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TEMPERAMENTVM ISSN 169-6011 2015 n22 t2201

 

 

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De la Enfermedad
Virginia Woolf
Editorial Centellas. Palma de Mallorca, 2014. 75 Págs.

Autor del comentario:
Francisco Herrera Rodríguez

Temperamentvm 2015; 22

 

 

 

Cómo citar este documento

Herrera Rodríguez, Francisco. De la Enfermedad, de Virginia Woolf [comentario de texto]. Temperamentvm 2015, 22. Disponible en <https://www.index-f.com/temperamentum/tn22/t2201.php> Consultado el

 

 

 

La enfermedad según Virginia Woolf (1925)

    Virginia Woolf nació en 1882 y se quitó la vida en el río Ouse el 28 de marzo de 1941. No llegó a cumplir los sesenta años de edad, pero su obra novelística está reconocida, junto a la de Marcel Proust, Franz Kafka o James Joyce, como una de las más importantes del siglo XX, ya que abre una brecha en el modo de novelar que imperaba en la centuria anterior. Los matices de carácter psicológico, la penetración en la mente de los personajes y su tratamiento del tiempo pasado y del presente consiguen, por ejemplo, en La señora Dalloway, reflejar el sentimiento y la conciencia de los personajes, a la vez que los enmarca en las estructuras sociales de su época. No solo en la novela dejó su impronta la escritora londinense, basta con repasar sus cuentos o sus ensayos, algunos memorables, como Un cuarto propio o Tres guineas, sin olvidarnos de obras de difícil clasificación como Flush: una biografía, entre la ficción y la no ficción, en la que se narra la vida de Elizabeth Barret. Una obra no muy extensa pero, sin duda, innovadora tanto en el género de la narración como en el de la construcción de una biografía.

Se ha dicho que la técnica utilizada por Virginia Woolf es una variante de la corriente de conciencia "popularizada" por William Faulkner y James Joyce. Esa variante ha sido definida como "monólogo interior" (García Nieto, 2004):

En esta técnica la autora se experimenta a sí misma como un objeto de su experiencia. Durante toda su carrera quiso narrar lo que experimentaba en el umbral de la conciencia, en el preciso momento en que estaba siendo testigo del monólogo en soledad de la mente, en ese verse viendo.

No tratamos en esta breve nota de reflejar la extensa obra de Virginia Woolf, lo que pretendemos con estas líneas es adentrarnos y entender los entresijos de una obra titulada De la enfermedad, de muy pocas páginas, escrita en 1925, el mismo año en que salió a la luz pública su gran novela, La señora Dalloway, obra que terminó de escribir en 1924.

Sabemos que la figura de Virginia Woolf ha concitado el interés por parte de los ensayistas literarios y de los biógrafos, sin ir más lejos se pueden citar las biografías de su sobrino Quentin Bell o la de Jane Dunn; renunciamos a la erudición bibliográfica porque la nómina sería inacabable, además de tener en cuenta que estos acercamientos biográficos suelen ser muy extensos en cuanto a número de páginas y en muchos detalles de la vida y obra de la escritora inglesa. Como muestra un ejemplo más: la extensa biografía publicada en castellano, en 2015, por Irene Chikiar Bauer, que supera las novecientas páginas. Asimismo, disponemos de los propios escritos autobiográficos de Virginia Woolf como el memorable Momentos de vida, o sus cartas, o incluso el testimonio de su marido Leonard Woolf.

Sobre la enfermedad padecida por Virginia Woolf desde su juventud encontramos acercamientos bien intencionados y bien construidos, como los de García Nieto (2004) o Figueroa (2005). Sin olvidarnos de una obra clásica como la de Caramagno (1992). También en esta línea patográfica la lista de títulos haría interminable esta reseña. Los estudiosos ofrecen detalles suficientes, tanto de fechas como de síntomas, para comprender los padecimientos de la escritora inglesa. Estos estudios suelen ir acompañados de gráficas en las que se reflejan los episodios o crisis de 1895, 1897, 1904, 1910 y el gravísimo periodo que abarca de 1912 a 1915. La sintomatología padecida en estas crisis y sus consecuencias también son señaladas: los intentos de suicidio (en 1904, arrojándose desde una ventana, o en 1913 tomándose cien granos de veronal). La sintomatología predominantemente depresiva, los episodios de agitación violenta, las ideas "deliroides", las voces de los pájaros cantando en griego o la voz y visión de su madre muerta. Esto último lo expresa con detalle en su libro Momentos de vida:

Hasta que tuve cuarenta y tantos años (...), la presencia de mi madre me obsesionó. Podía oír su voz, verla a ella, imaginar lo que haría o diría, mientras yo hacía mis cotidianos trabajos. Fue una de esas invisibles presencias que, a fin de cuentas, tanta importancia tienen en todas las vidas (.). Consideremos cuán inmensas son las fuerzas que la sociedad proyecta sobre cada uno de nosotros, (...), y si no podemos analizar esas invisibles presencias, muy poco sabremos del tema de las memorias, y en este caso, cuán trivial llega a ser la escritura de Vidas. Me veo como un pez en una corriente desviado, contenido en un sitio, pero no puedo explicar las corrientes.

No puede ser más claro el párrafo seleccionado para entender esa confluencia de lo personal, de lo interior y de lo social en la obra literaria de Virginia Woolf. Con toda la información que se dispone sobre su vida los analistas han diseccionado su "caso clínico", decantándose unos por el diagnóstico genérico de psicosis maníaco-depresiva y otros, como Figueroa, apuntan con mucha cautela el trastorno bipolar II:

El cuadro de Virginia Woolf sugiere fuertemente un trastorno bipolar I. Pero no es seguro que sus episodios maníacos, aunque perturbaban significativamente a su entorno, llegaran al límite de la excitación extrema -quizás sólo en la segunda mitad de 1915. Además la presencia de estados mixtos -hipomanías disfóricas y depresiones agitadas de Kraepelin-, junto a psicosis breves con ánimo parcialmente congruente complica el diagnóstico. Finalmente, las fases depresivas severas salpicadas con crisis de variada inestabilidad afectiva predominaron en su vida. Por tanto, parece coherente plantear que Virginia se encuentra dentro de lo que está conociéndose como espectro bipolar II.

Hay una cuestión que no debe pasar desapercibida y es que en los años que estamos analizando no hay un tratamiento eficaz, conjugándose el internamiento, el apoyo y el reposo. No entramos en consideraciones sobre el psicoanálisis para no extendernos más de lo debido en esta nota. Recuérdese que en 1949, ocho años después de su muerte, se descubrió que el litio podría ser útil para tratar el trastorno bipolar (García Nieto, 2004).

Si observamos las gráficas evolutivas de la sintomatología presentada por Virginia Woolf se comprueba que a partir de 1915 y hasta 1936 se produjo un restablecimiento, "aunque experimentando significativos altibajos anímicos". Hasta que llegó 1941 en que aparece el desánimo abrumador y las voces (Figueroa, 2005).

En ese periodo que abarca de 1915 a 1936 aparecen obras muy significativas de la escritora inglesa de sobra conocidas por todos. Hemos señalado al comienzo de esta nota que en 1925 publica su aclamada novela Mrs. Dalloway, obra que terminó en octubre de 1924. En 1925 escribe un texto que lleva por título "De la enfermedad", que vio la luz pública en enero de 1926. En este pequeño ensayo, publicado por primera vez en la revista New Criterion, a petición de T.S. Elliot, Virginia Woolf explora un territorio que conocía y que padeció: la enfermedad. Por este motivo creemos pertinente adentrarnos en sus argumentos porque pueden ofrecer claves para entender la vivencia de enfermedad de la escritora inglesa.

Un aspecto que sorprende en este libro es la afirmación de Virginia Woolf "de que la enfermedad no haya ocupado su lugar con el amor, la batalla y los celos entre los principales temas literarios. Cabría esperar que se hubieran dedicado novelas a la gripe; poemas épicos, a la fiebre tifoidea; odas, a la neumonía; elegías al dolor de muelas. Pero no; con escasas excepciones -De Quincey intentó algo parecido en El comedor de opio; debe haber uno o dos libros sobre la enfermedad dispersos en las páginas de Proust". Y decimos que sorprende porque sin ir más lejos está la historia del hidalgo manchego, que como es sabido es una obra que puede ser sometida a muchas lecturas, pero en la que de forma muy particular se comprueba la pericia y la modernidad de Cervantes al tratar de la enfermedad mental de don Quijote: "No le sacarán del borrador de su locura cuantos médicos y buenos escribanos tiene el mundo; él es un entreverado loco lleno de lúcidos intervalos". Y sin dejar a Cervantes cabría recordar también las cuitas del licenciado Vidriera o a un autor más cercano a Virginia Woolf, en cuanto a nacionalidad, nos referimos a Daniel Defoe con su Diario del año de la peste. O bien que Dostoievski había publicado El jugador en el año 1867, reflejando la adicción a los juegos de azar, y que Thomas Mann había hecho lo propio en 1924 con una obra como La montaña mágica, que empezó a escribir en 1912. Cabe recordar también que Chejov había escrito antes de que finalizara el siglo XIX una obra como El pabellón número 6. No hace falta extenderse en la nómina porque esto no es lo verdaderamente importante ya que la propia Virginia Woolf, casi a la par que este breve ensayo, como hemos señalado ya, entregó a la imprenta su novela La señora Dalloway.

En esta obra la autora británica desarrolla su particular y moderna visión de la novela al reflejar personajes que expresan su monólogo interior en contrapunto con la sociedad en la que viven, en este caso los lastres y miserias personales y sociales que dejó la primera Guerra Mundial. Por eso no se puede dejar de lado a un personaje de este libro, que casi parece transparente, pero que es muy rotundo por el drama interior en el que vive y que además condiciona a algunas de las personas que le rodean, aunque quizás un poco menos a su médico personal. Nos referimos claro está a Septimus, personaje con el que construye una reflexión muy lúcida sobre la depresión, las alucinaciones, la locura y el suicidio. Circunstancias tan presentes en la propia vida de la escritora inglesa, sin olvidarse de cuestionar la actitud, la vanidad y la arrogancia de algunos médicos. Así pues lo que creemos es que en realidad Virginia Woolf, en De la enfermedad, a lo que está apelando es a la necesidad de que se preste más atención a la enfermedad en la literatura, que no le parece suficiente lo que se ha publicado o que hay que abordar este asunto de otra manera diferente. Y sobre todo señala que "la lengua inglesa, que puede expresar los pensamientos de Hamlet y la tragedia de Lear, carece de palabras para describir el escalofrío y el dolor de cabeza". Sin duda, hoy día Adeline Virginia Sthephen se sorprendería si pudiera ver y leer el aluvión de novelas, ensayos y poemas que tienen a la enfermedad como elemento central de sus argumentos; textos que, sin duda, constituyen una fuente de aprendizaje de primer orden sobre la fragilidad de la vida y lo efímera que es la salud, y de paso enriquecen el lenguaje.

Aparte de lo dicho, este breve ensayo que reseñamos, escrito con gran belleza literaria y lleno de metáforas, nos permite reflexionar sobre algunos aspectos concretos de la salud y de la enfermedad. Así podemos leer párrafos como el que sigue:

Considerando lo común que es la enfermedad, el tremendo cambio espiritual que provoca, los asombrosos territorios desconocidos que se descubren cuando las luces de la salud disminuyen, los páramos y desiertos del alma que desvela un leve acceso de gripe, los precipicios y las praderas salpicadas de flores brillantes que revela un ligero aumento de la temperatura, los antiguos y obstinados robles que desarraiga en nosotros la enfermedad, cómo nos hundimos en la sima de la muerte y sentimos las aguas de la aniquilación sobre la cabeza y despertamos creyendo hallarnos en presencia de los ángeles y arpistas...

El asalto de la fiebre "o la llegada de la melancolía" hacen que se olvide el cuerpo de las grandes guerras que libra y la mente yace entonces "esclava en la soledad del dormitorio". Una simple gripe aleja los instrumentos de los trabajos cotidianos y hace que el panorama general de la vida sea "tan remoto y bello como la costa vista desde un barco en alta mar". La escritora inglesa es muy consciente de que la experiencia no se puede transmitir porque los seres humanos no vamos todo el trecho del camino cogidos de la mano ya que "hay una selva virgen en cada uno". A pesar de esto siente que la enfermedad es el gran confesionario ya que se dicen verdades que "la cautelosa respetabilidad de la salud oculta". En la enfermedad hay simulaciones que cesan, en el momento que la persona está encamada o postrada en un sillón descansando los pies en un escabel, se deja de "ser soldados del ejército de los erguidos; nos convertimos en desertores. Ellos marchan a la batalla". Somos forajidos. En la enfermedad las palabras poseen una cualidad mística y se capta lo que está más allá de su significado:

Pero cuando estamos enfermos, con el policía fuera de servicio, nos arrastramos bajo algún oscuro poema de Mallarmé o de Donne, alguna frase en latín o en griego, y las palabras emanan su aroma o destilan su esencia, y entonces, sí captamos al fin su significado...

Así reflexiona sobre la enfermedad Virginia Woolf en este ensayo, desde la belleza de un lenguaje poético, plagado de cultura clásica y esbozos de cuentos medievales, de metáforas y de enriquecimiento del idioma. Pero no olvidemos explorar estos sentimientos en sus novelas y muy particularmente en La señora Dalloway. Virginia Woolf sabía que la novela debe incluir los atributos de la poesía, expresar las relaciones del ser humano con la naturaleza, su imaginación y sus sueños, pero también debe expresar la complejidad de la vida, y que por tanto la enfermedad no puede quedar excluida de la Literatura. Y tampoco de la Historia y de las pequeñas historias que escriben los historiadores.
 

Bibliografía

Bell Q. Virginia Woolf. Barcelona: DeBolsillo; 2004.

Caramagno TC. The flight of the mind: Virginia Woolf's art and manic-depressive illness. Berkeley: University of California Press; 1992.

Chikiar Bauer I. Virginia Woolf. La vida por escrito. Madrid: Taurus; 2015.

Dunn J. Vanessa Bell. Virginia Woolf. Historia de una conspiración. Barcelona: Circe; 1993.

Figueroa G. Virginia Woolf: enfermedad mental y creatividad artística. Revista Médica de Chile. 2005; 133:1381-1388.

García-Nieto, R. Virginia Woolf: caso clínico. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. 2004;92:69-90.

Ortolano M. Virginia y la locura: el universo fragmentado en Mrs. Daloway de Virginia Woolf. Revista Científica de UCES. 2011;1:76-85.

Woolf L. La muerte de Virginia. Barcelona: Lumen; 2012.

Woolf V. Momentos de vida. Barcelona: Lumen; 1980.

Woolf V. Mrs. Dalloway. London: Penguin Popular Classics; 1996.

Woolf V. La señora Dalloway. Madrid: Alianza editorial; 2003.

Woolf V. Un cuarto propio. Madrid: Alianza editorial; 2003.

Woolf V. Leer o no leer y otros escritos. Madrid: Abada editores; 2013.

Woolf V. De la enfermedad. Palma de Mallorca: Centellas; 2014.

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