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		El duelo: un espacio intermedio de aprendizaje en la vida Alfonso Miguel García Hernández (prólogo de Verónica de León de Cuetos) Bubok Publishing S.L. Madrid, 2012. 228 Págs. Autor del comentario: Francisco-Javier Castro Molina Presencia 2014 ene-jun; 10(19)
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Castro Molina, Francisco-Javier. El duelo: un espacio intermedio de aprendizaje en la vida, de Alfonso Miguel García Hernández [comentario de texto]. Rev Presencia 2014 ene-jun, 10(19). Disponible en <https://www.index-f.com/presencia/n19/p10082.php> Consultado el

    El presente libro El duelo. Un espacio intermedio de aprendizaje en la vida, es el segundo libro de una trilogía sobre el duelo, escrito a continuación del libro La pérdida y el duelo. Una experiencia compartida. Desde la idea central de acercar al entendimiento de aspectos relativos a la vivencia de la pérdida y el proceso de duelo a profesionales y personas interesadas en la materia, se centra en particular en la continuidad de vínculos con el hijo fallecido, la vivencia del duelo en la pareja, en el seno de los grupos de apoyo y el transitar por esos nuevos territorios que posibilita el duelo, en ocasiones, relativos a la trascendencia. De manera que su lectura ayuda a profundizar en el tema, y a quienes han vivido una pérdida importante les acerca experiencias de personas, que al igual que ellos, son capaces de encontrar en sus vidas sentido y orientación en pro de caminos del duelo resilientes, que posibiliten aprender a vivir de nuevo, con la mirada puesta en el hoy y en la trascendencia de la vida.

Tal como refiere en sus conclusiones: Todo está en todo, una tautología que define claramente el camino realizado por los dolientes a lo largo del proceso de duelo. La fuerza del duelo está en la lengua, está en el viaje, en el libro escrito o contado por padres y madres a lo largo de su proceso vital de la vida y muerte de sus hijos, en sus comportamientos y acciones. Todo el conocimiento en cuanto inteligencia está en el dominio de su historia, de su libro, de sus capítulos, de sus oraciones, de una palabra, de sus objetos. Todo está en todo. Quien escribe sólo interroga, pide una palabra, la manifestación de todas y de cada una de las inteligencias presentes que se ignoran, o se dejan de lado. Verifica paso a paso que el trabajo de estas inteligencias se haga con atención, que estas palabras no digan cualquier cosa para sustraerse a la exigencia y deja a un lado las respuestas de quien escribe.

Es por ello que el constructo duelo se entiende como multidimensional e incluye normas o estándares, expectativas, posición en la sociedad, ideologías religiosas o estéticas, posicionamiento ante el mundo, etc., y permite aludir a dimensiones positivas y negativas del mismo, aunque quienes lo viven se centran fundamentalmente en la ausencia del ser querido y el entendimiento del dolor a consecuencia de ello. Confluyen en el aspectos propios del individuo, de la sociedad y de la cultura en que se desenvuelve, pudiendo incluso afectar la salud de quien lo  vive. Es por tanto, subjetivo, multidimensional y complejo, y se considera como un proceso y no como un estado.

Propicia el acercamiento al lenguaje humano de los padres y madres que perdieron hijos, que no expresa pensamientos e ideas sino sentimientos y emociones, además de ubicarles en su universo físico,nos acerca a su universo simbólico del que forman parte el lenguaje, el mito, el arte y la religión, a modo de hilos que tejen la red simbólica de su existencia, la urdimbre complicada de la experiencia humana en la que todo pensamiento afina y refuerza esta red. Bucea por ello en las respuestas de quienes viven en primera persona como miembros de una familia o pareja, la pérdida y el duelo por sus seres queridos y lo hace con una mirada diferente, con una mirada compartida y cercana. La pérdida de un hijo es un gran golpe para quienes lo viven, un acontecimiento que tiene lugar en el mundo real y en el mundo de las representaciones, pues los padres han de reconstruir en su mundo interior la imagen del hijo y de lo sucedido, elaborar la historia que busca la recuperación y un lugar en la aventura personal como personas y padres de querer vivir, bajo el susurro alcanzable de la felicidad.

Todos lo hemos de afrontar tarde o temprano en el curso de nuestra existencia la pérdida, la adversidad y el sufrimiento, y podemos adoptar diversas estrategias: podemos abandonarnos al sufrimiento, tratar de ser indiferentes o convertirnos en víctima. Opciones que se plantean como un obstáculo para un proyecto de desarrollo, mientras en el otro extremo nos encontramos con los que deciden hacer algo con el sufrimiento, utilizar la posibilidad de sus capacidades para comprender, para trascender lo sucedido y convertirlo en un proyecto individual, social o cultural que conforma actitudes que impulsan al individuo a la resiliencia. Conformando un mundo en el que están presentes objetos y lugares, pasados y actuales, relacionados con el hijo fallecido, de significados metafóricos y metonímicos que se comportan como símbolos y, adquieren sentido enmarcados en un sistema y en relación con otros símbolos, pues conforman un inventario de objetos a modo de repertorio que propicia en los padres la arquitectura de un nuevo mundo personal, en el que siguen conectados con sus hijos. Además de permitirles transacciones con ellos y, favorecer la elaboración de un duelo en el que construyen una nueva identidad personal y social y, en la que la identidad propia y la de su hijo se encuentran en el mismo lugar, "todo está en todo y en todos".

Dichos objetos ocupan el núcleo del registro simbólico del imaginario de los padres, como si se tratase de un imago, una imagen que está en el lugar del hijo. Lo cual nos lleva a plantearnos nuevas preguntas sobre cómo madres y padres viven en este espacio intermedio y cómo incorporan y gestionan los distintos repertorios de objetos, lugares y significados a lo largo del tiempo y del proceso de duelo y, sobre todo, cómo reconstruyen la imagen del hijo desde lo simbólico, lo imaginario y lo real.

El imaginario colectivo de los padres, en el encuentro de los grupos, inventa historias maravillosas de amor y de gloria, que les une y les ayuda a reparar sus propias heridas, construye su identidad narrativa y puede convertirse en un factor de resiliencia, de encuentro compartido, parental y familiar.

El presente libro incorpora puesreferencias a investigaciones de experiencias vividas en primera persona por personas en duelo, fundamentalmente padres que perdieron hijos, desde un enfoque del empleo de narrativas, que buscan ampliar nuestras perspectivas en el entendimiento del duelo y que a su vez nos permita comprender las historias de padres y madres que nos invitan a acercarnos a la subjetividad del ser humano, al morir de su hijo, a su historia de vida en su tiempo y a su fenomenología. De modo que entendamos que los dolientes necesitan reconciliarse con un mundo al que han nacido de nuevo como unos extraños, y en el que en la medida de su específica unicidad, permanecerán como extraños si no son capaces de dar sentido a lo sucedido. Una búsqueda de sentido que se logra gracias al intento de dar comprensión a lo que acontece desde la necesidad de armonizarnos con nosotros y con el mundo, mediante el amor a nuestro ser querido y al mundo.