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TEMPERAMENTVM ISSN169-6011 2015; 21: t2100

 

 

EDITORIAL

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Sabiduría del corazón

Pablo Panedas Galindo1
1Doctor en Teología. Collegio dei Santi Ildefonso e Tommaso da Villanova, Roma, Italia

Temperamentvm 2015; 21

 

 

 

Cómo citar este documento

Panedas Galindo, Pablo. Sabiduría del corazón. Temperamentvm 2015, 21. Disponible en <https://www.index-f.com/temperamentum/tn21/t2100.php> Consultado el

 

 

 

    El periódico El Debate detallaba el equipamiento de la Escuela de Enfermería que las Siervas de María habían abierto en Madrid el año anterior: piezas anatómicas traídas de Alemania, gráficos clínicos, una camilla, un esqueleto, cartones, láminas, irrigadores... y "¡hasta una 'robusta' muñeca que sirve cual inanimado paciente para los ejercicios de pura práctica!".1

De "el Divino Enfermo" al enfermo en casa

    Le pudo sorprender al redactor de la noticia. Quizá también a las estudiantes seglares que comenzaban la carrera. Pero no era una novedad para las Siervas de María, que desde siempre se habían ejercitado con un "muñeco". Para ellas, la muñeca de la Escuela de seguro remitía a la escultura de El Divino Enfermo que tenían en la enfermería, según norma antigua de la Congregación: "En todas las enfermerías de la Congregación habrá una imagen de talla y muy devota de nuestro Señor Jesucristo con el título de El Divino Enfermo, colocado sobre un lecho modesto, pero decente". Las razones se indicaban a continuación en el Reglamento: "...ora para que las hermanas le recuerden y adoren con frecuencia en las asistencias; ora para que las novicias le velen en ciertas noches y presten otros oficios en la forma que disponga la Maestra; ora, en fin, para que nuestras enfermas lleven sus padecimientos con mayor fortaleza y mérito".2 Una cosa lleva a la otra, como la mirada religiosa hacia el enfermo conduce a la atención esmerada y a la excelencia profesional.

De hecho, esa era la razón de ser de las Siervas de María. Habían nacido en la España de mediados del siglo anterior con la concreta finalidad de atender a los enfermos en su domicilio. Ese es el hueco que las Siervas llenaban. Este es el "rasgo específico, propio del genio cristiano de María Soledad", que diría el papa Pablo VI;3 el rasgo que "ninguno había ideado en forma sistemática antes de ella". Y esa característica de atender a domicilio, lejos de ser una mera concreción circunstancial, expresaba una voluntad de cercanía al enfermo y la intención de hacerse cargo de su realidad más íntima y plena, que incluye la dimensión familiar y social, evitando la deshumanización habitual en las instituciones benéfico-sanitarias de la época. Eso justamente es lo que pretendían definir las Siervas cuando repetían en sus Reglamentos que su asistencia debía ser "esmerada": esmerada, al nivel de la altísima dignidad de la persona, hecha a imagen y semejanza de Dios.

Esa era la intuición primera, que no siempre se tuvo tan clara. Las polvaredas politico-sociales de finales del XIX y las crisis de crecimiento de cualquier corporación, hicieron que en ocasiones prevalecieran la supervivencia y lo cuantitativo sobre lo cualitativo y la manera de asistir. Uno de esos momentos críticos tuvo lugar a partir de 1904, cuando comienza el gobierno de la tercera superiora general del Instituto, madre Dolores Serrano. Las Siervas de María están en plena expansión, son ya más de 1.300 hermanas, con un centenar de novicias, y cuentan con 103 casas en 20 países. Pero un total de 59 son centros de beneficencia extraños a su ministerio tradicional, y la Congregación de santa María Soledad se plantea la alternativa de relanzar su carisma originario o conformarse con ser un instituto más dedicado a la beneficencia genérica.

Profesionales para ser fieles

    Y la madre Dolores emprende el camino de vuelta a los orígenes. Encamina de nuevo a la Congregación hacia la casa y el lecho de los enfermos, descargándola del lastre de fundaciones no específicas. Y se tropieza con la manera de recuperar y fortalecer el esmero de que las antiguas hacían gala. Comprende que, sin formación, el esmero es simple empeño, mero voluntarismo, quizá imprudente. Y, en las fundaciones que ya tienen en Roma, Londres y Estados Unidos, descubre un curriculum formativo que fuera de España se estaba abriendo camino. Más aún, le llega la voz autorizada del papa san Pío X, que patrocina una escuela de enfermeras, bendice a las religiosas que allí se forman y anima a los institutos femeninos sanitarios a emprender ese rumbo con decisión.

Comienza así la lucha de las Siervas. No tanto por abrir una escuela de Enfermería, que eso habría sido asunto meramente interno. La batalla que plantean tiene en España un alcance nacional y, como objetivo, persigue el bienestar integral del enfermo y la dignificación de lo que es mucho más que una profesión. Se trata de conseguir del Gobierno nacional la creación de un nuevo título, el de Enfermería. La razón que aportan es porque desean, "para el mejor cuidado de los enfermos, que las religiosas de esta Congregación hagan estudios especiales".4

Que lo hayan conseguido, hoy día parece imposible. Cómo lo hicieron, nos consta que a base de influencias; pero un determinado tipo de influencias, las que nacen del altruismo y al calor humano. Si su asistencia, en vez de ser "esmerada y gratuita", hubiera sido "profesional y de pago", nunca lo habrían obtenido posiblemente. La historia y el presente de las Siervas de María son prueba viva de que el desprendimiento generoso estimula sentimientos atrofiados y crea lazos de por vida.

De esta forma, las Siervas de María pusieron en pie una Escuela que ha permanecido abierta 65 años, y en la que se han formado cientos de religiosas y de otras profesionales de la Enfermería. Y consiguieron, sobre todo, que en España se diera curso oficial a una profesión, la de enfermera, que de alguna forma comparte el estilo de vida que a ellas les es propio.

Ni técnica ni arte: sabiduría

    Es una profesión, ciertamente, con todo lo que conlleva de esfuerzo, preparación, conocimientos y arte. Pero es también -tiene que ser- una "sabiduría". El papa Pablo VI lo afirmaba en la homilía durante la canonización de santa María Soledad. Refiriéndose al carisma de las Siervas de María, decía que era "un rasgo de sabiduría social que precede las formas técnicas y científicas de la asistencia sanitaria moderna".5

El papa Francisco, por su parte, prefiere hablar de "sabiduría del corazón". Y lo hace dirigiéndose a los profesionales y voluntarios sanitarios -también a los enfermos- en el Mensaje para el XXIII Jornada Mundial del Enfermo que se celebraba el 11 de febrero de 2015. Afirma que la sabiduría del corazón, la sapientia cordis, ''no es un conocimiento teórico, abstracto o fruto de razonamientos". Es algo mucho más profundo, y consiste en no acorazarse, sino "abrirse al sufrimiento de los hermanos". Esto al agente sanitario le supone implicarse y le significa un desgaste, al tiempo que un enriquecimiento. Desde la visión del papa Francisco, esto "es un don de Dios, una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien reconoce en el enfermo la imagen de Dios''.6

Puede así el Papa, según acostumbra, resumir en una serie de postulados todo un programa de vida que para cualquier enfermera -creyente o no, religiosa o seglar- es un ideal inspirador, o quizá una utopia, un sueño. "Sabiduría del corazón" significa, según Francisco: servir al hermano, estar con el hermano, salir de sí hacia el hermano, ser solidarios con el hermano sin juzgarlo.

Mucho se habla hoy de "calidad de vida". Se valora los protocolos, hasta concederles una eficacia poco menos que automática. Ha sido, y sigue siendo, enorme el progreso en medios técnicos y electrónicos. No dejan de sucederse los descubrimientos. Pero, al final, en el centro de todo está la persona del enfermo y la de quien lo cuida, la enfermera. En el santuario que es este encuentro y en la sintonía entre ambos, en la "compasión"7 está la clave de todo.
 

Notas bibliográficas

1. Vargas, Curro. La Medicina y la Religión. El Debate. 1915 Jun 17.

2. Panedas Galindo, Pablo. Con María junto a la Cruz. Santa María Soledad y las Siervas de Maria: su espíritu. Madrid: Editorial Católica SA; 1984. p. 274.

3. Pablo VI. En la canonización de la Beata María Soledad Torres Acosta. En: Panedas Galindo, Pablo. Con María junto a la Cruz. Santa María Soledad y las Siervas de Maria: su espíritu. Madrid: Editorial Católica SA; 1984. p. 630.

4. Iribarren, Sor Fernanda. Instancia al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. 9 Mar 1915. Archivo de la Curia General de las Siervas de María Ministras de los Enfermos, Roma (Italia).

5. Pablo VI, en Panedas Galindo, 630.

6. Mensaje del Santo Padre Francisco con ocasión de la XXIII Jornada Mundial del Enfermo. La Santa Sede. Vaticano, 30 dic 2014. [Consultado el 5 de enero de 2015]. Disponible en: https://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/sick/documents/papa-francesco_20141203_giornata-malato.html.

7. En la "com-pasión" resume su labor de ginecólogo y "muganga" el reciente premio Sajarov 2014 del Parlamento Europeo, doctor Dennis Mukwege. Cf. por ejemplo, la entrevista que reproduce el diario L'Osservatore Romano del 23 de octubre de 2014, 6.

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