de los que disponemos en nuestras unidades?

Agradecimientos

    Esta narrativa clínica se la dedico a todos mis compañeros de trabajo de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Regional Carlos Haya. Gracias por acompañarme en esta desértica y a la vez hiper-poblada travesía del sufrimiento ajeno. Sin vuestro apoyo y consideración no habría sido posible.

Bibliografía

1. Hurtado León, Iván; Toro Garrido, Josefina. Paradigmas y métodos de investigación en tiempos de cambio. Colección Minerva. 1ª ed. Venezuela: CEC SA; 2007.
2. Gálvez Toro, Alberto. La medina bajo sospecha: siete ejercicios especulativos. 1ª ed. Granada: Fundación Index; 2002.
3. Douglas, Mary. Cómo piensan las instituciones. 1ª ed. Madrid: Alianza editorial; 1986.
4. Gérvas, Juan; Pérez Fernández, Mercedes. Uso apropiado de los métodos diagnósticos en la decisión clínica. AMF 2006; 2(6): 357-365.
5. Barbero, Javier. La ética del cuidado. En :Gafo J, Amor JR, editores. Deficiencia mental y final de la vida. 1ª ed. Madrid: PROMI; 2000. p 125-152.

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