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PRESENCIA revista de enfermer�a de salud mental ISSN: 1885-0219

 

 

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Metodología científica y uso de taxonomías en salud mental

Joana Fornés1
1Miembro del Consejo Editorial de Presencia. Catedrática de Enfermería Psiquiátrica y Salud Mental, Universitat de les Illes Balears, España

Presencia 2008 ene-jun; 4(7)

 

 

 

Cómo citar este documento

Fornés, Joana. Metodología científica y uso de taxonomías en salud mental. Rev Presencia 2008 ene-jun, 4(7). Disponible en <https://www.index-f.com/presencia/n7/p0248.php> Consultado el

 

    El uso de la metodología científica es quizá el elemento que da mayor rigor a la práctica profesional. Esta metodología, aplicable a cualquier disciplina, contiene una serie de pasos ineludibles: búsqueda de información, detección de problemas, proposición de resultados, intervención y evaluación. En la disciplina de enfermería estos pasos pueden contemplarse a través de lo que llamamos Proceso de Atención Enfermero (PAE). El uso incorrecto de este proceso resta validez a las operaciones realizadas y predispone a errores no sólo de procedimiento, sino también y más grave aun, de resultado.1 Sin embargo, la evidencia demuestra que no siempre existe rigor en su cumplimiento, pues siguen existiendo todavía muchos registros de valoración sin cumplimentar (base de las fases posteriores del proceso) y aún así se procede a realizar juicios clínicos en forma de diagnósticos enfermeros (DE) e informes de continuidad de cuidados.

Todo proceso que utilice la metodología científica debería tender a la obtención de conocimiento, pero ello sólo es posible si se hace uso de un pensamiento crítico, orientado a la reflexión, la objetividad y el respeto por lo diferente. Un pensamiento que nos permita ir más allá de lo que se nos ha presentado como conocimiento único y verdadero. En definitiva, un pensamiento que cuestione la realidad y las bases sobre las que se asienta. Este proceso parece que dista mucho de lo que actualmente ocupa gran parte del estudio de la metodología enfermera, focalizado en el uso de un Lenguaje Enfermero Estandarizado (LEE),2,3 lenguaje utilizado con el propósito de describir el trabajo profesional y comunicarse con los demás: profesionales de enfermería, otros profesionales sanitarios y población.

Los LEE conocidos actualmente son los reconocidos por la American Nurses Association (ANA), que traducidos a varios idiomas, incluyen tres clasificaciones: los diagnósticos enfermeros NANDA, las intervenciones de enfermería NIC y los resultados esperados tras las intervenciones NOC.4 Actualmente se pretende que se trabaje con una interrelación entre estos lenguajes, de manera que a cada etiqueta NANDA se le relacione una serie de intervenciones NIC y unos objetivos o resultados esperados NOC. Uno de los grandes problemas que se presentan al utilizar estas clasificaciones es que muchos problemas de salud tienen que acoplarse (encorsetarse) a unas etiquetas que no siempre traducen la realidad del problema o la vivencia subjetiva de la persona que lo padece. Ello supone que a menudo, aún hablando un mismo idioma, no nos entendemos entre las personas que trabajamos y cuidamos a los mismos pacientes. Esta rigidez en el lenguaje podría restar creatividad, congruencia y autenticidad, tanto en los actos enfermeros como en la imagen de la profesión.

La determinación de la etiqueta NANDA es el primer paso para establecer la interrelación de LEE con las otras taxonomías, pero... ¿Qué ocurre cuando no hay (o no es pertinente) un DE?, por ejemplo cuando la causa o causas principales de la alteración de salud radica en estructuras psíquicas, como ocurre en la mayoría de patologías psiquiátricas, ¿utilizamos entonces LEE?, en caso contrario, ¿debemos pensar que no estamos trabajando con metodología científica?

Estos interrogantes merecen una seria reflexión sobre el uso de LEE, pues desafortunadamente, parece que llevados por el afán de utilizar este lenguaje y sus clasificaciones, muchas veces caemos en la tentación de ver problemas enfermeros donde realmente hay problemas de colaboración interdisciplinario y a mi juicio, hacemos entonces un mal uso de las taxonomías. Ejemplos de este tipo podemos observarlos al utilizar las siguientes etiquetas diagnósticas NANDA: "Trastorno de los procesos de pensamiento" o "Baja autoestima", habituales precisamente, en muchos de los contextos de salud mental. Ante estas situaciones resulta pues imprescindible realizar una seria reflexión para asegurarse de su pertinencia. Por otra parte, tanto si son pertinentes como si no los son, deberíamos plantearnos si tiene sentido planificar algunos de los NOC propuestos para ellas, como por ejemplo: autocontrol pensamiento distorsionado, cognición, toma de decisiones,4 pues la imprecisión del propósito que pretenden puede dar lugar a interpretaciones, actos y resultados diferentes. Este tipo de reflexiones, u operaciones cognitivas como diría Marjory Gordon, son un paso ineludible si queremos aplicar correctamente la metodología científica y no hacer un mal uso del lenguaje enfermero.

Precisamente en relación a dichos conceptos (metodología y LEE), existe una corriente crítica que afirma que la terminología de las taxonomías, en especial la de los DE, no se corresponde con el verdadero lenguaje que las enfermeras utilizan cuando hablan sobre los cuidados o sobre la naturaleza de su práctica, algo que a menudo podemos constatar en los contextos de psiquiatría. En general, el lenguaje de dichas taxonomías no se considera un lenguaje vivo sino más bien académico, caracterizado por una terminología abstracta, poco práctica, inefectiva, que consume mucho tiempo y que ofrece pocos beneficios para el cuidado del paciente.5 Según esta corriente, pensar que el uso de dichas taxonomías aporta rigor científico a los resultados obtenidos y modifica las pautas de salud de los usuarios, es probablemente una falacia, ya que las taxonomías son herramientas estáticas y lo estático difícilmente aporta avances en el conocimiento. Lo contrario ocurre con las evidencias científicas, que aplicadas tras un riguroso procedimiento cambian, se renuevan, actualizan y ponen constantemente en tela de juicio los resultados encontrados.

Además, como señala Medina,6 con el uso del lenguaje estandarizado probablemente la disciplina enfermera ha caído en una de las mayores incongruencias profesionales, pues se ha pasado de criticar el reduccionismo del lenguaje médico para caer en un encorsetamiento similar con el uso de las taxonomías y ciertos programas informáticos que las utilizan.7 Por otra parte, se ha constatado que el lenguaje abstracto y universal de estas clasificaciones resulta incapaz: primero, para captar la individualidad concreta de cada una de las personas a las que se aplica, segundo, para demostrar una validez científica en los resultados obtenidos en los cuidados.

La invalidez científica de la segunda premisa se debe fundamentalmente a dos cosas: a) la variabilidad de las intervenciones propuestas y la forma de ejecutarlas, pues cada enfermera puede marcar su propia impronta; b) la influencia de las distintas personas que interactúan (enfermera-enfermo-familiar-otros profesionales) sobre los resultados, pues cada una juega un papel específico, pudiendo ser sus intervenciones causa y efecto de las demás.

Así pues, una misma intervención (tal como está denominada en las clasificaciones NIC) puede dar lugar a actuaciones y resultados muy diferentes, según sea la persona que la ejecuta-administra y la persona que la recibe. Entendido así el cuidado, ¿podemos asegurar que las intervenciones NIC: apoyo emocional, potenciación de roles, manejo del delirio., asociadas a las etiquetas diagnósticas anteriores, serán aplicadas de la misma forma por personas diferentes?, por esta misma razón, ¿podemos asegurar que obtendremos resultados similares?

La respuesta a las preguntas anteriores se perfila sin lugar a dudas negativa. Ello se puso de manifiesto en la IV reunión sobre Enfermería Basada en la Evidencia,8 en cuya síntesis se deduce que no está claro si los juicios clínicos de la NANDA y las intervenciones que de ellos derivan en forma de intervenciones NIC, producen los mismos resultados NOC, ni si éstos son efectivos. Tampoco está claro si estos resultados pueden ser medidos en términos de beneficios producidos por los cuidados en los pacientes. Llegados a este punto podríamos plantearnos si las taxonomías enfermeras facilitan realmente el trabajo enfermero y suponen rigor metodológico o si por el contrario, en muchas ocasiones, no son más que una mera actividad administrativa exigida.

Por otra parte, si ponemos énfasis en el aspecto de los cuidados enfermeros, especialmente en el contexto que nos ocupa (la salud mental), hay que reconocer que las clasificaciones enfermeras suelen ocultar lo humano de la experiencia de salud, disminuyendo así la importancia dada a la relación interpersonal del cuidado.5 Con ello caemos en otra incongruencia, pues precisamente el paradigma que defiende actualmente enfermería parece dirigirse hacia un cuidado más relacionado con los aspectos humanos y espirituales, que con los instrumentales.

Como síntesis a las reflexiones anteriores podríamos concluir que el uso de la metodología científica es siempre necesaria en la práctica enfermera, aunque no debemos confundir metodología con uso de LEE ni con modelo enfermero. La metodología científica es la que sigue los pasos del método científico y tiene como finalidad aportar evidencia. Conseguirlo pasa por utilizar un lenguaje concreto, con propósitos bien definidos, mensurables y replicables. Este lenguaje, sustentado en un pensamiento crítico, no debería estar supeditado a la variación de interpretaciones particulares. Lo deseable es que fuera capaz de describir problemas de salud de la persona objeto de cuidado, diferenciando aquellos susceptibles de ser tratados (solucionados) por la enfermera de manera autónoma, de otros que necesitan de la colaboración de otros profesionales. Por último, debería guiar la planificación de actividades específicas capaces de ser evaluadas objetivamente.

Referencias

1. Fornés J. Bases teóricas. En: Fornés J. Enfermería de salud mental y psiquiátrica. Planes de cuidados. Madrid: Médica Panamericana; 2005. p. 1-8.
2. Kautz DD, Kuiper RA, Pesut DJ, Williams RL. Using NANDA, NIC and NOC (NNN) language for clinical reasoning with the outcome-present state-test (OPT) model. International Journal of Nursing Terminologies and Classifications 2006; 17(3): 129-138.
3. Sánchez V, Muñoz A. El lenguaje estandarizado en las publicaciones enfermeras de salud mental (2002-2007). Rev Presencia 2007 jul-dic; 3(6) [ISSN: 1885-0219]. Disponible en:
<https://0-www.index-f.com.llull.uib.es:80/presencia/n6/83articulo.php> [Consultado el 19 de Febrero de 2008].
4. Johnson M, Bulechek G, Butcher H, McKloskey J, Maas M, Moorhead S, Swanson E. Interrelaciones NANDA, NOC y NIC. Madrid: Elsevier España SA; 2007.
5. Watson J. Una visión crítica sobre los diagnósticos enfermeros. Rev ROL Enf 2006; 29(7-8): 494-497.
6. Medina JL. El regreso a la razón. Rev Rol Enf 2006; 29(7-8): 523-536.
7. Fernández MA. Lenguajes estandarizados de enfermería. Evidentia. 2007 sep-oct; 4(17) [ISSN: 1697-638X]. Disponible en:
<https://0-www.index-f.com.llull.uib.es:80/evidentia/n17/376articulo.php> [Consultado el 19 de Febrero de 2008].
8. Redacción Evidentia. IV Reunión sobre Enfermería Basada en la Evidencia. NANDA-NIC-NOC "De la perplejidad a la generación de conocimiento". Consenso de congresos. Evidentia. 2007 mar-abr; 4(14) [ISSN: 1697-638X]. Disponible en:
<https://0-www.index-f.com.llull.uib.es:80/evidentia/n14/341articulo.php> [Consultado el 19 de Febrero de 2008].

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