ENTRAR            

 


 

TEMPERAMENTVM ISSN 169-6011

 

 

BIBLIOTECA

 

 

 

Ir a Sumario

Documento anterior

Documento siguiente

 

Portada de libro

 

El sueño de la aldea Ding
Yan Lianke (Traducción del chino y notas Belén Cuadra Mora)
Automática editorial. Madrid, 2013. 368 Págs.

Autor del comentario:
Francisco Herrera Rodríguez

Temperamentvm 2013; 18

 

 

 

Cómo citar este documento

Herrera Rodríguez, Francisco. El sueño de la aldea Ding, de Yan Lianke [comentario de texto]. Temperamentvm 2013, 18. Disponible en <https://www.index-f.com/temperamentum/tn18/t1113.php> Consultado el

 

 

 

La fiebre de la aldea Ding

    El sida tiene una historia acumulada de varias décadas en la que se puede ver lo mejor y lo peor del ser humano; desde personas que con abnegación se entregaron a cuidar desinteresadamente a otros, sin saber si iban a contraer la enfermedad o no, mientras que algunos incendiaban la casa donde vivían niños que la habían contraído por las transfusiones de sangre, por no hablar del rechazo social de las personas enfermas que ha sido recogido por los estudiosos (Susan Sontag, El sida y sus metáforas), en el cine (Philadelphia) o en libros tan intensos como Esta salvaje oscuridad de Harold Brodkey, son éstos unos cuantos ejemplos de los muchos que podríamos citar. Uno de los capítulos más tenebrosos se escribió en la provincia China de Henan.

Lien-Tan Pan en un excelente ensayo titulado Pueblos y huérfanos por sida en China ha señalado que las autoridades sanitarias fueron culpables "porque organizaron y participaron en el comercio de sangre". Las cifras son sobrecogedoras, entre 500.000 y 700.000 personas de la provincia de Henan contrajeron el virus del sida. En los años ochenta, aunque estas prácticas se prolongaron hasta mediados de los noventa, la propaganda gubernamental alentaba a los campesinos con el eslogan "Hágase rico vendiendo sangre". Los donantes recibían 45 yuanes por 400 centímetros cúbicos, "frente a un ingreso medio de 200 yuanes mensuales en las zonas rurales". Las agujas eran reutilizadas sin control e incluso a los donantes se les reinyectaba la sangre (después de haber sido mezclada y de haberle extraído el plasma) "para evitar la anemia y permitirles vender más a menudo". Un capítulo siniestro de la historia del comercio y de las enfermedades, en definitiva de la historia de la humanidad; este hecho se puede contar de muchas maneras, quizás el ensayo sea una vía muy adecuada para llevar perfectamente inventariados a las conciencias de los seres humanos estos lamentables hechos y que no queden en la región en donde habita el olvido; sin embargo, Yan Lianke, firmó en 2005 una excelente novela que ahora ha sido traducida al castellano, narrando todas estas circunstancias con una alta calidad literaria y un alto vuelo poético, la obra lleva por título El sueño de la aldea Ding.

Yan Lianke ha sonado en España como candidato al Premio Príncipe de Asturias y aunque algunas de sus obras han sido censuradas en China, cada vez tiene un mayor reconocimiento internacional. Lianke habría podido escribir un ensayo lleno de datos y cifras indiscutibles con muchas notas de pie de página y en cambio nos ha entregado una obra maestra que en lo que se refiere a su contenido de denuncia hay que poner al nivel de El tercer hombre de Graham Greene, pero que artísticamente hay que equiparar con la prosa envolvente y mágica de Gabriel García Márquez. Al leer El sueño de la aldea Ding me he acordado de una gran novela del autor colombiano, Crónica de una muerte anunciada; desde la primera página de este libro todos sabemos cuál va a ser el destino de Santiago Nasar, desde la primera página de la novela de Yan Lianke todo el mundo sabe cual va a ser el doloroso fin de la trama, pero tanto en un libro como en otro el lector se agarra a los hechos pero también a la prosa y no puede cerrarlo hasta que lo ha terminado. Creo que el lector de esta novela tendrá a la provincia de Henan o a la aldea Ding como un territorio paradigmático para entender la historia de la desolación humana, como en otro sentido lo pueden ser dentro del realismo mágico la Comala de Juan Rulfo o el Macondo de Gabriel García Márquez. El libro de Yan Lianke es un capítulo más, como diría Borges, de la historia universal de la infamia, o como dice el propio autor un auténtico "legado de dolor y desengaño", trataremos de demostrarlo en pocas líneas, aunque difícilmente conseguiremos hacerlo con la altura poética del escritor chino. Que no quede por intentarlo.

El ocaso llegó a la llanura oriental de Henan tiñendo el cielo de color sangre y de un intenso olor a sulfuro emanado de los ladrillos y azulejos nuevos. Algunos aldeanos se fueron a la cama con una abultada bolsa de yuanes en los bolsillos y hacían planes para el futuro como abandonar las chozas y construir casas de dos o tres plantas; a Henan, por fin, parecía que había llegado la prosperidad y todo gracias a la sangre, líquido que transformaba en yuanes los sueños de los aldeanos. Todo era tan sencillo como vender sangre, la propia sangre, a los representantes del gobierno o a especuladores que de la noche a la mañana convertían su casa en un centro de extracción, almacenamiento y distribución:

"Profesor Ding, todos los departamentos del condado y todos los comités del Partido están movilizando a los campesinos para que vendan sangre. Mi departamento está encargado de organizar la venta en cincuenta pueblos y aldeas, pero en esta nos hemos atascado".

La aldea comenzó a oler a sangre y las copas de las acacias se tiñeron de rojo como un augurio de que algo o todo se estaba haciendo mal:

"Se establecieron turnos rotativos para la venta de sangre, según criterios de edad, grupo o estado de salud. Cada persona de entre dieciocho y cincuenta años tenía un carné de cartón amarillo en el que figuraban el nombre, la edad, el grupo sanguíneo y si el portador padecía alguna enfermedad".

Los sueños empezaron a cumplirse para algunos, llegaron los yuanes, llegó el barrio nuevo, todo llegó como un maná redentor que anunciaba una prosperidad eterna, pero también llegó el lagarto de la fiebre que se metió en las entrañas de los aldeanos, el lagarto iba consumiendo cuerpos y llenando de pústulas la piel de los habitantes. En la aldea se olía cada vez más al sulfuro de los ladrillos y azulejos nuevos, pero todo sabía a sangre podrida y la gente tenía miedo, algunos se sentían culpables de haber alentado el comercio frotando una y otra vez los brazos pinchados con los mismos algodones que luego se comerían los perros, o pinchando y haciendo las extracciones con las mismas agujas y jeringas. Garrafones de sangre circulaban de noche en camiones por la provincia de Henan para seguir alimentando la codicia de los especuladores, mientras que los aldeanos se iban debilitando más y más:

"Hace varios meses que estaba enfermo (...). A principios de año, cuando la fiebre se apoderó de su cuerpo, creyó que se trataba de un resfriado común. Siguieron tres meses estables hasta que un día, de repente, le salieron herpes en la cara, el torso y las piernas. Los picores eran tan insoportables que le entraban ganas de darse cabezazos contra la pared. La garganta le dolía sin motivo aparente y tenía el estómago continuamente revuelto. Hambriento, no era capaz de comer y acababa vomitando cuanto se llevaba a la boca. Entonces supo que era la enfermedad de la fiebre".

El lagarto de la fiebre tenía un nombre y ese nombre no era otro que el de sida; una enfermedad que al parecer no tenía cura, por muchas infusiones de plantas que se tomase, y que abatía los sueños y castillos de naipes construidos por los aldeanos; Ma Xianglin se consumió cuando perdió toda esperanza de curación, cuando tocaba y cantaba canciones tradicionales ante un auditorio lleno de culpa y de miedo que quizás con la música pretendía espantar los malos augurios que habían traído la enfermedad. "El mal había llegado a China, al campo y a personas de bien. Además se había extendido como una plaga de langostas a través de los cultivos". En la aldea de Ding "los días se secaban como un cadáver bajo tierra", fermentando no sólo la desesperanza y el dolor sino también la culpa y la venganza:

"Morí, pero no por la enfermedad de la fiebre ni por el SIDA. Morí porque una década atrás mi padre había comerciado sacando sangre, comprándola y vendiéndola. Morí porque mi padre controlaba el negocio en más de diez aldeas, entre ellas la de Ding, la Liu, la Huangshui y la Lier. Era el rey de la sangre".

De todo esto, con alta expresión poética, trata el libro de Yan Lianke que ahora se publica en castellano; un libro que ha sido escrito con dolor, con mucho dolor, cosa que se entiende porque Lianke nació en Henan en 1958. En el epílogo del libro el autor dice algo que hace comprender que lo escribió como autoterapia, como catarsis de los hechos más duros que probablemente le tocó ver y vivir en su vida:

"Si algo me inquieta es que en este mundo que rebosa alegría, cuando leáis mis novelas, cuando leáis El sueño de la aldea Ding, no podré trasladaros sino un hondo dolor. Os pido disculpas por ello. Pido perdón a cada uno de vosotros, lectores, por el dolor que aquí os traigo".

Hay mucho dolor en este libro, tanto como huérfanos dejó en China esta enfermedad y sobre todo la especulación de los comerciantes que no se conformaron con el comercio de sangre sino que luego siguieron haciéndolo con los ataúdes para enterrar a los cadáveres e incluso mediando como casamenteros concertaban matrimonios póstumos entre los muertos por la enfermedad a cambio de doscientos yuanes por pareja. Bodas para un supuesto bienestar de los muertos en la otra vida. Se saquearon tumbas por envidia o codicia, y es que "un hombre muerto era como una gallina o un perro muertos, como una hormiga aplastada bajo la suela del zapato. Ya no se lloraba a lágrima viva ni se colgaban versos en señal de luto sobre las jambas de las puertas. El entierro tenía lugar el mismo día en que ocurría la defunción. El ataúd solía estar preparado de antemano y el hoyo cavado. El asfixiante calor descomponía los cadáveres a gran velocidad y de esa forma, con todo listo, uno moría y de inmediato lo enterraban".

Alguna persona voluntariosa, carcomida por la culpa ajena, convierte la escuela en una especie de hospedería para cuidar a los enfermos, pero poco a poco pasó como en Rebelión en la granja de George Orwel, que algunos querían mandar sobre ese grupo humano de enfermos plagados de fiebre y de pústulas, y es que hasta en las desgracias ajenas hay quien ambiciona acaparar poder y privilegios:

"Queremos que nos dejes ser directores de la escuela, que nos pongas al mando de los enfermos, y convertirnos en alcalde y secretario del Partido. Basta con que tú accedas, el resto de enfermo vendrá detrás...".

Acumular el poder, los privilegios, y mientras la aldea se quedó sin olmos, acacias, paulonias, cedros y algarrobos; en una noche de frenética tala los árboles desaparecieron de la aldea Ding, toda la madera era poca para hacer los ataúdes; con la enfermedad de la fiebre "...morían personas como una luz que se apaga, como hojas que caen de un árbol. Los ataúdes eran tan necesarios para los muertos como las casas para los vivos. La madera de paulonia valía su peso en plata y la de ciprés, en oro, pero los féretros que mi padre había encargado no eran de paulonia ni de ciprés, sino de ginkgo". Dolor y a veces el amor de un cuerpo maltrecho y en las últimas cuidando hasta la extenuación a otro cuerpo maltrecho por la enfermedad.

Hay mucho dolor en este libro, sí, pero también posee una gran calidad artística, como sucede por ejemplo con la Montaña mágica de Thomas Mann, con el Diario del año de la peste de Defoe, o con La peste de Camus, por citar tan solo unas cuantas obras que aúnan en sus páginas la literatura y la enfermedad.

Por cierto, ahora que en este mes de noviembre se conmemora el centenario del nacimiento de Albert Camus, quizás sea un buen momento para releer La peste y de paso leer esta gran novela de Yan Lianke titulada El sueño de la aldea Ding. Una novela que cumple como decimos con un objetivo artístico, como en el realismo mágico de los libros de Gabriel García Márquez; pero también cumple con un objetivo ético, que no se olvide nunca que el ser humano especula con sus semejantes a cambio de dinero, de privilegios y de poder. Toda esta especulación con la sangre humana sucedió en China no hace mucho tiempo, y se podrían citar algunos casos más en otros lugares del mundo; pero hoy día, como bien supo ver en su excelente libro Sonia Shah, siguen acechando los "cazadores de cuerpos", por ejemplo con la experimentación farmacéutica con los pobres del mundo.
 

Bibliografía

Bisso-Andrade A. El VIH/sida en el cine. Revista de la Sociedad Peruana de Medicina Interna. 2010; 23(4): 157-162.

Carreras Panchón A. Miasmas y retrovirus: Cuatro capítulos de las enfermedades transmisibles. Barcelona: Fundación Uriach 1838, 1991.

Gafo J (editor). El sida: un reto a la sanidad, la sociedad y la ética. Madrid: UCPM, 1989.

Grmek MD. Histoire du sida. Début et origine d'une pandémie actuelle. Paris: Payot, 1989.

Herrera Rodríguez F. Las enfermedades de Sísifo. Reflexiones sobre literatura, medicina y enfermedad. Cádiz: Imprenta Rimada, 2011.

Lien-Tan Pan. Pueblos y huérfanos por sida en China. Estudios de Asia y África. 2008; 1: 195-206.

Micollier E. Fenómeno de estigmatización en una población China enfrentada al VIH/SIDA: hacia una colaboración entre las respuestas oficiales y la sociedad civil. En: Un enfoque cultural de la prevención y la atención del VIH/SIDA. 2003 [Consultado el 19 de noviembre de 2013]. Unesco. Disponible en: https://unesdoc.unesco.org/images/0013/001307/130756s.pdf.

Shah S. Cazadores de cuerpos. La experimentación farmacéutica con los pobres del mundo. Madrid: 451 Editores, 2009.

Sontag S. El sida y sus metáforas. Barcelona: Muchnik Editores, 1989.

Principio de p�gina 

Pie Doc

 

RECURSOS CUIDEN

 

RECURSOS CIBERINDEX

 

FUNDACION INDEX

 

GRUPOS DE INVESTIGACION

 

CUIDEN
CUIDEN citación

REHIC Revistas incluidas
Como incluir documentos
Glosario de documentos periódicos
Glosario de documentos no periódicos
Certificar producción
 

 

Hemeroteca Cantárida
El Rincón del Investigador
Otras BDB
Campus FINDEX
Florence
Pro-AKADEMIA
Instrúye-T

 

¿Quiénes somos?
RICO Red de Centros Colaboradores
Convenios
Casa de Mágina
MINERVA Jóvenes investigadores
Publicaciones
Consultoría

 

INVESCOM Salud Comunitaria
LIC Laboratorio de Investigación Cualitativa
OEBE Observatorio de Enfermería Basada en la Evidencia
GED Investigación bibliométrica y documental
Grupo Aurora Mas de Investigación en Cuidados e Historia
FORESTOMA Living Lab Enfermería en Estomaterapia
CIBERE Consejo Iberoamericano de Editores de Revistas de Enfermería