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TEMPERAMENTVM ISSN 169-6011

 

 

EDITORIAL

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Cuidados y modernidad: la modelización de la práctica y el pensamiento enfermeros a través de los textos

Manuel Amezcua
Fundación Index, Granada, España. Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de Granada, España

Temperamentvm 2013; 17

 

 

 

Cómo citar este documento

Amezcua, Manuel. Cuidados y modernidad: la modelización de la práctica y el pensamiento enfermeros a través de los textos. Temperamentvm 2013, 17. Disponible en <https://www.index-f.com/temperamentum/tn17/t1704.php> Consultado el

 
 

 

 

    En los años 80 del pasado siglo, tiene lugar un giro en la escasa historiografía sobre la Enfermería en España,1 a la vez que explosiona el interés por esta parcela de conocimiento ante la necesidad de afianzamiento identitario, asociado a los cambios académicos que acaecieron con la inclusión de los estudios de Enfermería en la Universidad. Importantes fueron las aportaciones que por aquellos años realizaron los cultivadores de la "nueva historia" de la Enfermería (Eseverri, 1984;2 Ventosa, 1984;3 Domínguez Alcón, 1986;4 entre otros), que comenzaron a despertar el interés por acercarse a las fuentes primarias de la historia, mayoritariamente inexploradas hasta entonces por los escasos historiadores de la profesión. En cierta forma la situación ha mejorado,5 pero llama la atención las escasas menciones que aún se realizan a los textos primarios de la historia de la Enfermería, a pesar de la creciente accesibilidad de las grandes fuentes documentales, como la Biblioteca Nacional, o los archivos Histórico Nacional o el de Simancas, cuyos catálogos y una buena parte de los fondos son accesibles libremente a través de la red (PARES, 2013).6

Esta es precisamente una cuestión que necesita problematizarse, el fenómeno de la utilización historiográfica de las fuentes primarias (bibliográficas y archivísticas) en general, pero sobre todo aplicado a un periodo de enorme trascendencia para la historia de la Enfermería en España, como es la época moderna. Un periodo donde el asistir y el ser asistido parece convertirse en una de las obsesiones del momento, a juzgar por el acervo documental que nos ha llegado, en el que además del aporte institucional, llama la atención que la salud aparezca como motivo recurrente en la literatura,7 convirtiéndose de esta forma en una fuente esencial para conocer el fenómeno del cuidado en la mentalidad de la época, así como su dimensión social.8

El abordaje del problema ha de realizase desde una doble realidad. En primer lugar desde el posicionamiento de la Enfermería como saber descriptivo o empírico en el contexto del conocimiento científico de la época, y en estrecha relación con un área que había alcanzado una enorme autonomía social: la Medicina.9 En segundo lugar, como praxis que responde a necesidades de una sociedad de carácter marginal, cuyo abordaje sería impensable sin el concurso del pensamiento cristiano. También es obligado considerar la escisión entre el saber teórico y la actividad técnica que caracterizó al progreso científico de la Edad Media, influenciada por la cultura clásica y por la separación efectiva que entre ambos saberes existió en la sociedad antigua.

En la España Moderna ocurrieron algunos cambios trascendentales que determinaron el que la Enfermería española tenga en la actualidad la variedad de matices que le caracterizan. Es precisamente en el panorama científico de este periodo cuando, sin distinguirse de la Medicina y controladas por su aparato normativo, comienzan a reconocerse socialmente y a tener una cierta autonomía de contenido algunas profesiones de carácter práctico hasta entonces desvinculadas de toda norma, como los barberos sangradores, cirujanos romancistas, practicantes o comadres,10 e incluso llegan a profesionalizarse algunas prácticas demasiado cercanas a la heterodoxia tradicional, como por ejemplo la del saludador, de la que llegan a expedirse títulos oficiales.

A la vez nacen al abrigo de la Iglesia Católica una serie de órdenes religiosas de carácter netamente asistencial, orientadas hacia la dispensación de cuidados a los sectores más paupérrimos y desprotegidos de la sociedad.11 Estas agrupaciones hospitalarias surgen a la luz de personalidades comprometidas e inquietantes a la vez, como Pedro de Betancur o Bernardino de Obregón, aunque sin duda la de mayor proyección y vigencia fue la de Juan Ciudad en Granada.12 De forma indirecta queda constituido el ejercicio de una Enfermería de carácter institucional expresada a través de un modelo de sello hispánico de influencia universal y con plena vigencia actual.13

De esta forma en la España de la modernidad quedaban configuradas tanto normativamente como desde el punto de vista del reconocimiento social las dos grandes formas de expresión del ejercicio enfermero: una de carácter práctico que compilaba una serie de técnicas relacionadas con la práctica médica y que se profesionalizó como ejercicio liberal, y otra de carácter más cualitativo, orientada hacia las necesidades del individuo y desarrollada en el seno institucional.14 Con la característica común de su empirismo poco desarrollado, ambas tendencias convivieron como ejercicios independientes durante varias centurias (así había ocurrido en el caso de la Medicina y de la Cirugía), aunque no debe confundirse el empirismo con la regresión científica, ya que muchos de los progresos en la configuración de la Enfermería como disciplina fueron debidos a la pluma de empíricos, en algunos casos de forma anónima.

En el necesario abordaje textual y contextual del ejercicio enfermero en la España Moderna es importante considerar la cuestión de la delimitación del campo de los cuidados de salud en su contexto social. Los científicos más reconocidos de la época muestran con frecuencia su preocupación por la adopción de hábitos dentro de lo que podía considerarse el ideal del estilo de vida saludable, lo que Luis Lobera o Arnaldo de Vilanova denominaban el Regimiento o Régimen de Sanidad (equilibrio en el comer, dormir y aseo). Mientras el hidrólogo Alfonso Limón Montero previene sobre el consumo de algunas drogas como el alcohol o el tabaco a la vez que exalta las propiedades medicinales del agua, el jiennense Cristóbal Méndez promueve las excelencias del ejercicio físico. Huarte de San Juan invita en su Examen de Ingenios a la activación del intelecto, mientras Andrés Laguna alaba la moderación sexual en un tiempo en que una terrible enfermedad como la sífilis irrumpía en el panorama médico.

Sin duda supone una ruptura la forma en que algunos de estos contenidos llegan al pueblo llano, en una época en que se inicia una cierta tendencia a popularizar los conocimientos dirigidos a la preservación de la salud individual y colectiva. La información científica, vehiculizada tradicionalmente a través del latín como lengua universal, va a ser difundida en su versión popularizada a través del romance, la lengua del pueblo. Así lo harán algunos de los científicos consagrados, pero también otro tipo de autores que surgen en torno a la idea de vulgarizar el conocimiento científico, como Pedro Hispano (Thesoro de los pobres), fray Agustín Farfán (Tratado breve de medicina y de todas las enfermedades), Gregorio López (Tesoro de Medicinas), fray Blas de la Madre de Dios (Libro de Medicinas Caseras), y sobre todo Juan Sorapán de Rieros con su conocidísima Medicina española contenida en proverbios vulgares.

A medio camino entre el saber científico y el saber popular existen unos conocimientos con un cierto nivel de especialización en materias de orden práctico que en nuestro período de estudio van a adquirir un carácter profesional y que van a dejar una estela documental en forma de textos normativos y manuales del arte. Sánchez Granjel hace una relación de los profesionales no titulados que ejercían el empirismo en la España renacentista: los algebristas, los hernistas y sacadores de la piedra, los batidores de la catarata u oculistas, los sacamuelas y las parteras, mientras que a las faldas de los cirujanos ejercían los barberos y sangradores.15 A la lista habría que añadir los que optaban por la vía sobrenatural, como los saludadores, ensalmadores y santiguadores, además de la pléyade de heterodoxos que empleaban la magia y la adivinación como único arte, como brujas, hechiceras, adivinos o sortílegos, que por supuesto su práctica estuvo siempre sancionada por las leyes civiles y eclesiásticas.

El perfil del dispensador de cuidados aparece definido en multitud de documentos de origen legal o normativo que regulan las actuaciones de profesionales con competencias en la práctica de los cuidados, bien con ejercicio liberal, como sangradores, cirujanos romancistas o comadres, o siendo asalariados por instituciones asistenciales, como enfermeros, hospitaleros, cuidadoras, etc. Algunos de los más influyentes manuales de Enfermería, que inauguran este género, salen de la imprenta en los siglos XVI y XVII: el Libro del arte de las comadres o madrinas (1541) de Damián Carbón, la Instrucción de Enfermeros (1623) de Andrés Fernández, y la Instrucción de novicios (1668) de fray Agustín de Vitoria, para su uso en los hospitales de la orden de San Juan de Dios. A los que habría que añadir el Directorio de enfermeros y artífice de obras de caridad para curar las enfermedades del cuerpo, del barbero Simón López, que por razones desconocidas permaneció el inédito.

El acervo renacentista también nos ilustra sobre las formas de expresión de los cuidados en aquellos ambientes o lugares donde los profesionales no llegaban, apareciendo diferentes testimonios sobre la práctica de cuidadores que desempeñan su oficio con escasa cualificación profesional en el ámbito popular (saludadores, ensalmadores) o doméstico (santiguadoras), algunos de ellos de los tradicionalmente considerados como intrusos, y otros que por su origen étnico aparecen envueltos en un halo de heterodoxia, como los sanadores moriscos.16 La mayoría de estas formas de curación existían mucho antes de configurarse la Medicina como ciencia y de reconocerse socialmente la práctica de la Enfermería, razón por la que en esta época eran utilizadas por una población numerosa que por su lejanía o falta de recursos tenían limitaciones para el acceso a la nueva ciencia. Y en una época donde tiene cabida un movimiento intelectual como el misticismo, no faltarían expresiones prácticas del compromiso social ante un problema tan flagrante como el pauperismo y la marginalidad. En este camino hacia el cuidado a través de la iluminación destacaron contribuidores como Juan de Dios en Granada, Miguel Mañara en Sevilla o Luisa de Marillac en Francia.

En la España Moderna encontramos por último una abundante documentación sobre la organización de los cuidados a nivel institucional, como consecuencia de las numerosas fundaciones de hospitales y otros establecimientos asistenciales distribuidos por todo el territorio nacional. Desde las grandes fundaciones reales como los hospitales de Granada o Santiago, hasta exuberantes patronatos de fundación privada, como el hospital de Tavera en Toledo o el de Santiago en Ubeda, pasando por las redes hospitalarias de organizaciones religiosas como las de San Juan de Dios,12 los Obregones o los Betlemitas,17 o los hospitales destinados a proporcionar apoyo a los peregrinos que transitaban hacia los variados focos devocionales de la época, lo cierto es que no hubo ciudad, villa o aldea que no contase con algún tipo de establecimiento encaminado a proporcionar cuidados a la gente necesitada.

Las actas fundacionales de estas instituciones, la amplia variedad de documentos normativos que pretenden dar una idea sobre cómo se organiza la prestación de cuidados, los libros de registros de enfermos y de contabilidad que se conservan en archivos públicos y privados, constituyen una fuente inagotable para conocer los problemas sociales donde la salud interviene de forma determinante, como la pobreza, la desprotección de los niños, de los ancianos o de la mujer, y por supuesto la enfermedad social, como las epidemias o la locura. Pero a partir de su estudio también se pueden precisar algunas ideas sobre la emergencia de modelos de Enfermería en nuestro país, modalidades de atención que en muchos casos han llegado a nuestros días y por tanto explican en buena parte la forma en que la Enfermería se vertebra como disciplina científica y como desempeño profesional.

Bibliografía

1. Amezcua M. Los estudios y los estudiosos de los cuidados en España: lo histórico como elemento de identidad. Index de Enfermería 1993; 2(4-5): 16-24.
2. Eseverri Chaverri C. Historia de la Enfermería Española e hispanoamericana. Barcelona: Salvat, 1984.
3. Ventosa Esquinaldo F. Historia de la Enfermería Española. Madrid: Ciencia 3, 1984.
4. Domínguez Alcón C. Los cuidados y la profesión enfermera en España. Madrid: Pirámide, 1986.
5. García-García, I; Gozalbes Cravioto, E. Investigación en Enfermería y en Historia de la Enfermería en España. Index de Enfermería 2012; 21(1-2): 100-104.
6. PARES. Portal de Archivos Españoles. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Disponible en https://www.index-f.com/temperamentum/tn14/t7735.php [acceso 23/03/2013].
8. Siles González J. La construcción Social de la Historia de la Enfermería. Index de Enfermería 2004; XIII(47): 7-10.
9. López Piñero JM. Ciencia y Técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII. Barcelona: Labor, 1979.
10. Muñoz Garrido R. Ejercicio Legal de la Medicina en España. Siglo XV-XVIII. Cuadernos de Historia de la Medicina. Monografía VI. Universidad de Salamanca, 1967.
11. Navarro Perán, MA; Hernandez Conesa, JA; Torralba Madrid, MJ; Beneit Montesinos, JV. Un estudio de los modelos enfermeros en la España de la Contrareforma, a través de los textos escritos y editados por las Ordenes Religiosas, con voto de hospitalidad. Murcia: Diego Marín, 2012.
12. Amezcua M. Misticismo y melancolía. Reforma de los cuidados de salud mental en la España Moderna. Rev Rol Enferm 2004; 27(12): 40-48.
13. Ventosa Esquinaldo F. Pensamiento de San Juan de Dios y la Orden Hospitalaria y su relación con la enfermería: conceptos y valores. Granada: Archivo-Museo de San Juan de Dios, 2012.
14. Siles González, J. Historia de la enfermería. Alicante: Aguaclara, 1999.
15. Sánchez Granjel L. La Medicina Española Renacentista. Universidad de Salamanca, 1980.
16. García Ballester L. Historia social de la medicina en la España de los siglos XIII al XVI. Vol. 1, La minoría musulmana y morisca. Madrid: Akal, 1976.
17. Sanz Sánchez, I; Sanalberto Giraldos, RM. Consecuencias de la obra de Pedro de Bethencourt: la orden Bethlemita y los hospitales de convalecientes. Híades 1995, 2: 129-141.

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