Conoce los secretos de la Cantárida
Don Galo,
sujeto a los contratiempos de la época, había visto desmoronarse el edificio de
su peinado. Un inglés, conocido suyo, le había dicho en aquella ocasión que los
remedios debían ser enérgicos para hacer el efecto deseado; que las moscas,
leones, osos, etc., eran lenitivos, y que debía acudir a la mosca cantárida,
desleída en algún espíritu fuerte; que era éste un remedio no sólo conservador,
sino restaurador. Don Galo se apresuró a seguir el consejo; pero séase que el
remedio en si no tuviese el debido efecto sino sobre un cráneo inglés, o que
don Galo con su deseo de lucir una cabellera de segunda edición corregida y
aumentada, exagerase las dosis del medicamento, ello es que la mañana siguiente
a la noche en que se lo administró, amaneció en una disposición, que parado
ante su espejo, atónito y estupefacto, se estuvo un cuarto de hora sin poder
darse cuenta de si lo que tenía sobre sus hombros era una cabeza humana o bien
una calabaza. Convencido de su desgracia, se metió en la cama, dijo que tenía
un cólico; exclamó que los ingleses se habían empeñado en que a los españoles
no les luciese el pelo; mandó venir a un peluquero y mandole hacer cuatro
pelucas, que llevó desde aquella catástrofe alternativamente.
Clemencia, de Fernán Caballero (Cecilia Böhl de
Faber), en 1852
Y es el caso que como este
caballero ya tendría sus sesenta años cuando se casó con mujer muy moza y
hermosa, ¡ahí es una niñería!, pareciéndole que no cumplía bien con su obligación,
comunicó esta materia con algún médico o cirujano amigo que le dio una bebida,
dijeron de cantárida prevenida, con que él
debió cumplir bien con su obligación pero le costó la vida, pero mientras vivió
reconocí siempre la novia muy contenta y los más de los días se estaban los
días enteros en la cama juntos y mientras estuvo malo de la enfermedad que
murió nunca apartaron cama.
Memorias, de
Raimundo
de Lantery, 1949