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PRESENCIA revista de enfermer�a de salud mental ISSN: 1885-0219

 

 

EDITORIAL

 

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La enfermería de salud mental en la unidad de hospitalización

Onésimo González Álvarez
Médico-psiquiatra. Huelva, España

Presencia 2011 jul-dic; 7(14)

 

 

 

Cómo citar este documento

González Álvarez, Onésimo. La enfermería de salud mental en la unidad de hospitalización. Rev Presencia 2011 jul-dic, 7(14). Disponible en <https://www.index-f.com/presencia/n14/p0180.php> Consultado el

 

    A mediados del siglo XVI, el Consejo de la Santa Inquisición recomendaba que "...cuando pareciere al Inquisidor que algún preso está loco, que se escriban en el proceso todos los actos que hiciere y palabras que dixere por donde se puede aprehender su demencia..." En esa recomendación está perfectamente señalado el objeto de la psicología y de la psicopatología, la conducta verbal y no verbal del paciente (sea enfermo o no), lo que hace y lo que dice. En el caso del paciente mental hospitalizado, tales conductas y palabras pueden ser observadas, descritas e interpretadas a lo largo de las 24 horas del día, radicando aquí la posición ventajosa de la enfermería frente a otros profesionales que conforman el equipo asistencial, cuya presencia al lado del paciente durante esas horas permite tal observación y la continuidad de atención. Hace más de 40 años que William Caudill señalaba "la importancia de las otras 23 horas" frente a la hora diaria de supuesta terapia individual de despacho.

El cuidado enfermero (acompañar, escuchar, compartir, contener y contenerse, etc.) en los diversos momentos y contextos de la vida hospitalaria (el dormitorio, el aseo, las comidas, los paseos, las visitas, las interconsultas) y a través de la puesta en común de las miradas y observaciones del personal de los diferentes turnos, permite la objetivación que en nuestra disciplina no se puede fundar en estudios de laboratorio o de imagen. La única posibilidad de objetividad, a través de la intersubjetividad, es la visión multidimensional del objeto, en este caso la conducta del sujeto en los sucesivos y diversos contextos, como acertadamente repetía D. Carlos Castilla del Pino.

A través de este conjunto de miradas se puede relativizar la inconmensurabilidad de lo psíquico. Se puede describir, nombrar (y a veces medir y contar) la conducta y apuntar su significado (sus significados que son múltiples en función de los contextos). Las interacciones con otros pacientes, con el personal, con los familiares tanto durante las visitas como durante el acompañamiento por los mismos (por desgracia, son pocas las unidades de hospitalización donde se permite el acompañamiento permanente por familiares), deben ser el objeto principal de la observación y el análisis del personal de enfermería.

El proceso de atención colectiva y compartida, en todos esos momentos y contextos permite dar respuesta a los dos interrogantes que nos plantea el paciente, por una parte qué tiene (si tiene algo) y por otra qué está queriendo decir, lo que no puede, no sabe o no quiere decir más que a través de sus síntomas.

Esta posición privilegiada de la enfermería se enfrenta a obstáculos crecientes en la rentabilización de su labor. Por un lado, la inflación y desmesura de los registros, cuya cumplimentación convierte al enfermero en un híbrido de auxiliar administrativo y encuestador, que le impide dedicarse a la prestación de cuidados. En algún caso se deben cumplimentar decenas de hojas por paciente y por día, cuya inmensa mayoría nadie va a leer, carecen de interés tanto clínico como administrativo o de gestión, y solo sirven para justificar el sueldo o el puesto de trabajo de quien los confecciona y los solicita. Es ésta una de las principales expresiones de la gestión no participativa, que tiene otras manifestaciones, como la falta de consideración al saber, a la experiencia del personal por parte de la jerarquía, tanto clínica como administrativa. Por otro lado, la tendencia de algunos enfermeros a mimetizar y reproducir la conducta de los facultativos, empezando por la jerga profesional, sin advertir que se trata de un supuesto saber, vacío de contenido, cuyo único cometido es legitimar su poder.

A la psicopatología psicofarmacológica o clínica del medicamento, hegemónica en medios académicos y profesionales, no le interesa lo que el paciente mental pueda tener o pueda querer decir. Lo que pretende es que se calle, para lo que cuenta con la eficaz mordaza que es el abuso de psicofármacos.

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