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El V Congreso de Historia de la Enfermería, Sócrates y yo

Carmen Chamizo Vega
Enfermera. Asturias

Index de Enfermería [Index Enferm] 2001; 35; 54-55

 

 

 

 

 

 

 

Cómo citar este documento

 

 

Chamizo Vega C. El V Congreso de Historia de la Enfermería, Sócrates y yo. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2001; 35. Disponible en <https://www.index-f.com/index-enfermeria/35revista/35_articulo_54-55.php> Consultado el

 

 

 

Sr. Director: El V Congreso de Historia de la Enfermería española, celebrado los pasados 23, 24 y 25 de Octubre en Sevilla, me ha dado la oportunidad de incorporar nuevos conocimientos, tener nuevas amistades y la oportunidad de sentir nuevas emociones y desarrollar pensamientos que enriquecen mi vida. De las comunicaciones y ponencias, así como las conclusiones se hará eco la Revista Híades, patrocinadora oficial del Congreso, de las amistades ni que decir tiene que se encuentran en mi corazón; así pues, el presente artículo se centrará en las reflexiones originadas a partir de dicho evento.
      Un sabor agridulce se sumaba a la despedida en el aeropuerto de Sevilla por dos grandes amigos. No sabía si era debido a la reunión y al vino español de última hora, a tanta pose acumulada al despedirme para no llorar,  o simplemente la digestión pesada de ambos elementos. Sentada en el avión que me llevaba a Madrid comencé a leer un libro que me había regalado mi compañero de mesa y mensajero de paz y bienestar (Las consolaciones de la Filosofía de Alain de Botton y obsequio de FLL). El primer capítulo trataba sobre la Impopularidad y para ello utilizaba el cuadro que se encuentra en el Museo Metropolitano de Londres y pintado por Jacques - Louis David en 1786: Sócrates, condenado a muerte por los Atenienses, se dispone a beber una copa de cicuta en medio del desconsuelo de sus amigos. Por ilustrar un poco más el tema, diré que Sócrates fue denunciado por tres ciudadanos atenienses en la primavera del año 399 a.C. Le acusaron de no adorar a los dioses de la ciudad, de introducir novedades religiosas y de corromper la juventud de Atenas. Pero el filósofo no se doblegó ante la impopularidad y la condena del estado, porque su confianza brotaba de un manantial más profundo que la bravura o la exaltación impetuosa. Se cimentaba en la Filosofía, dicha filosofía había provisto a Sócrates de las convicciones en virtud de las cuales fue capaz de tener confianza racional, opuesta a la histérica, a la hora de afrontar la desaprobación.
     Como dice el autor, en toda sociedad se manejan nociones referentes a qué creer y cómo comportarnos con el fin de evitar la desconfianza y la impopularidad; y resultaría extraño e incluso violento empezar a cuestionar estas convenciones, pero no sólo la hostilidad ajena puede disuadirnos de nuestra posición. Incluso puede hacernos dudar el sentimiento de que, lo que opinan los demás, debe de tener un sólido fundamento, aunque no acertemos a conocer con precisión de cual se trata, ya que han contado con la adhesión de muchísima gente durante largo tiempo. Se nos antoja poco probable que nuestra sociedad  pueda hallarse gravemente equivocada en sus creencias y que al mismo tiempo, seamos los únicos en advertir esa circunstancia. Sofocamos nuestras dudas y seguimos la corriente porque no somos capaces de concebirnos como pioneros de verdades difíciles e ignoradas hasta la fecha. Pero he aquí que mi corazón comienza a latir deprisa, la boca se abre sola y aquél quiere salir por ella. ¿Qué hacer entonces?. Es cuando en busca de ayuda para superar la docilidad dirijo la mirada a la filosofía (philo,amor y sophia, sabiduría) y los ejemplos de la vida de Sócrates me hacen pensar que los otros pueden estar equivocados, incluso si ocupan importantes posiciones o si participan de las creencias defendidas durante siglos por amplias mayorías... y la razón es simple: no han sometido sus creencias a escrutinio lógico.
     El filósofo dice que no se necesitan años de educación formal, cualquiera que esté dotado de una mente curiosa y bien organizada, pretenda evaluar una creencia o sentido común, puede entablar una conversación callejera con un amigo y mediante, un método socrático, logrará desembocar en un par de ideas audaces en menos de media hora. El método socrático de examen del sentido común se resume así: Un enunciado correcto es aquel que no puede contradecirse racionalmente. Un enunciado es verdadero si no puede ser refutado. Si la refutación es posible, por elevados que sean el número y la categoría de quienes lo suscriben, el enunciado será falso y acertaremos al ponerlo en duda.
     Por ello, mi pregunta: ¿quién decide qué es importante tratar respecto a la Historia de la Enfermería española?. En mi opinión la respuesta es múltiple y un Congreso es un lugar donde se opina y se habla de múltiples aspectos referente al tema, en este caso, de la Historia de la Enfermería. Puntos de vista diferentes y la  multiplicidad originarán riqueza, la fuente de ideas para el desarrollo de la disciplina y operatividad para la sociedad y al fin y al cabo para la profesión.
     Tras esa constante en mi pensamiento, propuse una idea al Seminario de Historia de la enfermería y catalizador de los Congresos de Historia de la enfermería: la posibilidad de realizar en  el próximo Congreso (en Alcalá de Henares) una exposición biográfica conjunta de todas las autonomías, donde pudiéramos conocer  "nombres y apellidos" de  enfermeras españolas que hayan sido relevantes para nuestra historia y la "filosofía" que impregnaron en sus actos. Así mismo insté a los presentes a solicitar y  presentar proyectos conjuntos, bien al FIS o a otras agencias de financiación, intercambios internacionales entre profesores de universidades latinoamericanas expertos en Historia de la Enfermería y posteriormente dar a conocer las líneas o grupos de trabajo, para que se vayan sumando nuevos investigadores.
     Absorta en mis pensamientos en la sala de espera del aeropuerto de Madrid, a punto estuve de perder el avión que me llevaría a mi destino final: Asturias. Una vez acomodada en el avión, la prensa del día me ofrecía la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias y en la foto recoge el Premio de las Letras, Doris Lessing, una mujer culta y sencilla, feminista  y actual a sus ochenta y tantos años (calculo yo) y que con su vida expresa lo más esencial: la cultura es algo que une y se enriquece con la diversidad. En su discurso dice: "en la Edad Media la gente era más culta en general, porque los viajeros compartían referencias e informaciones que conformaban la historia compartida de lo mejor que la mente humana había pensado, dicho y sentido...". Una vez más recordé el Congreso de donde venía y me sentía satisfecha con las palabras que expresé en alto y que realicé con la ocasión de la presentación de las Actas del anterior congreso celebrado en Gijón, y que adapté de Paulo Coello (El peregrino de Compostela): "Todo Camino de  Sabiduría debe de tener tres ingredientes:
     -Agape o el amor que todo lo invade, el entusiasmo, la generosidad.
     -Una aplicación práctica en la vida, pues si no, la sabiduría se vuelve inútil, no crea, ni se desarrolla.
     -Tiene que ser un Camino que pueda recorrer cualquier persona".
     Tomé tierra y llegué a casa, donde mis hijos y mi entorno me decían que era madre, esposa, hija, nieta, vecina y un sin fin de aspectos, además de enfermera interesada por la evolución de mi profesión. Esa era mi realidad, la Enfermería era un aspecto más de mí y la riqueza cultural de mi entorno me hizo ver, una vez más, que no debía dejar mi esfuerzo en convencer a nadie de lo que creo.
     Esa misma noche, en el silencio, leía el fin del capítulo comenzado en  el aeropuerto de Sevilla, y cómo a sus 70 años,  Sócrates se precipitó en el ojo del huracán por no venerar a los dioses de la ciudad, alentar a los jóvenes a pensar otra cosa distinta a sus padres y a procurar modificar el tejido social ateniense. Su dedicación a la Filosofía venía motivada por un simple deseo de mejorar la vida de los atenienses, los cuales poco después de condenarle a muerte erigieron una estatua de bronce en su honor. El capítulo terminaba así: La validez de una idea o acción no está en función de su amplia aceptación, ni de su vasta detracción, si no de su grado de obediencia a las leyes de la lógica.
     Me dormí tranquila, no sin antes dar gracias a  Sócrates, a mis amigos y amigas y en especial a quien me regaló el libro y a quienes nos hicieron pasar tan buenos momentos, a los organizadores del Congreso, a los que me entendieron y a los que no están de acuerdo conmigo, y sobre todo di gracias, porque me sentía bien y a gusto con mi vida.
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