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PRESENCIA revista de enfermer�a de salud mental ISSN: 1885-0219

 

 

EDITORIAL

 

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En tiempos de crisis, más y mejores enfermeras

María Paz Mompart
Directora de Proyectos Editoriales, Editorial DAE

Presencia 2010 ene-jun; 6(11)

 

 

 

Cómo citar este documento

Mompart, María Paz. En tiempos de crisis, más y mejores enfermeras. Rev Presencia 2010 ene-jun, 6(11). Disponible en <https://www.index-f.com/presencia/n11/p0158.php> Consultado el

 

    Las noticias de recortes económicos generalizados en los últimos tiempos están produciendo diversas consecuencias en el ámbito sanitario en general y de las enfermeras en particular. Parece que las administraciones sanitarias se pueden inclinar por recortar allí donde más se gasta, en líneas generales, aunque este terreno sea el más productivo. Está ya prevista una disminución del gasto en medicamentos y otros útiles de farmacia, que parece posible y lógico y se anuncia también, de momento, una congelación de las plantillas de personal. Sin embargo, habría que hacer unas cuentas reflexiones acerca de lo que una posible rebaja en los números de personal puede producir de inmediato y a la larga en el sistema sanitario público español y a corto plazo, en el cuidado directo de los ciudadanos.

Según un estudio del Consejo General de Enfermería (2005),1 España se encuentra entre los países con menor dotación de enfermeras, con 500 profesionales por 100.000 habitantes, muy por debajo de la media europea, que es de 843. Aunque esta es una aproximación al problema de la adecuación numérica de los profesionales algo simple, deja ver que no somos precisamente un país bien dotado para dar a nuestros ciudadanos cuidados de salud adecuados. Contrasta este dato con otro del servicio de datos de la Unión Europea (Eurostat, 2006)2 en el que se refleja que España, junto con Eslovaquia, es uno de los pocos países de Europa que reporta desempleo en el colectivo de profesionales de la enfermería (más del 5% en ese año).

¿Qué queremos decir con esto? En principio, que partimos de una situación en la que ya existe (o parece existir) una deficiencia en el número de enfermeras disponibles para el cuidado de los ciudadanos. Esta deficiencia numérica es esperable que se incremente en los próximos años, debido a la configuración demográfica del colectivo y de la población en general, el menor ingreso en la Universidad que ya se está produciendo y que quizás se vea aumentado con la aplicación del nuevo plan de estudios y su incremento a cuatro años de duración. Además, es previsible que los próximos tres o cuatro años, la salida de nuevas enfermeras disminuya, según se vaya produciendo una cierta laguna por la aplicación del cuarto año de formación (algunos años no habrá nueva promoción).

Como complemento a este análisis, hay que resaltar que, en los últimos años, la atención sanitaria en España ha crecido en número (más hospitales y centros de salud, más población atendida) pero sobre todo, se ha incrementado enormemente la complejidad del cuidado, derivada de los avances tecnológicos y las nuevas formas de atención que hacen de los hospitales centros de alta resolución y corta estancia y traslada a la atención comunitaria muchos de los problemas que antes atendíamos en el centro hospitalario, incluidos muchos derivados de la salud mental. Hablar ahora de plantillas de enfermeras relacionadas con el número de camas de hospital o la cantidad de usuarios en la comunidad parece obsoleto, ya que, en el primero de los casos, muchos pacientes ni siquiera ingresan como tales en el hospital (cirugía ambulatoria, urgencias resolutivas, tratamientos en hospitales de día, etc.) y, en el segundo de los ámbitos referidos, la comunidad, el trabajo ya no se reduce al seguimiento de enfermos crónicos, sino que se extiende cada vez más a pacientes complejos en su domicilio, actividades de prevención sistematizadas, etc.

Ello precisa unas nuevas formas de entender y practicar los cuidados enfermeros, una nueva organización de los mismos, una nueva formación para los profesionales. En definitiva, además de una relativa escasez de enfermeras puede señalarse como identificadoras de la situación actual algunas otras situaciones, como la indefinición de funciones, la inestabilidad en el puesto, la diferencia de trabajo entre sistema sanitario público y privado, incluso entre regiones y autonomías y, finalmente, la falta (escasez de programas) de formación adecuada. Vayamos por partes, analizando cada una de estas cuestiones.

En el primero de los aspectos, el de la indefinición de funciones, es destacable que apenas existe una aproximación a competencias profesionales bien establecidas, de manera que se sepa exactamente qué es lo que se espera de una enfermera en cada puesto de trabajo. Se da una paradoja en la realidad de los servicios y su relación con la enseñanza desde que se trabaja en el nuevo programa de formación de Grado. Como se sabe, este se ha diseñado buscando la formación por competencias, mientras que los servicios sanitarios públicos siguen seleccionando y promocionando a sus enfermeras (en la mayoría de los casos) por otros criterios, como la antigüedad en el ejercicio o los conocimientos y la formación adicional recibida. Esta situación se traslada al campo de la formación especializada, que no tiene correlato profesional, de manera que formamos y formaremos especialistas en áreas en las que no se han definido puestos de trabajo con competencias diferenciadas de la enfermera general. En el terreno de la enfermería de salud mental, parece que se ha comenzado a establecer puestos de especialista en algunas instituciones sanitarias, pero son aún muy escasos y no cubren las necesidades existentes.

En el segundo de los temas planteados, la inestabilidad en el puesto de trabajo es una cuestión que afecta lamentablemente al conjunto de la sociedad española, pero es especialmente perjudicial en el campo de los profesionales de la enfermería que pueden considerar un futuro incierto cuando salen de la Universidad, al menos en una media de cinco a siete años, hasta alcanzar un trabajo más o menos permanente. Ello produce una inseguridad notable no sólo en las personas, sino también y, sobre todo, en las organizaciones y sus resultados. La alta rotación de enfermeras en puestos de trabajo y organizaciones, incluso a través de diferentes regiones del país, es una característica negativa, ya que produce constantes pérdidas de capital humano, escasa implicación de las personas en las empresas en las que permanecen poco tiempo y constantes esfuerzos por ambas partes en la adecuación de conocimientos y prácticas para los diversos ámbitos de trabajo.

Las diferencias de los cuidados enfermeros entre lo público y lo privado y entre las diferentes autonomías es un elemento constatable simplemente por la lectura de las publicaciones enfermeras, los cuestionarios de las oposiciones convocadas, las páginas web de los servicios de salud o los centros sanitarios. La dotación de enfermeras también varía de un ámbito a otro y entre comunidades autónomas. Es un panorama diverso, difícil de homologar y, sin embargo, necesario para asegurar una atención adecuada e igualitaria a las personas, ya que el cumplimiento del mandato constitucional de la protección a la salud sólo es posible si los ciudadanos tienen asegurado el derecho a unos cuidados enfermeros de calidad.

Finalmente, la formación adecuada es un elemento imprescindible para asegurar una atención enfermera de calidad. Quizás nunca hasta ahora han tenido los profesionales tanto acceso a formación, incluso la mejora que supondrá la implantación de los programas de Grado asegura que tendremos cada vez enfermeras mejor formadas. Pero esta formación, como antes señalábamos, debe ir de la mano de la definición de puestos de trabajo que empleen todo ese capital de conocimientos y habilidades enfermeras adecuadamente y de sistemas de gestión de personas que distribuyan a los profesionales de manera que sean más efectivos allá donde estén. En el terreno de la salud mental, es imprescindible que los modernos servicios de salud utilicen a las enfermeras especialistas, no sólo en el ámbito de lo hospitalario, sino sobre todo, en la comunidad, donde una actitud preventiva al detectar signos tempranos de, entre otros, depresión, ansiedad, confusión, puede evitar situaciones de gravedad y reducir costes de atención.

Este panorama descrito tiene muchas y quizás fáciles soluciones. No creemos que el del número de enfermeras pase por abrir nuevos centros de formación, sino más bien, son cuestiones organizativas las que se deben implantar. En el terreno educativo, es necesario ampliar en lo posible el número de plazas en las Universidades, adecuar la formación a los nuevos contextos y proporcionar al estudiante una actitud de cambio que le será imprescindible en el futuro. La formación especializada debe extender su ámbito desde el actual sistema de formación en residencia (enfermera interna residente -EIR-), excesivamente rígido y costoso para el sistema sanitario público, hacia nuevas formas más adaptadas a la situación cambiante, requiriendo la colaboración entre las Universidades y las instituciones sanitarias, en programas de máster homologables y que faciliten la armónica progresión académica y profesional.

En el terreno de las instituciones sanitarias, debería llegarse a consensos autonómicos y estatales sobre las competencias profesionales de las enfermeras de distintos ámbitos de trabajo y el número necesario de cada una de ellas, lo que daría mejor idea de cuántas y cuáles enfermeras necesitamos y dónde son precisas. Es tarea difícil, pero no imposible, dado que existen los organismos precisos para ello y que el beneficio previsible es de gran calado en resultados en salud y también económicos.

En definitiva, tener más y mejores enfermeras es un imperativo en toda época, pero sobre todo, en las de crisis, en las que las situaciones de salud se complican al hilo de la pérdida de calidad de vida de los ciudadanos, especialmente en problemas de salud mental, y en las que el trabajo de enfermeras expertas puede solucionar mejor las situaciones planteadas que otros profesionales, tales como dependencia, cronicidad, emergencias, atención continuada, y muchas otras.

Bibliografía

1. Consejo General de Enfermería (CGE). Aportación de la enfermería a la sanidad europea. Análisis comparativo en España. Madrid: CGE, 2005.
2. Statistical Office of the European Communities (Eurostat): Nursing and caring professionals. Absolute number and rate per 100.000 habitants. Disponible en <https://epp.eurostat.ec.europa.eu/portal/page/portal/product_details/dataset?p_product_code=HLTH_RS_PRSNS> [Consultado el 25 de mayo de 2010].

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