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TEMPERAMENTVM ISSN 169-6011 2016 n24 t2408

 

 

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Dra. Rosamaria Alberdi

 

Discurso de investidura
La conciencia del fuego. La enseñanza universitaria del cuidado

Rosamaría Alberdi
Doctora Honoris Causa por la Universidad de Murcia, España

Temperamentvm 2016; 24

 

 

 

Cómo citar este documento

Alberdi, Rosamaría. Discurso de investidura: La conciencia del fuego. La enseñanza universitaria del cuidado. Temperamentvm 2016, 24. Disponible en <https://www.index-f.com/temperamentum/tn24/t2408.php> Consultado el

 

 

 

    Magnífico y Excelentísimo Sr. Rector de la Universidad de Murcia, Autoridades académicas, Claustro de profesores de la Universidad de Murcia y comunidad académica, Señoras y Señores, amigas y amigos.

Hoy es un día de celebración pero, sobre todo, es un día de agradecimiento. Y saber agradecer ha sido mi máximo empeño durante todo el tiempo que he dedicado a pensar y escribir este texto.

Aun así, de entrada les digo que debo dar las gracias a tantas personas y en nombre de tantas otras que, es seguro, que no me llegará la voz ni las palabras. Por eso confío en que su generosidad sabrá suplirme allí donde no alcance.

Naturalmente, a quien primero hay que dar las gracias es a la Universidad de Murcia, que a través de su Facultad de Enfermería, ha tenido a bien concederme este doctorado que me permite integrarme en la misma. Formar parte del Claustro de una Universidad rigurosa, prestigiosa y avanzada, me honra de manera especial.

Incorporarme como una nueva miembro de la misma, me hace comprometer mi solidaridad, mi conocimiento y mis ánimos en todo aquello que la atañe y especialmente en lo que se considere que requiere mi concurso.

El segundo y muy especial agradecimiento es para la Dra. Pilar Almansa. Persona inteligente, visionaria, trabajadora y buena ¡Qué suerte que creyera en que mi trayectoria profesional podría justificar el alto honor de este doctorado  y qué bueno que haya tenido la fuerza y la capacidad para hacer el camino que nos ha traído hasta aquí!

Tengan la seguridad, señoras y señores académicos, que mis lazos de afecto, respeto y gratitud, así como los intereses profesionales y docentes que me unen con la Dra. Almansa, me recordaran cada día el compromiso que he adquirido con esta Universidad.

Y el tercer agradecimiento es para todas aquellas y aquellos que nos han acompañado en el viaje. Gratitud especial para el "grupo pequeño", formado por mujeres tan grandes (Gloria Gallego, Núria Cuxart y Bruna Mola) y para todas aquellas enfermeras y enfermeros que, a título individual o institucional, quisieron adherirse a la propuesta de mi doctorado. Naturalmente, esto ha significado un gran apoyo para Pilar Almansa pero para mí ha sido algo especial.

Como es sabido, los seres humanos hacemos muchas cosas a la vez: sostenemos a nuestro hijo y le acariciamos, identificamos al recién llegado y le sonreímos para darle la bienvenida, preguntamos a un alumno sobre el contenido de una cuestión mientras valoramos si aquel concepto clave quedó suficientemente claro en nuestra explicación... Y así ha pasado con las adhesiones a la candidatura del doctorado que se han producido: cada apoyo, formal o informal, que llegaba iba entrelazándose con los otros, formando un inmenso caudal de afecto para el que sólo tengo agradecimiento, agradecimiento y agradecimiento.

He intentado nombrar a los muchos a los que debo gratitud y ahora quiero explicarles porque he dicho que agradezco también en nombre de muchos. Es sencillo y seguro que lo imaginan: siento y así lo he manifestado cada vez que he tenido ocasión, que este es un doctorado compartido.

Pertenezco a un pueblo que baila cogido de la mano y así ha sido también mi vida profesional. He caminado de la mano de muchas enfermeras. Unas veces tiré yo de la fila pero muchas otras, seguí el camino que ya habían abierto otras. Por eso creo que este doctorado nos ha sido concedido a todo el grupo de personas con las que hemos llegado hasta aquí.

Para aclarar esta idea voy a referirme, otra vez, a mi origen. Catalunya, tiene entre sus tradiciones más identificadoras, "els castellers", la realización de castillos humanos. En esos ejercicios de precisión, estrategia y fuerza, hay siempre una o uno que sube hasta arriba y señala que el objetivo se ha cumplido, poniéndose de pie y levantando el brazo.

Tiene mérito el o la anxeneta, que ese es el nombre que la damos a quien sube. Tiene mérito y no se lo quito de ninguna manera. Pero igual mérito tiene cada una de las personas que forman la base del castillo. Por eso, este doctorado lo agradezco en nombre de muchas enfermeras: en nombre de todas  aquellas sin las que, de ningún modo, podría estar hoy aquí, levantando la mano para celebrar que la profesión enfermera en España ha cumplido un objetivo muy importante. Objetivo que no es otro que haber llegado al final de un deseadísimo camino de normalización: el de conseguir que una trayectoria profesional enfermera sea, también, reconocida con el más alto honor que otorga la Universidad.

Sé que estoy situada en una excepcionalidad temporal porque otras Universidades y apelo a las que están aquí representadas, no tardarán en encontrar trayectorias que merecen la concesión de doctorados honoris causa. Les aseguro que será fácil justificarlos.

Explicada esta parte esencial, paso a continuación a hablarles de los tres temas que han marcado mi vida profesional: los cuidados, la profesión enfermera y la enseñanza.

Valores, pasiones y amores imprevistos

    Abordaré este apartado desde dos perspectivas. En primer lugar les hablaré de dos de mis pasiones: el cuidado y la enseñanza y de cómo se fueron entrelazando hasta convertirme en la enfermera que soy.

Me ha parecido que contarles los que creo que son los principales motivos que me han traído hasta aquí es una buena manera de compartir con todos Vds. este reconocimiento. Además, integrada  como estoy en un grupo de investigación crítica ¿cómo podría desvincular pensamiento, vivencia y acción?

En segundo lugar, me centraré en reflexionar sobre qué ha significado el encuentro entre las enfermeras españolas y la universidad, que se produjo hace ya casi 40 años, y las consecuencias que tuvo y sigue teniendo.

Empecemos por la parte más personal.

Soy hija de una madre apasionada y republicana y de un padre que creía que el sol salía para todos. Esta mezcla y muchísimas cosas más, han hecho que crea firmemente en la equidad, la cara contextual de la justicia, y en la igualdad de oportunidades como premisa para conseguirla.

Creer en la igualdad de oportunidades me ha hecho ser de izquierdas y feminista y es desde esas dos perspectivas (más o menos ingenuas, más o menos radicales, más o menos visibles) que siempre he enfocado mis objetivos profesionales.

Opino que la mejor estrategia para conseguir estos valores básicos es la educación, de la que se deriva inexorablemente el empoderamiento.

Y he tenido y tengo la suerte de contar con la fuerza de la pasión.

Ese término tan intenso, merece una explicación. Entiendo la pasión como una inclinación y un interés algo excesivo y duradero hacia un tema, una idea o un objeto. Interés que te permite dedicar a esa idea o tema, una energía extraordinaria que, en muchas ocasiones, es restada a otras cuestiones que también te interesan mucho y que, a veces, te convienen más. A veces.

Siempre he intentado domar los excesos de la pasión con la conciencia y la razón, pero sin renunciar a ella. Nunca he querido renunciar porque comparto plenamente la reflexión de Soren Kierkegaard que opinaba que "Quien se pierde en su pasión, pierde menos que el que pierde la pasión".

Explicadas estas cuestiones básicas que me definen, les diré que no llegué al cuidado ni a entender la importancia de la docencia de manera fácil.

Cuando decidía qué iba a estudiar, las opciones nunca incluyeron la carrera de Ayudante Técnico Sanitario (ATS), que ese era el nombre con el que se denominaban los estudios de enfermera en aquella época. Dudaba entre varias posibilidades y, al final, me decidí por hacer Psicología.

Terminado el segundo curso, me matriculé en ATS porque quería ser psicóloga clínica y pensaba que los contenidos de anatomofisiología y de patologías que se daban en ATS, me proporcionarían los elementos que creía faltaban en la carrera de psicología para poder desempeñarme en el área clínica.

Las circunstancias me llevaron a terminar ATS unos meses antes que psicología y encontré fácil trabajo como enfermera.

Cuando terminé mis estudios de ATS no tenía, como muchas y muchos de mis compañeros, ninguna noción sobre lo que ahora entiendo que es el cuidado. No quiere decir eso que las enfermeras de entonces no cuidáramos a los enfermos. Lo hacíamos. Lo que digo es que en la formación que se impartía en las Escuelas de ATS, especialmente en las dependientes de las Facultades de Medicina, raramente se hablaba de los conocimientos que ahora consideramos conceptos disciplinares básicos.

Seguro que en mí había alguna cosa relacionada con el cuidado, una llama quizá, que me hizo sentir cómoda con unos estudios que elegí de forma secundaria y con un trabajo que nunca imaginé que desempeñaría.

Seguramente a mi con el cuidado me pasó lo que José Corredor Matheos dice que pasa con algún viento. Escribe el poeta:

Este viento
que ignora
cuál es el Norte,
el Sur
y el Oeste,
y al que no has dicho nunca
donde estás,
siempre acaba encontrándote.

Sea como sea, el "viento me encontró"  y esto pone de manifiesto que soy una mujer con suerte. Varias veces en la vida, he seguido caminos que me han llevado a objetivos que no hubiera siquiera soñado: llegué a un taller de encuadernación buscando abrigo para un  poemario triste y encontré el mejor amor..., quería saber más de patología y fisiología y me encontré con el cuidado.

Sé que muchas personas con las que comparto este auditorio saben perfectamente a qué me refiero con el término cuidado y por eso les pido a todos ellos que me permitan explicar su significado a aquellos y aquellas que provienen de otras disciplinas. Para hacerlo voy a utilizar una fuente heterodoxa pero creo que da la visión exacta de lo que quiero explicar.

Mi fuente es Jorge Riechmann, filósofo, poeta, activista de la defensa del medio ambiente que nombra el cuidado1 de manera magnífica, hablando libremente de la vida. Dice Riechman:

Sólo hay una respuesta digna frente a la finitud humana-  ante la realidad de la muerte: cuidarnos, acompañarnos, ayudarnos.
Frente a las lógicas de la dominación..., las dinámicas del cuidado. Ahí se decide lo humano.

Y también el mismo autor contrapone el antídoto del cuidado contra el mal de la indiferencia, que a toda enfermera y a todo universitario debería sernos tan ajeno.

Nuestro pecado original no es haber tratado de comer la fruta del Árbol del Conocimiento: es la indiferencia ante el dolor del otro.
Who cares? Es la expresión cotidiana en inglés para decir ¿A quién le importa?. En una sociedad donde se expande ese "contrato de indiferencia mutua"..., cada vez más gente pregunta muchas veces: ¿por qué ha de importarme lo que no me afecte a mi o a mi círculo inmediato?
La pregunta who cares nos remite también a otro ámbito semántico, de importancia crucial: el cuidado. lo contrario de la indiferencia es esa atención a las necesidades del otro sin la cual nada humano... puede prosperar.

Una ATS formada exclusivamente con una orientación médico-curativa, una psicóloga que pensaba que ayudaría mejor a sus pacientes, sabiendo patología médica, se encontró con que la vida la había llevado a trabajar alrededor de lo que define lo humano; a darse cuenta de que podía contribuir a enseñar aquello "sin lo cual nada humano puede prosperar". ¿Cómo hubiera podido renunciar a ello?

No lo hice y así empecé a ponerle nombre a aquella llama que encendía entonces y ha seguido encendiendo en mí, actividades, dedicaciones y proyectos profesionales.

Les decía que entendí también tarde el papel de la Universidad. Estudié psicología, en la Universidad de Barcelona, entre 1968 y 1972. Años en los que la comunidad universitaria española estaba estrechamente vigilada por el franquismo y condicionada por sus políticas, mientras Europa, con epicentro en Paris, cuestionaba cada parte de la estructura universitaria y social.

Conocí una Universidad convulsa, de alumnado reivindicativo y sin libertad.

Era tan real esa pérdida de la libertad que durante muchos años creí que el lema de la Universidad de Barcelona  era perfundet omnia luce o sea, "llena todo de luz". Dicho lema estaba grabado en el escudo situado encima de la barra del bar del edificio en el que estudiaba. Lo leía cada día y me gustaba la idea de que "llenar todo de luz" fuera el objetivo de mi Universidad.

Estaba equivocada. Varios años después, terminadas las carreras, volví a ese bar y el escudo había sido restaurado, recuperándose el lema original que el franquismo había mutilado. El lema que pude leer entonces era: Libertas, perfundet omnia luce. Era la libertad, es la libertad la que llena todo de luz.

Luego supe que en 1939 la dictadura suprimió el lema que había sido empleado en la II República y que el Rector Estapé lo recuperó parcialmente en 1970, época en que yo lo conocí. Hasta 1987, no volvió la "libertad" a la Universidad de Barcelona.

Hasta aquí mis inicios con el cuidado, con la enseñanza universitaria y con la profesión. Es posible que me haya demorado excesivamente en contarles la parte vivencial pero espero que me disculpe el hecho de que al hablar de mi experiencia, en realidad, he estado contando la de muchas otras personas: Muchas enfermeras y enfermeros que estudiaron una carrera que acotaba fuertemente sus responsabilidades y su autonomía profesional. Y todos los que estudiamos en España hasta los años 80, por ser optimista, vivimos una universidad llena de sombras y sin libertad.

En esas fechas, concretamente en 1977, hace casi 40 años, las enfermeras españolas consiguieron que los estudios de Enfermería se integraran en la Universidad. Ello fue posible gracias a la claridad en el objetivo a conseguir y gracias, sobre todo, a las estrategias de resistencia que supieron oponer a los limitantes planes que se volvían a prever para ellas.

Permítanme ahora que les hable de ese encuentro.

Un encuentro que creó conciencia

    Aquel no fue un encuentro fácil. Éramos desconocidos el uno para el otro y además acudíamos con expectativas muy diversas: importantes, trascendentales incluso, para las enfermeras, no tanto para la universidad que acogió a un numeroso colectivo del que apenas conocía todas sus posibilidades de encaje, desarrollo y aportación a la academia.

De todas maneras, el encuentro se produjo y ha sido y es enormemente fructífero para todos: sociedad, universidad, enfermeras.

Como Vds. saben, la palabra encuentro tiene varias acepciones. La más común es "reunión, coincidencia en un mismo lugar".2 Y eso fue lo que pasó: coincidimos en un mismo ámbito y todos tuvimos que hacernos sitio. La universidad debió encontrarnos acomodo en sus aulas, en sus despachos, en sus registros, en su diseño y en sus evaluaciones. Y las enfermeras debimos adaptarnos a ellos y aceptar, de igual a igual, otras perspectivas en la configuración y en la enseñanza de nuestra disciplina.

Si profundizamos en las acepciones, veremos el término encontrar -del que deriva encuentro-, en su forma reflexiva significa también "tomar conciencia de que se está de determinada manera". Y a mi me gusta esta acepción para lo que ha ido ocurriendo entre las enfermeras y la universidad.

La institución académica "ha tomado conciencia" de que las enfermeras desarrollan en su seno  todo tipo de responsabilidades: son profesoras de todos los rangos, realizan doctorados, proyectos de investigación, de excelencia, ocupan cargos académicos, hacen innovación, acceden a los reconocimientos docentes y de investigación. Y también hay clara conciencia de que la nuestra es una titulación que nutre a la universidad con un importantísimo número de alumnas y alumnos, estando casi siempre entre las de mayor  demanda.

Las enfermeras también "tomamos conciencia" de que la universidad es el lugar adecuado para el desarrollo de una disciplina como la nuestra que exige un nivel de reflexión profunda y la constante revisión crítica e innovadora de sus contenidos.

Eso es así porque tenemos la responsabilidad de formar profesionales que adaptan constantemente su trabajo a las personas y los grupos que cuidan ( a sus necesidades, a su concepto de salud, a sus capacidades para conseguir la autonomía y a sus circunstancias sociales). Trabajo que, además, en la inmensa mayoría de los casos, se basa en el establecimiento de una relación interpersonal que es la que permite el acto del cuidado.

Para aclarar un poco más lo que deseo decir voy a recurrir a Suzanne Gordon que en una de sus últimas intervenciones, habla de la aportación que hacen las enfermeras.3 Utilizo sus palabras precisamente porque no es enfermera sino periodista, experta en cuestiones relacionadas con la medicina, las políticas sanitarias  y  la imagen profesional4 y aporta una visión externa de nuestro trabajo.

Dice Gordon:

Sólo soy una enfermera. Sólo represento la diferencia entre la vida y la muerte, el afrontamiento y  la desesperanza, que una persona pueda permanecer en su casa o tenga que ingresar en una residencia o que una paciente muera agonizando o con dignidad y confort.
Sólo soy una enfermera. Sólo soy el núcleo central en la atención a la salud.

Esos profesionales son los que necesita la sociedad y a esos profesionales formamos ¿hay mejor sitio para hacerlo que la universidad?. Creo, sinceramente, que no.

A partir de estas ideas, voy a hablar a continuación sobre el papel que la universidad debe desarrollar en relación al mantenimiento de la calidad de las y los  profesionales que forma. O dicho de un modo más resumido, voy a tratar sobre "la conciencia del fuego".

La conciencia del fuego

    ¿Por qué "la conciencia del fuego" como título de un texto que habla del cuidado y su enseñanza? Permítanme explicarlo.

Creo que la Universidad es, idealmente, el lugar donde arde la llama permanente de la sed de conocimientos que anima a alumnos y profesores y es, también, el sitio apropiado para que se desarrolle la llama del interés, de la vocación en su sentido laico, con la que la mayoría del alumnado llega a los estudios que ha elegido.

La enseñanza universitaria debe partir de esa llama valiosísima para transformarla en el fuego de la conciencia profesional. Dicho de otro modo y centrándome en los estudios de enfermería, de lo que se trata es de agrandar y consolidar esa motivación inicial hacia el cuidado para que constituya la base rigurosa y sólida de la voluntad de servicio excelente y de adaptación constante a las necesidades de la sociedad.

Utilizo esta metáfora del fuego partiendo de un poema sobre un dragón ("En el corazón tengo un dragón que escupe fuego y se desayuna un buey"), peligroso por su tamaño y fuerza, y que, después de muchas vicisitudes, el amor ha logrado embridar. El poema termina explicando que el dragón, aunque feliz en la limitación amorosa de sus potenciales peligros, cada día, quema algo, para no perder la conciencia de su fuego.

...
Ahora
pasea tranquilo
en tus bridas,
aunque cada día
quema algo

Para no perder
la conciencia
de su fuego.

Me sirve esta idea sobre la conciencia del fuego para aplicarlo al servicio que las profesiones cumplen con la sociedad y reflexionar sobre la responsabilidad que debe desarrollar la universidad en este sentido.

Como Vds. bien saben las profesiones surgen, conformándose de una manera definida en cada contexto y momento histórico, porque contribuyen a cubrir una necesidad básica de la sociedad que las crea, contribuyendo a su desarrollo armonioso y eficaz.

En el caso de las profesiones sanitarias en sentido estricto, enfermeras y médicos, considero que existen no es porque estamos enfrentado a la enfermedad y al dolor, a la muerte y a la posibilidad de dar la vida, sino fundamentalmente porque nuestra especificad humana ha hecho que llevemos nuestra compasión a dotarnos de conocimientos para combatir el dolor y sobre todo, para acompañar en su fragilidad a las personas que sufren.

Esa compasión, tomando el término en su sentido de "sentir con la otra persona", se convierte, a través de la tarea clave de la enseñanza universitaria, en el servicio concreto que cada profesión ofrece.

La conciencia de ese servicio y de los conocimientos para llevarlo a cabo con excelencia es el fuego que, a mi modo de ver, la Universidad debe promover en cada alumna, en cada alumno, no solo en la época de su formación básica sino durante toda su vida profesional.

Hasta aquí he reflexionado sobre una de las funciones básicas de la universidad: la de la docencia. Permítanme ahora que hable de algunos obstáculos que dificultan esa fundamental labor.

Las sombras de lo que amo

    Para tratar de esos obstáculos de la forma más clara posible, me van a permitir que acuda nuevamente a la experiencia vivencial. Desde 2004 a 2012, las responsabilidades políticas que había asumido me mantuvieron alejada del día a día de la universidad. Nunca rompí completamente mi vinculación con la docencia (porque una no se separa de sus buenas pasiones y porque siempre supe que regresaría), pero sí perdí la conciencia de la evolución que en ella se iba produciendo.

Al reincorporarme nuevamente, me sentí en casa de manera inmediata, gracias especialmente a la ayuda de mis compañeras y compañeros de Departamento, aunque noté de forma clara que, en esos años, la universidad (la mía y todas), había cambiado profundamente. Por decirlo de forma resumida, percibí que se había producido un "deslizamiento" de las siglas. Me explicaré: el profesorado éramos PDI y ahora somos PI y si acaso, PId, o, al menos, así nos valora la universidad.

No seré yo quien discuta la importancia de la labor investigadora de la universidad (uno de los pocos ámbitos en los que esta puede desarrollarse en libertad, fuera de las presiones indebidas de los financiadores), ni de que esta faceta, que incluye la investigación básica, sea inherente a la responsabilidad que tiene la institución universitaria con la sociedad. No solo no lo discuto sino que lo defiendo. Lo que digo es que, por razones múltiples, la tarea docente no es valorada ni por supuesto evaluada, como creo que debería hacerse.

Pienso sinceramente que ese deslizamiento de las siglas que les comentaba (de PDI a PI o PId), no es azaroso ya que se corresponde con un radical cambio en los valores que orientan al conjunto de la universidad y que tiene como principal consecuencia, la minusvaloración de la docencia.

El origen de todo ello es, a mi entender, lo que se ha venido en denominar "estilo de pensamiento índice de impacto" (Fernández-Ríos y Rodríguez-Díaz).5 Recomiendo encarecidamente la lectura del artículo de esos autores, riguroso, esclarecedor y demoledor, así como las reflexiones de Scherkman6 y de Romero7 Oña8 en las que encontraran perfectamente justificadas las críticas que se hacen al tipo de pensamiento actual en la Universidad española.

No voy a detenerme mucho en ello pero no quiero dejar de señalar como dicen Fernández-Ríos y Rodríguez-Díaz,9 que este tipo de pensamiento centrado en conseguir publicaciones de impacto, "motiva para publicar y "olvidarse" de la docencia... ya que olvida y margina el tiempo dedicado a la preparación de la docencia, la formación interdisciplinar y la lectura. No... facilita la creatividad... ni... el pensamiento crítico".

En una reunión del Grupo de investigación al que estoy adscrita, reflexionábamos sobre este tema y la profesora Sánchez-Cuenca hizo un resumen del estado de la cuestión que suscribo completamente:

La investigación ha dejado de tener la finalidad de explicar fenómenos, construir conocimiento nuevo, mejorar la sociedad, abrir camino para la investigación aplicada. Se ha transformado en una finalidad en sí misma. No se sabe ni importa cuánto y cómo se transfiere  el conocimiento ni para qué debería hacerse.  En la valoración del profesorado universitario ya no se evalúa su capacidad docente ni su compromiso con los estudiantes.

Parto de la inteligente reflexión de Sánchez Cuenca para abordar otros dos obstáculos capitales a los que se enfrenta ahora la universidad: la deficiente evaluación del profesorado y la preterización o postergación del alumnado.

Empecemos con la evaluación del profesorado. No voy a extenderme en este tema, porque creo que hay un amplio consenso en la comunidad académica relativo a que, de manera general, hemos consentido en no disponer de buenos sistemas de evaluación de la docencia y eso, a mi modo de ver, constituye un fraude.

Esta afirmación radical se fundamenta en dos ideas. La primera es que debemos librarnos de una vez por todas de la falacia que consiste en creer que los profesores y profesoras "enseñan" y aceptar que nuestra tarea consiste en abrir puertas al conocimiento y acompañar a aquel que quiere aprender, sosteniéndolo, impulsándolo y motivándolo siempre. En realidad, el trabajo docente estriba solo, y nada menos, que en poner interés y dedicación a que cada uno de nuestros alumnos pueda desarrollar todas sus posibilidades.

La segunda razón por la que afirmo que no disponer de una buena evaluación del profesorado10 es un fraude, es que considero que el cumplimiento cabal de la responsabilidad docente por parte del profesorado, es un derecho de los alumnos y de la sociedad en general. Derecho que debe poder ser exigido cada día y evaluado con las mejores herramientas.

Como les he dicho, el tercer obstáculo que quiero mencionar es que, en muchas ocasiones, la universidad no sitúa de manera suficiente a los alumnos en el centro de sus objetivos y prioridades.

Entiendo que la planificación de la vida universitaria debe girar, en gran manera, alrededor de las capacidades, valores y competencias que se considera que debe adquirir el alumnado, sabiendo que adquirirlos es su responsabilidad. A partir de esta idea ¿no es función también de la universidad el darles el "sitio" adecuado para que las consigan? Cuando digo "sitio" me refiero al espacio físico pero también a los procesos y a los argumentos que los justifican.

A partir de la pregunta sobre el "lugar" que ocupan los estudiantes, se me ocurre que es interesante contestar a las siguientes cuestiones: ¿dónde estudian los alumnos en nuestras universidades y dónde se encuentran para trabajar en grupo?, ¿cómo participan en la evaluación del profesorado y del resto de  los servicios de la universidad?, ¿cómo se integran en las estructuras de  toma de decisiones?, ¿cómo los motivamos para que quieran integrarse y participar?...

He mencionado tres obstáculos que dificultan la función de la universidad: el "pensamiento de impacto", la evaluación del profesorado, el "lugar" de los alumnos y alumnas... He dejado para el final de este apartado, comentar dos cuestiones que afectan especialmente al profesorado y a las Facultades de Enfermería.

Les decía al principio que las enfermeras durante los años que estudiamos ATS, fuimos formadas para la abnegación y la dependencia. No sé si he dejado suficientemente claro que también fuimos educadas para encarnar los limitantes estereotipos con los que la dictadura fascista identificaba a la mujer.

Desafortunadamente, la colonización intelectual funcionó y el conjunto de nuestra profesión y la sociedad, se impregnó de esos estereotipos. Vencerlos ha sido y es una tarea fundamental que hemos desarrollado enfermeros y enfermeras en los últimos 40 años. Como Vds. bien saben, lo estereotipos descalificadores, atentan contra la igualdad de oportunidades y, naturalmente, dificultan el desarrollo de la equidad.

Todo este preámbulo para explicarles que, desafortunadamente, las enfermeras, dentro de la propia universidad, en ocasiones, aún somos juzgadas más por los prejuicios asociados a lo que somos (a nuestro título, a nuestra profesión) que por lo que podemos aportar.

El otro problema actual que no quiero dejar de mencionar es una tendencia alarmante a hacer desaparecer el nombre de nuestro estudio. Me explico.

Parece que las últimas tendencias organizativas aconsejan fusionar Facultades del ámbito sanitario, englobándolas en macrocentros que incluyan todos los estudios. Eso no debe reportar ningún problema si esas fusiones aportan beneficios reales al conjunto de la universidad. También parece lógico que el nombre elegido para esas nuevas Facultades sea general y denomine por igual a todos los estudios alojados en él (a mi entender, Facultad de Ciencias de la salud, podría ser una buena opción).

Desafortunadamente eso no está ocurriendo así porque nuestros compañeros médicos defienden seguir manteniendo el nombre de su disciplina en el título del nuevo centro y muchas personas en la universidad consideran que tienen razón. Y si ello así ¿por qué no tenemos razón las enfermeras cuando defendemos y argumentamos que queremos ser tratadas, también en este caso, con equidad?

No retrocedamos y si las fusiones están justificadas, busquemos nombres adecuados para todos y que no produzcan discriminación ni desigualdad porque ¿hay alguna razón que justifique ninguna de esas dos cosas en la universidad que amamos?

Al tratar sobre los obstáculos hay que terminar siempre hablando de compromiso: del compromiso de intentar su eliminación y de diseñar las estrategias y de asumir los retos que ese trabajo comporta. En ese compromiso están implicados muchos profesores y profesoras y entre ellos y en primera línea, me consta, se encuentra el profesorado enfermero.

Esto es así aún en los momentos más difíciles porque cuando dudamos sobre si se debe permanecer en la lucha, no hay más que acudir al mensaje de Trina Mercader.11 Dice Mercader:

Desde lejos,
me están avisando a gritos:
que no vaya, que no venga,
que no me mueva del sitio.

Que es aquí
donde nacerán los lirios.

 Aquí,
conmigo.

Y me miro.
Y este sembrado que soy
apenas está movido.
Apenas asoma al aire
la promesa de los trigos.

Y quiero andar. Y de nuevo
las voces que el aire trae
me están gritando lo mismo:

que no vaya, que no venga,
que no me mueva del mundo
que estoy sosteniendo en vilo.

Somos muchos los que sostenemos a la academia con nuestro conocimiento, con nuestra pasión y con nuestro amor. Y entre ellos, no lo duden, estamos las enfermeras ocupando un plano importante. Somos muchos, también, los que queremos conseguir una universidad más libre, identificada con las funciones que enunció para ella la Dra. Cortina en esta misma universidad, hace unos meses.12

Propone la doctora Cortina que las obligaciones que lleve a cabo la universidad sean:

El entrenamiento en la búsqueda de la verdad... y de la justicia, generando hábitos de investigación...; la transmisión del saber a las generaciones más jóvenes... [y] a las generaciones de adultos... y la deliberación abierta y crítica, en la comunidad de los que aspiran a lo verdadero y a lo justo.

Les decía que el encuentro entre la universidad y las enfermeras fue fructífero para todos y para que lo siga siendo, la universidad es clave para que la profesión pueda

Desarrollar la "versión" profesional que la sociedad necesita

    Decía que cada época y cada contexto genera una "versión" de la profesión: matiza sus competencias y su desarrollo y con ello, su contribución específica.

Una profesión es, en la práctica, el grupo que sabe cubrir una necesidad del modo en que la sociedad va necesitando, demandando o incluso reclamando. Para asegurar que se está desarrollando la "versión" más adecuada de su aportación, las profesiones deben enfrentarse continua y tenazmente a responder a dos preguntas:

¿Qué permanece y qué está cambiando de las necesidades de la sociedad o del grupo en el ámbito de mi competencia profesional? y

¿Qué características es necesario que adopte, ahora y aquí, la provisión de un servicio excelente?

En estos momentos, la respuesta a estas preguntas nos obliga a mirar más allá de nuestras fronteras, que es donde se encuentran los focos de dolor y marginación que debemos combatir. El informe 2015 de ACNUR,13 por no mencionar el de UNICEF, el de la FAO o los más cercanos de Cáritas o Médicos del Mundo- España, señala que desde 2014 hasta nuestros días, han muerto más de 10.000 personas en el Mediterráneo y que cada minuto, cada minuto, 24 personas son forzadas a huir de su hogar.

Hemos consentido que proliferen nuevos ámbitos de encierro y marginación;14 nuevos ámbitos de sufrimiento que obligan a asumir respuestas más allá de nuestro entorno inmediato. Ante este panorama, las enfermeras se han comprometido con la obligación de  poner en primer plano las palabras esenciales: conciencia, cuidado y protección y de convertirlas en servicio.

Históricamente, la profesión enfermera ha sabido adaptarse a cada contexto socio-cultural y económico y ahora, el desarrollo conceptual y metodológico que ha adquirido en el seno de la universidad, la sitúa en perfecta posición para atender a esas necesidades urgentes, sin abandonar ninguno de los ámbitos que ya desarrolla.

En esa tarea de ampliación de la conciencia y la capacidad profesional que la sociedad reclama a las enfermeras, la universidad tiene un papel fundamental que significa comprometerse con la formación permanente en el cuidado y ampliar su responsabilidad social.15

Para expresar aún mejor lo que quiero decir, utilizaré las palabras del Rector Orihuela,16 que dibuja una universidad: "...para el cultivo y la proliferación de islas virtuosas, personas con buenas prácticas personales , profesionales, académicas y morales para las cuales sea preferible estar en desacuerdo con el mundo que con la propia conciencia...".

Para terminar estas palabras, me van a permitir que resuma cual es el modelo de universidad a la que aspiro. Para hacerlo, voy a utilizar los últimos versos del bellísimo "Canto a Amanda" de Carmen Conde. Dice la poeta:

Gracias por la luz que me descubres
Creíste tanto en mi, me diste tanto
que soy toda de mi. Te reconozco.

Esa universidad en la que creo profundamente y por la seguiré trabajando: nos descubre la luz, cree en aquellos que la formamos y sabe darnos tanto que nos hace ser completa y humanamente nuestros. Esa universidad es a la que quiero reconocer.

Y todos aquellos aspectos que enturbian actualmente este objetivo de despertar la conciencia del fuego del cuidado, de convertirlo en brasa constructora de servicio excelente  y de ayudar a su mantenimiento constante, encontrarán en mi una atenta denunciante y a una tenaz luchadora.

Y al final, la celebración

    Les decía al principio que hoy es también un día de celebración. A través de mis palabras, he intentado ir desgranando los motivos que lo justifican. Son muchos esos motivos  y puede que me hay olvidado alguno pero creo que he citado los fundamentales.

La celebración, como el premio tiene una parte individual y otra compartida. La individual es porque varios aspectos me afectan sólo a mi por el hecho de que tengo el honor de recibir este doctorado. Por eso mis razones de celebración son enormes. Son tan grandes que para ilustrarlas sólo se me ha ocurrido recurrir a Chesterton, que en su poema "Anochecer" las resume todas:

Ahora muere otro día
en el que he tenido ojos, oídos, manos
y el gran mundo alrededor
y mañana empieza otro
¿Por qué se me conceden dos?

A mí se me ha concedido mucho más que otro día, se me ha concedido un honor inmenso que deriva, sobe todo, del reconocimiento que viene de mis pares. Por eso, hoy, todo en mi es agradecimiento y celebración.

Y en cuanto a la fiesta compartida ¿cómo podría ser de otra manera si este homenaje se hace a todas las enfermeras que avanzamos hasta aquí, cogidas de la mano? Y ¿cómo no ha de ser una fiesta compartida si con este acto el conjunto de las enfermeras españolas consigue uno de sus importantes objetivos  como profesión?

He comentado que estoy plenamente convencida de que las enfermeras nunca hemos querido ningún trato de privilegio, ni en la época de nuestro primer encuentro con la Universidad, ni ahora. Solo queríamos, seguimos queriendo y querremos, poder llegar a donde nos corresponda, por nuestros méritos y con igualdad de oportunidades.

Les decía también que alcanzar este doctorado es el fin de un largo camino de normalización y es, a la vez, la constancia de que conseguir el futuro de todos, pasa, indispensablemente,  por convertirlo en el presente de alguien. Eso ha hecho la Universidad de Murcia, gracias a la visión pionera y al trabajo inteligente de la Dra. Almansa.

Entonces, no hay más que motivos para la celebración compartida y a mi no se me ha ocurrido otra manera de invitar a todo el mundo a ella que adaptar a estas circunstancias, un pequeño poema "celebrador"...

Celebro
los pasos seguros
que llegan a casa

Celebro
reconocer la sombra
que me sigue

Celebro
el amor que encierra
una palabra

Celebro
los rayos de la pasión
y la señal que me dejan

Y celebro,
celebro
celebro
nuestra voz
y el universo que resuena

Gracias, gracias, gracias.

                                        Palma, 22 de noviembre de 2016
 

Notas bibliográficas

1. Riechmann, Jorge. Fracasar mejor. Zaragoza: Olifante; 2013.
2. Diccionario de la Real Academia  Española. Disponible en:
https://www.rae.es/
3. Gordon Suzanne. Conferencia en la National Association of School Nurses. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=BHYjkHyUl98
4. Para más información sobre el trabajo de Suzanne Gordon puede consultarse:
https://ginj.co/meet-suzanne
5. Fernández-Ríos L, Rodríguez-Díaz J. The "impact factor stuyle of thinking": A new theoretical framework". International Journal of Clinical and Health  Psychology. 2014; (14):154-160.
6. Scherkman R. Por qué revistas como "Nature", "Science" y "Cell" hacen daño a la ciencia. Red Española de Filosofía. 12 de diciembre de 2013. Disponible en:
https://redfilosofia.es/blog/2013/12/12/por-que-revistas-como-nature-science-y-cell-hacen-dano-a-la-ciencia/
7. Romero Ramírez AJ. Indefensión en la evaluación de la ciencia en España. Publico.es. 4 de Diciembre de 2013. Disponible en:
https://blogs.publico.es/dominiopublico/8329/indefension-en-la-evaluacion-de-la-ciencia-en-espana/
8. Oña, Antonio. La sacralización de los sexenios. FeSP UGT Universidad de Granada. 5 de noviembre de 2013. Disponible en:
https://feteugtugr.wordpress.com/2013/11/05/la-sacralizacion-de-los-sexenios-por-antonio-ona-sicilia-secretario-general-fete-ugt-ugr/
9. Fernández-Ríos L, Rodríguez-Díaz J. Op. Cit.
10. Me refiero a una evaluación motivadora, gratificadora, sancionadora si hace falta, y ampliada a los pares y a los servicios de gestión y administración de la universidad.
11. Trina Mercader fue una poeta alicantina recuperada gracias a la antología de poesía femenina que realizó Carmen Conde, a mediados del siglo pasado: Conde Carmen. Poesía femenina española (1939-1950) . Barcelona: Editorial Bruguera,1970.
12. Cortina, Adela. Lección magistral. Acto de investidura del doctorado honoris causa otorgado por la Universidad de Murcia. 29 de enero de 2016.
13. ACNUR. Tendencias del primer semestre de 2015. Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados. Ginebra, b2016. Disponible en;
https://acnur.es/portada/slider_destacados/img/PDF_181215150331.pdf
14. Esos nuevos ámbitos de encierro y marginación van desde los inadecuados Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE), hasta la deportación de los refugiados a los campos-prisiones fuera del territorio europeo, pasando por los asentamientos de inmigrantes que desalojamos con gases lacrimógenos si están excesivamente a la vista.
15. Su función de "intensificación de la cohesión social, la cultura y los valores ciudadanos, ejerciendo su responsabilidad social...", como propone la Estrategia Universidad 2015: Estrategia Universidad 2015. Contribución de las universidades al progreso socioeconómico español 2010-2015. Secretaría General de Universidades. Ministerio de Educación. Madrid: Ministerio de Educación. Secretaría General Técnica, 2011.
16. Orihuela, José. Discurso de apertura del Curso 2015-1016 de las Universidades Españolas. Dictado en la Universidad  de Murcia. 30 de septiembre de 2015.

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