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Presencia 2005 jul-dic; 1(2)

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Presencia 2005 jul-dic; 1(2)

Manuscrito recibido: 05.09.05
Manuscrito aceptado: 10.11.05

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Experiencias 

Cuidados, enfermeras y desarrollo profesional: Una reflexión sobre las bases del ejercicio profesional

Rosamaría Alberdi Castell1, Núria Cuxart Ainaud2.
1Profesora. Universitat de les Illes Balears, España. 2Directora de Programas. Col·legi Oficial d�Infermeria. Barcelona, España.

Cómo citar este documento:
Alberdi Castell RM, Cuxart Ainaud N. Cuidados, enfermeras y desarrollo profesional: Una reflexión sobre las bases del ejercicio profesional. Presencia 2005 jul-dic;1(2). Disponible en <https://www.index-f.com/presencia/n2/23articulo.php> [ISSN:1885-0219] Consultado el


Resumen
Cuidados, enfermeras y desarrollo profesional: Una reflexión sobre las bases del ejercicio profesional

Abstract
Cares, nurses and professional development:  A reflection on the bases of the professional exercise

  Con el presente artículo, las autoras pretenden cumplir un doble propósito. Por un lado, presentan a la comunidad científica enfermera algunas de sus reflexiones sobre las evolución del colectivo enfermero en España, los cambios que se han producido en la concepción del cuidado y en la práctica profesional y las dificultades que muchas veces encuentran, dentro del propio sistema sanitario, para desarrollar sus responsabilidades y  su aportación al cuidado de la salud.
  Por otro lado, quieren aprovechar la oportunidad de participar en la aventura, fascinante y enriquecedora, que la publicación de la Revista Presencia ofrece.

Palabras clave: Enfermería/ Enfermera/ Desarrollo profesional/ Ejercicio profesional

   With this article, the authors pretend to accomplish a double purpose. On one hand, they want to offer the scientific nursing community some reflections on the evolution in Spanish Nursing and on the changes in the conception �Care� and in the professional practice. Besides, they want to offer reflections on the problems the nurses have to face in the Health System so they can develop their responsibilities and their contribution to �Health�.
  On the other hand, the authors want to use the opportunity to participate in this fascinating and enriching adventure offered by the Presencia magazine.

Key words: Nursing/ Nure/ Professional development/ Professional exercise


    Este artículo es el resultado de una doble circunstancia. Por un lado, gran parte del mismo corresponde a la conferencia que por encargo de la Societat Catalana de Filosofia del Instititut d�Estudis Catalans, pronunció una de las autoras (Núria Cuxart) hace unos meses. Pero, sobretodo, el texto que se presenta es el fruto tangible de la comunicación profesional que las autoras venimos manteniendo desde hace mucho tiempo.

    El principal tema de dicha comunicación es el cuidado enfermero pero, naturalmente, también tratamos sobre la salud, las enfermeras (siguiendo usos internacionales, en este artículo, se utilizará el término enfermera para designar a los profesionales de ambos sexos), sus responsabilidades y su desarrollo profesional. A partir de este hecho y, dado que consideramos que el pensamiento profesional sólo adquiere su verdadero sentido si se pone a disposición de la comunidad científica enfermera para su difusión, debate y profundización, nos ha parecido interesante plasmar en un texto, algunas de nuestras principales reflexiones.

    De este modo, cumplimos con lo que consideramos que es parte de nuestro compromiso con el desarrollo profesional y a la vez, aprovechamos la oportunidad de participar en esta aventura, siempre fascinante y altamente enriquecedora, que supone la publicación de una nueva revista.

    Gracias, pues, a todo el equipo promotor de Presencia por su esfuerzo y dedicación y por poner a disposición de las enfermeras españolas un nuevo espacio de interlocución  y avance.  

    Explicado el origen de este artículo, pasamos a explicar los objetivos que deseamos cumplir con el mismo.

    El primero, es hacer un rapidísimo recordatorio de cuáles son las principales formas en que hoy se concreta la aportación enfermera.

    El segundo, consiste en referenciar, también de forma breve, cuál es el significado del cuidado; cómo lo vemos y lo percibimos las enfermeras que consideramos que el mismo es la razón de ser de nuestra profesión.

    El último objetivo es reflexionar sobre el principal trazo diferenciador de la profesión enfermera, o sea, aquel que  constituye su aportación fundamental, y sobre las dificultades para su desarrollo en el sistema sanitario.  

    Para cumplir el primer objetivo es necesario recordar que, en sus orígenes más inmediatos, la profesión enfermera en España  (bajo la denominación de Ayudantes Técnicos Sanitarios) tenía unas funciones limitadas a la ayuda al médico y a la realización de técnicas.

    Un momento crucial para su desarrollo fue la incorporación de los estudios a la Universidad que se produjo en 1977. Este hecho permitió orientar la  formación de forma radicalmente distinta y dio lugar a que las enfermeras empezaran  a construir un patrimonio profesional específico.

    Con la construcción de diferentes marcos teóricos, la aplicación del método científico en el trabajo diario y los nuevos diseños curriculares, se inició el camino de desarrollo profesional por el que transita actualmente el colectivo enfermero en nuestro país.

    Hoy, las enfermeras, en el terreno de la docencia, trabajan para adecuar sus estudios al nuevo espacio europeo y para ver resuelta su antigua aspiración del acceso al segundo y tercer ciclo universitario a través de los propios estudios de Enfermería.  

    En cuanto a su práctica a profesional, esta tiene lugar en la mayoría de las circunstancias en las que se encuentran las personas y se desarrolla fundamentalmente (Col.legi Oficial d�Infermeria de Barcelona,2003)1:

    -Orientando, guiando y acompañando a las personas en todo su recorrido vital, teniendo especial atención con los grupos de población particularmente vulnerables y para los que la acción de las enfermeras es determinante

    -Ayudando o supliendo cuando la persona tiene un problema de salud, o sea, desarrollando su aportación autónoma.

    -Colaborando  con las actuaciones de otros  profesionales a través de actividades interrelacionadas en el ámbito sanitario, socio-sanitario y social.

    Si tuviéramos que definir cuál es el principal cambio que se ha realizado en el colectivo enfermero español en las últimas décadas, podríamos decir que -sin duda- el mayor avance ha sido la modificación del objetivo del trabajo enfermero. Este ha dejado de pivotar alrededor de la ayuda a otro profesional o de la patología para pasar a estructurarse en relación a la persona a la que se atiende, a sus requerimientos de ayuda para seguir un tratamiento, para controlar o manejar adecuadamente su enfermedad o para abordar con éxito una situación de riesgo para su salud o bienestar.

    Una de las principales dificultades que las enfermeras han debido y aún deben afrontar para conseguir la plena profesionalización, ha sido el derivado de la naturaleza de su  objetivo profesional: el cuidado. Ello es así, por la naturaleza indeterminada e intangible del mismo y porque muchas enfermeras han debido recuperarlo como objetivo profesional (Alberdi,1993)2.

    Al empezar a desarrollar el segundo objetivo -aportar una definición sobre el significado del cuidado de acuerdo a como lo perciben y lo viven las enfermeras-, es necesario pararse un momento para recordar el concepto de bien intrínseco. Entendemos que el bien intrínseco es aquello que cada profesión proporciona de forma única a la sociedad y constituye un servicio indispensable para su mantenimiento (Alberdi,1998)3.

    El bien intrínseco de la profesión enfermera es cuidar, admitiéndose de forma general, que cuidar significa ocuparse, preocuparse de alguien o de alguna cosa.

    Aceptando esta idea, es evidente que la profesión enfermera en España ha evolucionado en los últimos años, de forma vertiginosa, en tres aspectos fundamentales: en la recuperación de su orientación cuidadora, en el ejercicio del acto de cuidar y en lo que denominamos, su carácter.

    Por lo que se refiere a la recuperación de su orientación cuidadora, la primera evidencia de la misma es la aceptación por parte de la mayoría de las enfermeras, de que el cuidado siempre tiene a una persona o grupo como destinatarios.

    Y eso exige, en primer lugar, la posesión de un conocimiento profundo sobre qué es la persona y sus múltiples circunstancias.

    Las enfermeras entendemos que el ejercicio del cuidado sólo es posible si se concibe a la persona como a un ser único y singular y si se tiene en cuenta que los gestos, las palabras, los ritos y las solicitudes de cuidados, varían en cada contexto, en cada persona y en cada cultura.

    No hay, entonces, una única manera de cuidar ya que en el marco en el que se desarrollan los cuidados, cada relación es única porque las y los protagonistas son siempre distintos. Y este es el motivo por el que las enfermeras hemos convertido en reivindicación tozuda que no se puede cuidar en serie sino que es necesaria la individualidad.

    Siguiendo a Bonafont (1998)4, puede decirse que el hecho de cuidar es mucho más complejo que asegurar la comida, la bebida, la eliminación, el vestido, la movilidad o el descanso de una persona. Cuidar es también tratar de crear las condiciones necesarias en el entorno o adoptar actitudes de acompañamiento y de soporte que permitan que la persona destinataria de los cuidados pueda conducir su vida de una manera saludable y en base a su propio criterio o, mejor dicho aún, en base a su propia formulación de las condiciones (Alberdi, 2003)5.

    Para enfatizar la idea relativa a que el cuidado es la respuesta individualizada que las enfermeras dan a las necesidades de salud de las personas, parece interesante recordar unas palabras de Collière6. Dice esta autora, que el cuidado debe proporcionarse a cada persona teniendo en cuenta su manera y sus condiciones de vida, e interesándose directamente en la elaboración y la puesta en marcha de una política de salud apropiada y adaptada a la forma, a la frecuencia y a la manifestación de sus problemas en ese campo.

    Así, cuidar incluye actividades cotidianas, es decir aquellas acciones que garantizan la satisfacción de las necesidades más básicas para la vida y también incluye aquellas actividades que permiten mantener relaciones significativas y gratificantes, comunicarse con los demás, gozar de las propias realizaciones y adecuar  los deseos y las expectativas a la realidad (Bonafont, 1998).

    De este modo, cuidar es un  hecho cotidiano que abarca a la globalidad de la persona y que cada una aprende a aplicarse a si misma, a medida que va adquiriendo la autonomía necesaria para garantizar su supervivencia y bienestar.

    Sin duda, cuidar es un acto relacional y tiene un requisito previo: conocer y comprender la situación tal como la otra persona la percibe y la vive. Los datos  objetivos constituyen una información imprescindible pero lo que se debe trabajar en el marco de la relación asistencial es la subjetividad de la persona, es decir, su visión del mundo. Sólo así se puede promocionar su energía y su voluntad de superación.

    Cuidar, dice Bonafont (1998), es un acto de reciprocidad porque la o el usuario recibe un servicio y la enfermera, a través de la relación que se establece, avanza un paso más en la comprensión de la persona y de sus propias potencialidades.

    Hasta aquí hemos hecho una breve reflexión sobre cómo las enfermeras han ido recuperando la orientación cuidadora como objetivo profesional. Ello nos permite introducirnos en el segundo aspecto fundamental que caracteriza la profesión enfermera en la actualidad: el acto de cuidar. Es decir, aquello que define la práctica enfermera.

    Para desarrollar este concepto, puede tomarse cualquiera de las numerosas definiciones, formuladas desde los distintos marcos teóricos, que concretan el rol profesional. Por ejemplo y tal como han desarrollado Luis, Fernández y Navarro (2005)7, desde la perspectiva de Virginia Henderson, puede decirse que la enfermera suple a la persona destinataria de los cuidados enfermeros cuando esta se encuentra en una situación de carencia - total o parcial, temporal o permanente-, de su capacidad física o psíquica para realizar por si misma las acciones necesarias para satisfacer las necesidades básicas. Pero, igualmente siguiendo a Henderson, la enfermera también ayuda o complementa cuando la respuesta real o potencial de la persona a una situación determinada de su vida, a pesar de ser apropiada, puede ser mejorable.

    Es decir, Henderson (1994)8  considera que la enfermera actúa en lugar de la persona cuando no puede hacerlo por ella misma pero también y fundamentalmente, actúa con la persona, cuando precisa ayuda para potenciar su fuerza, su voluntad o sus conocimientos.

    Y todo ello se realiza con el objetivo final de que la persona logre su independencia, entendida como el nivel óptimo de desarrollo de su potencial para la satisfacción de sus necesidades básicas, de acuerdo con su edad, sexo, etapa de desarrollo y situación de vida y de salud.

    La función de la enfermera no es pues curar la enfermedad -pese a que a menudo contribuye a que así sea-, sino ayudar a que la persona reencuentre su fuerza y desarrolle nuevamente las capacidades para recuperar su cotidianeidad o crear las condiciones necesarias por ayudarla a vivir satisfactoriamente hasta el último momento.

    La meta de la enfermera es, pues, lograr la independencia de la persona, entendida ésta como el ejercicio de su responsabilidad, de su  derecho a decidir sobre su propia vida, de su capacidad de escoger, de tomar decisiones respecto a su salud o de los cuidados que debe recibir y de participar activamente en su proceso de realización personal.

    De acuerdo con lo expuesto hasta ahora y para terminar de enfatizar en la idea respecto a los cambios que se han producido en la manera en que las enfermeras desarrollan el núcleo de su aportación, lo que llamamos el acto del cuidado, podríamos decir que éste está determinado por dos cuestiones clave:

    -Tiene lugar en lo que hemos venido llamando, la zona oscura (Alberdi, 1992)9  o sea, en la parte menos amable de las situaciones personales. Aquella que tiene que ver con la dependencia en relación a las necesidades básicas y que tiende a olvidarse cuando la persona recupera su autonomía.

    -Se realiza desde dos convicciones  profundas: La enfermera debe:

      +Sustituir a la persona que está en situación de dependencia pero siempre permitiendo que dicha persona sea, es decir posibilitando que desarrolle todas sus capacidades de decisión y acción

      +Procurar ser rápidamente sustituida en sus actos de suplencia, ayuda o complementación; es decir, debe promocionar el autocuidado en todo momento.

    Hasta aquí, cumpliendo el objetivo de aportar una definición sobre el significado del cuidado de acuerdo a como lo perciben y lo viven las enfermeras españolas actualmente, hemos tratado sobre la recuperación de la orientación cuidadora y la evolución habida en la concepción y en el desarrollo del acto de cuidar. Nos queda para terminar de cumplir el objetivo propuesto, tratar sobre los cambios producidos en lo que denominamos el carácter de las enfermeras.

    Le damos al término carácter su sentido ético, entendiéndolo como el conjunto de valores, de ideas morales que forman el substrato desde el que desarrollamos nuestra manera de ser, nuestras actitudes, que condicionan el desarrollo de nuestras aptitudes y definen nuestras habilidades (Alberdi, Arriaga y Zabala, 2005) .

    De este modo, cuando hablamos de los cambios producidos en el carácter de las enfermeras, nos estamos refiriendo a los valores de aquellas profesionales que han adoptado la orientación cuidadora y que entienden la salud como la posibilidad de desarrollar las propias capacidades y de llevar adelante el proyecto vital elegido.

    Estas enfermeras están enfrentadas al reto de añadir a los valores de la bioética- que constituyen el marco ético de referencia de todo el ámbito sanitario-, el valor cuidado, entendiendo este como �una especial sensibilidad e interés para reconocer y atender las necesidades de las personas, de acuerdo a su propia formulación. Es decir, según como las perciben y las expresan� (Alberdi, Arriaga y Zabala, 2005)10.

    Para terminar de cumplir los objetivos propuestos, empezaremos por volver a referirnos a cual es la principal especificidad de la profesión enfermera que constituye, a la vez, su mayor y mejor aportación al cuidado de la salud.

    Sin duda, dicha especificidad es su propia razón de ser. Nos estamos refiriendo a que, tal como es aceptado por parte de la inmensa mayoría del colectivo enfermero, el centro de interés de la profesión es cuidar de la persona, de la familia y de la comunidad que, en continua interacción con su entorno, viven experiencias de salud.

    En relación a la definición de este trazo diferenciador, Kérouac et al.11 (1996) consideran que las enfermeras en su práctica, realizan un cuidado que utiliza la reflexión, el pensamiento crítico, la integración de las creencias y los valores de las personas, el juicio clínico, la intuición y la aplicación de conocimientos.

    Clarificada, a través de diversas versiones -todas complementarias-, la especificidad de la aportación enfermera, pasemos a analizar, tal como habíamos previsto, las principales  dificultades que actualmente se encuentran para su desarrollo. Dicho de otro modo, vamos a tratar sobre la grave contradicción que en estos momentos se da en el sistema sanitario español.

    Por un lado, diferentes organismos estatales y autonómicos -de acuerdo con lo declarado por la OMS y otras reconocidas instituciones internacionales-,  han expresado que consideran de la mayor importancia que se presten cuidados enfermeros, entendidos según lo expuesto.

    A este convencimiento expuesto en innumerables ocasiones, sobre la necesidad de que la atención que se presta en el sistema sanitario incluya indispensablemente los mejores cuidados enfermeros, debe sumarse que las  enfermeras españolas han demostrando de forma evidente que han asumido un nivel de desarrollo profesional que las capacita para prestarlos, lo que les otorga un enorme potencial como agentes de salud.

    En el otro lado de la contradicción, nos encontramos que persiste un modelo sanitario orientado fundamentalmente a la enfermedad y que se desarrolla bajo el paradigma biologicista, muy alejado de una concepción holística de la persona que permita la prestación integral de cuidados enfermeros.

    Resumiendo, en estos momentos hay un reconocimiento claro de la importancia de la prestación de cuidados a la hora de proporcionar atención sanitaria de calidad y, a la vez, hay profundas trabas (conceptuales, estructurales y organizativas o sea, de reparto de poder y responsabilidad), que dificultan - cuando no anulan- dentro del sistema sanitario, la posibilidad de desarrollar la práctica enfermera en su totalidad, prestando cuidados integrales.

    Esta gravísima contradicción que estamos reseñando y que es fácilmente comprobable para cualquier persona interesada, tiene como consecuencia que el papel de la enfermera se ve relegado a la realización de tareas que complementan la intervención médica y  sólo con muchísimas dificultades, esta puede valorar las necesidades de la persona, sus respuestas, el nivel de cuidados que precisa, intervenir para facilitar la comunicación, la protección, la educación y en suma, desarrollar todo su abanico de prestaciones profesionales.

    Las actuales disposiciones legales establecidas para garantizar el derecho constitucional a la protección de la salud y regular las actividades del sistema sanitario, parten de unos conceptos básicos de persona, entorno y salud que determinan un modelo de atención centrado fundamentalmente en la promoción, la educación, la prevención y la readaptación y no exclusivamente en la curación.

    Esta concepción de la salud, encaja perfectamente con el concepto de cuidado que quieren y saben prestar las enfermeras.

    En España, en los últimos años, la profesión enfermera -en todos sus aspectos- ha avanzado de forma notable y lo ha hecho especialmente en relación a acercar su oferta de cuidados a las demandas que ciudadanos y ciudadanos hacen a los servicios sanitarios.

    Las organizaciones sanitarias, quienes las planifican y las gestionan, lo saben y es exigible que lo tengan en cuenta ya que no hacerlo, constituye un fraude y debe ser denunciado y reclamado.

Bibliografía

1.Col.legi Oficial d�Infermeria de Barcelona. Horitzó 2010: Iniciatives i compromisos del Col·legi Oficial d'Infermeria de Barcelona. Col·legi Oficial d�Infermeria de Barcelona, 2003.

2.Alberdi Castell, RM. Las enfermeras para el tercer milenio. Revista ROL de Enfermería, 1993; 178: 43-50.

3. Alberdi RM. Estrategias de poder y liderazgo para desarrollar el poder de las enfermeras. ROL de Enfermería, 1998; 239-240 (27-31).

4. Bonafont A. Tenir cura (1998) Lliçó inaugural del curs acadèmic 1998-1999. Escola Universitària de Ciències de la Salut. Universitat de Vic. Disponible en: https://www.uvic.es/central/campus/gabinet/ca/lliconsinaugurals/inaugural98.html [Consultado el 24.8.2005]

5. Alberdi RM. La ética del cuidado en Bosch, Ferrer, Riera y Alberdi. Feminismo en las aulas. Palma: Universitat de les Illes Balears, 2003;160-188.

6. Collière MF, citada por Kérouac. El pensamiento enfermero. Barcelona, Masson, 1996;14.

7. Luis MT, Fernández C, Navarro MV .De la teoría a la práctica. El pensamiento de Virginia Henderson en el siglo XXI. 3ª edición. Barcelona: Masson, 2005.

8. Henderson V. La naturaleza de enfermería: Reflexiones 25 años después. Madrid: Interamericana-McGraw Hill, 1994

9. Alberdi RM. La identidad profesional de la enfermera Revista ROL de Enfermería, 1992; 170: 40   

10. Alberdi RM, Arriaga E y Zabala J. La ética del cuidado: una propuesta con futuro para las enfermeras y las empresas sanitarias. Revista ROL de Enfermería. En prensa.

11. Kerouac S, Pepin J, Ducharme F, Duquette A, Major F. El pensamiento enfermero. Barcelona, Masson, 1996.

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