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TEMPERAMENTVM ISSN 169-6011 2016 n24 t2404

 

 

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A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España
Manuel Chaves Nogales
Escuela de Plata. Sevilla, 2013. 328 Págs.

Autor del comentario:
Francisco Herrera Rodríguez

Temperamentvm 2016; 24

 

 

 

Cómo citar este documento

Herrera Rodríguez, Francisco. A sangre y fuego. Héores, bestias y mártires de España, de Manuel Chaves Nogales [comentario de texto]. Temperamentvm 2016, 24. Disponible en <https://www.index-f.com/temperamentum/tn24/t2404.php> Consultado el

 

 

 

Los desastres de la guerra contados por Manuel Chaves Nogales

    Al terminar la reseña del libro de Concepción Arenal, que aparece en este mismo número de Temperamentvm, sentí la necesidad de proseguir en esta línea antibélica con un autor olvidado en España durante décadas y que en los últimos años personas como María Isabel Cintas Guillén, entre otros, han puesto gran empeño en que su literatura esté al alcance de todos en las librerías y en las bibliotecas públicas. Me refiero al gran escritor y periodista Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944), cuya obra más conocida quizás sea su biografía dedicada al matador de toros Juan Belmonte; actualmente, como digo, su obra periodística y literaria puede ser ampliamente leída o estudiada en excelentes ediciones que permiten conocer mejor al propio escritor, pero sobre todo los avatares de la época convulsa que le tocó vivir. Por la fecha de su nacimiento a Chaves lo podemos ubicar como coetáneo del Grupo de literatos del 27, aunque en el libro que reseñamos Rafael Alberti y María Teresa León, incluso Bergamín, no se libran de algún dardo envenenado disparado por el periodista sevillano, esbozando de camino un retrato rápido de André Malraux, autor de novelas como L'espoir o La condition humaine, esta última muy valorada y querida por Mario Vargas Llosa. No entramos aquí a discernir sobre el papel jugado por el escritor francés en la guerra civil española, mitificado por unos y criticado por otros, merece la pena leer las líneas que le dedica Chaves Nogales en A sangre y fuego.

Cintas Guillén lo sitúa con acierto dentro de la tradición del periodismo literario en España, que abarca nombres como los de Mariano José de Larra, Josep Pla, Julio Camba, Manuel Vázquez Montalbán, Francisco Umbral, Juan José Millás, Manuel Vicent y tantos otros, no tenemos espacio en esta reseña para ocuparnos del asunto, pero Álvaro Pérez Álvarez lo ha hecho con detalle en Manuel Chaves Nogales y el nuevo periodismo. Chaves tenía claro que andar y contar era su oficio, cosa que hizo como redactor jefe de Heraldo de Madrid, Estampa y en el diario Ahora, muy cercano a la figura de Manuel Azaña y a la izquierda republicana. Manuel Vicent ha escrito que Chaves contó de primera mano las cosas que pasaban y estuvo donde había que estar. Esta afirmación se demuestra con su obra, que lo mismo refleja lo que pasaba en Cataluña, en Andalucía, en Ifni, en la Rusia bolchevique o en los regímenes fascitas; realizó crónicas ya en el exilio, en los años 1938 y 1939, publicadas en el semanario francés L'Europe Nouvelle, que adelantan lo que no tardaría en llegar: la España de Franco.

Chaves Nogales se exilió tempranamente, en noviembre de 1936, primero en París y luego en Londres, ciudad en la que falleció en 1944 cuando contaba con 47 años de edad. Chaves fue un hombre que se consideraba antifascista y antirrevolucionario "por temperamento" y que denunció en A sangre y fuego la estupidez y la crueldad que se enseñoreó en España durante los trágicos años de la guerra civil. Chaves Nogales, como él mismo escribió, "había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros". El prólogo de la obra que reseñamos, escrito por el propio periodista sevillano, es una de las piezas literarias más rotundas y más sentidas que se hayan escrito sobre España y la Guerra Civil. Quien comience su lectura no podrá dejar de leer hasta el punto y final: "Yo era eso que los sociólogos llaman un «pequeño burgués liberal», ciudadano de una república democrática y parlamentaria...". Texto imponente que pone pórtico a un libro, A sangre y fuego, que como dice Andrés Trapiello basta con leerlo para "tener una idea bastante aproximada de lo que fue todo aquello". Y todo aquello no fue otra cosa que nuestra trágica guerra civil, que tuvo episodios sangrientos como el recordado por Lluís Pasqual en "La quinta del biberó".

Hoy mismo resuenan, en nuestras acomodadas conciencias de ciudadanos informados por los telediarios, las bombas y metrallas que caen sobre Alepo, destruyendo vidas, familias y bienes. Bombas y metrallas que un día asolaron a España, todo ello ha sido contado con mucho detalle por los historiadores (fechas, batallas, armamentos, divisiones, brigadas internacionales, etc.), pero el libro de Chaves Nogales entrega al lector, ochenta años después de haber sido escrito, la realidad de lo que fue aquella guerra fratricida en un prólogo y 11 relatos, escritos entre enero y mayo de 1937 en un barrio de París; evidentemente, Chaves no estaba en esas fechas en España, pero construye y reconstruye historias que creemos deben ser tenidas en cuenta por los historiadores generales y también por los de la Enfermería.

Héroes, bestias y mártires son hombres con nombre y apellidos que emergieron en nuestra guerra civil, sin duda, que Chaves Nogales retrató con piedad y despiadadamente, tanto los de un bando como los del otro, aquí no se ocultan las fechorías realizadas al amparo de la guerra por señoritos y falangistas o por anarquistas y comunistas. Laura Gobbo lo ha reflejado en su tesis doctoral sobre el libro que reseñamos, sobre todo cuando resume toda esta catástrofe en una certera frase que señala como triunfó la barbarie sobre la civilización: "La naturaleza humana expuesta a sus propios demonios".

¿Y por qué traemos a las páginas de Temperamentvm este libro titulado A sangre y fuego? Quizás esto lo pueda contestar mejor que nadie el recién galardonado Nobel Bob Dylan: "The answer, my friend, is blowin'in the wind". Seamos más precisos, la respuesta está en el viento y el viento de la guerra está sin duda en el libro de Chaves Nogales; una guerra atravesada por ambulancias, por médicos, practicantes y enfermeras que tienen que retirar a golpes a soldados despavoridos que quieren ocupar los lugares de los heridos en los transportes sanitarios. La respuesta está en un hospital de sangre en Monreal, en soldados que temen a las enfermeras "rojas", a las monjas enfermeras o a las enfermeras improvisadas al azar; la respuesta está en el aceite alcanforado que los médicos inyectan inútilmente para reanimar los corazones de los sepultados en los refugios tras los bombardeos, en esa gran lotería nacional de los bombardeos en la que nadie quiere ser premiado. La respuesta está en el ventarrón de la guerra que hace que el dolor de un hombre lo convierta en "invulnerable e invencible". La respuesta está en la "sonrisa congelada en los labios delgados de un tuberculoso", en los tísicos que huyen del sanatorio y en los que se quedan porque están en las últimas y esperan los proyectiles de los enemigos porque tienen alojada la muerte en el pecho; la guerra entre fascitas y antifascistas en un sanatorio antituberculoso es la metáfora cruel de la gangrena que devoraba a España. La respuesta está en los delatores y en las luces de una linterna que puede ser una alucinación o el lucero del alba. La respuesta está en que para fusilar o no a alguien se inspecciona si tiene moratones en el hombro, frutos del impacto de los culatazos al disparar, o en curar soldados para luego llevarlos al paredón. La respuesta, quizás, está en todos y en cada uno de los cuentos que constituyen este libro, pero merece la pena detenerse en el titulado "Hospital de Sangre" y en las tribulaciones de una monja enfermera en un hospital de Bilbao al que conducen a "cuatro milicianos asturianos que no han consentido quedarse en el hospital laico adonde primeramente habían sido llevados". La escena la completa un miliciano vasco que explica la situación, propiciada por el miedo y la paranoia que producen las guerras:

Gente difícil (...). En Dios no creen y por eso les habíamos llevado primero a un hospital sin monjas, pero no han querido quedarse. Dicen que las enfermeras son señoritas fascistas disfrazadas. Como no entienden el vascuence, todo lo que entre ellas hablan les parece sospechoso. Los traemos aquí por ver si ustedes, las religiosas, se dan mejor maña para sosegarlos y consiguen que se dejen cuidar. Son unos bravos mozos, pero difíciles, difíciles...

El dinamitero Juanón, gravemente herido, envuelto en un "rígido paquete de gasas sanguinolentas", grita y blasfema, y la monja le indica que está en un hospital de religiosas, "...¿por qué no se han quedado ustedes en el hospital laico?". La respuesta de Juanón no se hace esperar:

¡Porque... malas sois vosotras las beatas, pero peores son las enfermeras laicas! ¡Esas, todas, todas, son fascistas! ¡Espías fascistas a las que deberíamos ahorcar en racimos! Venimos aquí porque tenemos derecho a que nos curen, y blasfemamos porque nos da la gana.

María Isabel Cintas Guillén, en la nota a la edición del libro, se apoya en la visión del historiador José María García Márquez para explicar la situación que se plantea en el relato "Hospital de Sangre", ya que este autor lo considera excepcional debido a que no suele haber textos que describan la situación de los religiosos en el País Vasco durante la guerra. Merece la pena leer la explicación de este historiador:

Es una monja ejerciendo con normalidad como enfermera en un hospital -caso insólito en el resto del país- sin otros inconvenientes que escuchar algunas blasfemias de los enfermos, lo que también ocurría con enfermeras laicas. Cuando los golpistas denunciaban una y otra vez a los «rojos» por sus ataques a la Iglesia, cuando los obispos gritaban contra los ataques al cristianismo de los «agentes de Moscú», etc., nunca hablaban del País Vasco porque allí se desmontaba su argumento. La Iglesia apoyó masivamente el golpe con la excepción del País Vasco y por ello allí no se quemaron iglesias y ermitas ni se atentó contra curas y monjas. Al contrario, después de ser ocupado se reprimió duramente a muchos religiosos con largas condenas y se asesinó a un grupo de ellos porque una parte importante del clero apoyó la República y al nacionalismo vasco. Por eso es ilustrativo leer un relato como éste. La otra consideración que me llama la atención es el papel de la monja decidiendo no delatar a los espías, por aquello de que siempre los religiosos sirven a leyes divinas y pasan de las temporales, lo que sigue siendo normal. En el fondo la monja no hace nada distinto de lo que hace Chaves, que siempre tiende a situarse por encima de los «bandos».

No cabe duda de que el libro que reseñamos de Manuel Chaves Nogales, que ha sido valorado como fronterizo entre la literatura y el periodismo, contiene respuestas y abre caminos para el estudio de la guerra civil y más concretamente de la enfermería española, cuestión que interesa particularmente a los lectores de Temperamentvm. Autores como Laura Gobbo señalan a Chaves como un hombre alejado de los extremismos de ambas facciones, perteneciendo a ese grupo de españoles "capaces de mantener la calma interior dentro de la espiral de violencia generada por la guerra". Asimismo Gobbo señala que es Andrés Trapiello el que convierte a Chaves "en símbolo de esa tercera España". Zaragoza Pelayo también ha reflexionado sobre el tema en su artículo "Los testimonios de la tercera España: 70 años de silencio". Pero en todo este asunto hay que tener en cuenta también que un historiador como Francisco Espinosa Maestre, en su artículo "Literatura e historia. En torno a Manuel Chaves Nogales y la «tercera España»" sostiene que autores como Antonio Muñoz Molina, con La noche de los tiempos y Andrés Trapiello con Ayer no más intentan convencernos "de que Manuel Chaves Nogales y algunos de sus escritos nos dan las claves de la guerra civil. El objetivo final, como el de los revisionistas, es ofrecer una visión negativa y caótica de la República y hacernos creer que la guerra, en la que todos fueron iguales, fue inevitable".

Servidor de ustedes no está suficientemente cualificado para terciar en este debate, pero sí estoy convencido de que se ha hecho un enorme servicio al periodismo y a la literatura rescatando del atroz silencio en que estaban sumidas la vida y obra de Manuel Chaves Nogales, por su calidad y porque ofrecen respuestas, que evidentemente no son las únicas a tener en cuenta para interpretar algunos episodios de nuestra historia reciente y uno de ellos, sin duda, es la guerra civil, que aún sigue abierta y sangrante como una herida en las entrañas de nuestra piel de toro.

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