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Presencia 2007 ene-jun; 3(5)

Manuscrito recibido el 07.03.07
Manuscrito aceptado el 10.03.07

 

 

Cartas al Director

Entonces, ¿qué es lo que hacemos?

Juan Antonio García Sánchez1.

1Enfermero. Unidad de Salud Mental del Hospital Carlos Haya. Hospital Civil. Avda. Arroyo de los Ángeles, s/n. 29011 Málaga. España.

 

Cómo citar este documento:
García Sánchez JA. Entonces, ¿qué es lo que hacemos?. Rev Presencia 2007 ene-jun;3(5). Disponible en <https://www.index-f.com/presencia/n5/68articulo.php> [ISSN:1885-0219] Consultado el


Sr. Director: Son las cuatro de la madrugada. Hace una noche agradable, aunque sea febrero, puedo estar en manga corta, es lo bueno que tiene el aire acondicionado. La radio habla de una película que acaba de estrenar Clint Eastwood. Todo está muy tranquilo, yo sentado en un sillón con las piernas en alto, que ya las noches se notan, intentando leer algo. Veo por las cámaras que todos los pacientes están plácidamente dormidos: ¡qué tranquilitos, con lo mal que están algunos! Hay silencio pero a la vez se respira vida. Los que conocemos esto, sabemos que en cualquier momento alguno se levanta y ya se acabó todo, pero hoy no va a pasar eso, se nota en el ambiente, todos estarán dormidos hasta que, por la mañana, los despertemos para administrarles la medicación a las siete.

    Estoy en una unidad de agudos de psiquiatría y tengo veintitrés pacientes a mi cargo. Escribir esto me supone una grata sensación, no es nada fácil conseguirlo, al contrario supone un gran esfuerzo, conocer muy bien a cada paciente y atender a cada uno de ellos en sus necesidades, ese es nuestro trabajo.

    Hemos pasado una tarde complicada, como casi todas las tardes. Aquí los pacientes sólo nos tienen a nosotros, al personal de enfermería y, si te conocen, como ocurre en mi caso, en cuanto llegas a la planta, te acosan con preguntas y demandas: enfermero puede usted darme algo para la cabeza que me duele. Sabe si vendrá mi familia hoy. Me puede dar un paquete de tabaco. ¡Vamos a ver!, ¿puedo coger el relevo y después hablamos? Todo sigue igual, sólo algunos pacientes recién ingresados y otros trasladados de otra unidad, pues están saturados.

    Me tomo el café levantándome cuarenta veces a dar fuego, atender nuevamente al que le dolía la cabeza, que ahora quiere que le cure el pie, y a explicarle a dos o tres pacientes que la medicación se les administra �a las cuatro�, como se les explica todos los días, ¡qué le vamos a hacer! Están aburridos y el hecho de que te pregunten tanto y quieran estar a tu lado, lo entiendo como aprecio, confianza o seguridad trasmitida.

    Repartimos la medicación una vez que está preparada, todos juntos personal y pacientes: enfermero que me las he tomao.  No es pesao usted, ¿qué quiere que le saque la lengua?, ¡aaaahh! Yo siempre me las tomo para poder irme de aquí.

    Alguien avisa: enfermero, la merienda. ¡Vamos! No, por favor, no le des azúcar a tu compañero que es diabético. ¡Cada uno lo suyo! Pues no, no te puedes comer tres bollos, ¿no ves como te estás poniendo? Es verdad enfermero, pues déme entonces usted dos paquetillos de galletas. ¿Qué pasa ahí? ¡Pedro, tienes que merendar! ¡Eeeehh, cuidado! Oye, vamos a pasar a Pedro a la habitación que se ha echado el café caliente por la cabeza. Cuatro personas para inyectar un tranquilizante puede parecer exagerado pero es una constante en nuestro servicio; siempre tenemos que ir varios compañeros, por lo impredecible de los actos de nuestros pacientes. Y corriendo otra vez todos al comedor pues se quedaron solos merendando. Uno de nosotros se queda duchando a Pedro, que se ha puesto perdido y seguramente no será el último cambio de pijama que le hagamos. Algunos no consiguen estar limpios ni diez minutos. Y cuando uno termina de atender a Pedro, comienza a darle de comer a otro paciente que ha sufrido un desvanecimiento y está encamado en su habitación, con sueroterapia, adormilado y bastante desorientado.

    Es la hora de las visitas. Hay una familia que quiere hablar con algún responsable de la unidad, dice la celadora, y añade que están fatal porque se han enterado que su hija está con contención mecánica. ¡Hombre, bajar el televisor, que aquí no hay quién se entienda! ¡Carmen, por favor!, ¿quieres dejar de perseguirme y bajarte la camiseta del pijama? La familia de Encarna se ha quedado más tranquila, es comprensible su actitud, no debe ser nada fácil entender lo que le pasa a su hija, al final me han dado las gracias para todos por cuidarla, ellos mejor que nadie saben como se comporta cuando está tan inquieta. ¡Javier!, ¿es posible que fumes algo menos? ¡Vale, vale! Será mejor que deje el tema pues quiere convencerme de que fuma para no perder los poderes que le harán salvar al mundo. Enfermero esta noche me da usted algo para dormir que anoche no pegué ojo. Bueno, pero ahora, ¿por qué no te vas al patio con tus compañeros y lees el periódico o una revista o juegas a algo en vez de estar ahí tumbado?

    El psiquiatra anuncia un nuevo ingreso: ¿un ingreso? ¿Quién es? ¿Cómo viene? ¿Otra vez?, pero si no hace ni una semana que se fue con el alta. ¡Hay que buscarle alguna salida a esta chica! ¡La familia cada vez está más desbordada! ¡Ah!, por cierto, cuando venga usted por aquí le echa un vistazo a un chico que ingresó ayer, está con fiebre y no me hace mucha gracia, porque no toma neurolépticos habitualmente. ¡Niños, que hay un ingreso! ¿De qué os reís? Anda, mira, Carlitos contando chistes, chiquillo quién te ha visto y quién te ve, ¡con lo enfadado que estabas el otro día! Estaba malo enfermero, estaba malo.

    El patio con tantos pacientes es una bomba, hay que estar pendiente en cada momento para evitar roces. ¡Vamos a ver!, ¿tenéis que estar siempre peleándose? ¡Haz el favor de no pedirle más tabaco! Y tú, cuando te moleste, en vez de amenazarlo me haces el favor de venir a decírnoslo. ¡Venga, vamos a cenar! Hay que darle de comer a José y a Gabriel y quitarle el postre a Lucía, hasta que se lo coma todo. Utiliza los cubiertos, por favor, Emilio. Alguien me llama urgente y asustado desde las habitaciones, intuyo lo que está pasando, alguien se ha atragantado. Cuando llego a la habitación la auxiliar está angustiada porque, efectivamente, el hombre que tenemos con el suero ha cogido algo de la ensalada a la vez que ella le metía una cucharada de comida en la boca y se ha puesto cianótico, ella misma le ha dado unas palmadas en la espalda y el paciente sigue comiendo tan tranquilo, ellos son así. Cuando vuelvo al comedor me encuentro a todos los pacientes deseando entrar a las habitaciones: Abra las puertas ya, enfermero, que tenemos sueño. De eso nada, hasta las nueve y media no entra nadie a dormir, que si no a las cinco de la mañana estáis todos despiertos, así que a ver un rato la televisión. Hartos de oírlos y sabiendo que en cuanto que entren a las habitaciones la mayoría vuelven a salir para seguir fumando hasta que cerremos el patio, abrimos las puertas para evitarles pasar más frío, acostar a los de más edad y permitir acostarse a los que se encuentran peor de ánimo o sólo les apetece estar tranquilos en su habitación.

    Todavía nos queda repartir la medicación de la noche, pero antes hay que poner varios pañales, pues sea porque están muy dormidos o por alguna medicación la verdad es que amanecen orinados, a estos y a los demás se le insiste para que orinen antes de acostarse. Se cierran las ventanas y se les pone el aire acondicionado, se ofrecen mantas y un zumo o leche con las pastillas y se apagan las luces. ¿Crees que podrás dormir bien o te doy algo? Bueno, si necesitas algo estamos ahí fuera. ¡Hasta mañana! Gracias, enfermero, hasta mañana.

    Todo esto y mucho más es lo que ocurre en cualquiera de nuestras tardes, mañanas o noches, posiblemente algo muy similar a lo que ocurre en otros servicios. Es llamativo el grado de dependencia de estos pacientes y sobre todo la cantidad de intervenciones que ponemos en práctica constantemente. Ahora están todos dormidos, nunca lo hubiésemos pensado estando la planta como estaba a las cinco de la tarde. Todo esto hace que me pregunte en muchas ocasiones: ¿por qué, en los quince años que llevo trabajando en este servicio, he tenido que oír tantas veces de boca de mis compañeros que no conocen nuestro trabajo? Muchos nunca han trabajado aquí y algunos me han dicho que nunca lo harían, justificándolo así: es que a mí no me gusta la psiquiatría porque allí no se hace enfermería. Entonces, me pregunto: ¿qué es lo que hacemos?

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