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Proporcionar una �muerte digna� a personas en situación terminal constituye una exigencia ética reconocida en todos los ordenamientos. Existe consenso de este principio, pero no para definir qué es lo digno. �Muerte digna� se nombra con otras expresiones: �morir humanamente�, �serenamente� etc. Cuando una persona está en sus últimos días, el cuidador principal suele asumir la toma decisiones. En la práctica, los cuidadores prefieren prolongar el ingreso hospitalario hasta el fallecimiento, aunque se posibilite fallecer en domicilio con los recursos disponibles actualmente; y aún si el paciente tras ser informado del pronóstico, prefiera morir en  casa. Supone quebrantar el principio de autonomía, incrementar el sufrimiento y aumentar el gasto sanitario [seguir leyendo].

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