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ARCHIVOS DE LA MEMORIA (ISSN: 1699-602X) 2016 (13 fasc 2) 13200

 

 

EDITORIAL

 

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Salud espiritual. La cuarta dimensión

José Luis Bimbela Pedrola
Doctor en Psicología, Universidad de Barcelona. Profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública. Granada, España

Archivos de la Memoria 2016; (13 fasc. 2)

 

 

 

Cómo citar este documento

Bimbela Pedrola, José Luis. Salud espiritual. La cuarta dimensión. Arch Memoria [en línea]. 2016; (13 fasc. 2). Disponible en <https://www.index-f.com/memoria/13/13200.php> Consultado el

 
 

 

 

Preguntas

    ¿Por qué ahora, rozando mis sesenta años y con dolores físicos incapacitantes que me acompañan cada día, me siento más feliz que nunca? ¿Por qué cientos de jóvenes, chicos y chicas, aprovechan los fines de semana para (mal) gastar toda su increíble y casi inagotable energía (física, emocional y social) en beber hasta la última gota de alcohol que sus cuerpos puedan soportar? ¿Por qué el suicidio es ya en España la primera causa de muerte entre los varones de entre 25 y 34 años? ¿Por qué algunos/as ciudadanos/as españoles/as están dispuestos/as a inmolarse (morir matando) en Siria? ¿Por qué un buen número de perdedores/as de la crisis y la globalización acaban votando a la extrema derecha o al nacionalismo? ¿Por qué miembros de la iglesia católica que han cometido abusos sexuales a menores no deciden pasar el resto de sus vidas pidiendo perdón y reparando los daños causados? ¿Por qué, como ya anunció acertadamente la OMS hace unos años, la epidemia de la depresión se extiende por Europa; junto a la de la obesidad, por cierto? ¿Por qué cada día que pasa parece más obvio que sí hay una guerra de clases, y que los ricos la están ganando? ¿Por qué máximos directivos de grandes empresas cobran indemnizaciones millonarias pese a su mala gestión? ¿Por qué hay personas que quieren ganar más, y más, y más dinero? ¿Por qué hay pobres con alma de ricos? ¿Por qué los pobres suelen ser más solidarios que los ricos? ¿Por qué los sindicatos no luchan por un trabajo apasionante y creativo? ¿Por qué tantas personas que consumen sin cesar objetos y relaciones se sienten insatisfechas? ¿Por qué los centros llamados de "ocio" son, casi siempre, centros de "policonsumo"? ¿Por qué tantas personas no son capaces de hacer un uso saludable de las nuevas tecnologías? ¿Por qué la autocrítica brilla por su ausencia entre buena parte de la clase política y de la ciudadanía? ¿Por qué, en algunos colegios, padres/madres, educadores/as y directores/as ocultan o niegan los casos de acoso escolar? ¿Por qué en España se ha triplicado, en los últimos diez años, el consumo de ansiolíticos?, ¿Por qué me sigo levantando cada día a las seis de la mañana para ir a trabajar, más de cuarenta años después de la primera vez, y lo sigo disfrutando?

Respuestas

    Porque, en algunos momentos, no sabemos a qué dedicar nuestras vidas ni qué es lo que de verdad nos hace sentir bien con nosotros/as mismos/as. Porque no siempre tenemos claro el "¿Para qué?" de lo que hacemos. Porque, a veces, nos sentimos realmente enfermos/as del alma. Porque, paradójicamente, nos resulta más fácil viajar lejos que cerca, hacia fuera que hacia dentro. Porque, muchas veces, nos cuesta gestionar el silencio y la soledad. Porque no hemos aprendido aún a simplificar la vida y a soltar las cargas innecesarias (culpas, deberes, rencores, miedos). Porque tal vez hemos olvidado (o nos han hecho olvidar) que "hemos sido creados para la felicidad" como nos recuerda Roberto Badenas.1 Porque no hemos aprendido a sacarle el máximo provecho posible al dolor, a cualquier dolor. Porque la educación emocional y la formación ética siguen brillando por su ausencia en los currículos académicos de profesionales de la salud, de la educación, de la política y de la economía. Porque, con mucha frecuencia, focalizamos nuestra atención en lo que no tenemos. Porque no nos entrenamos para gestionar saludablemente "lo poco". Porque el miedo, que nos inculcan desde la cuna hasta la tumba, nos atenaza y destroza.2 Porque el "nosotros" sin un arduo y honesto trabajo previo del "yo", promueve la dejación de responsabilidades, las cobardías compartidas y el victimismo. Porque, demasiadas veces, preferimos hijos e hijas obedientes y dependientes que autónomas y emancipadas. Porque nos cuesta agradecer; y nos cuesta mucho perdonar y perdonarnos. Porque hay personas que descubren demasiado tarde que la fama, el dinero y los placeres, no dan sentido pleno a la vida. Porque aún no hemos descubierto que inventamos las artes porque con la vida no es suficiente; y que, de nuestra propia vida, podemos hacer una auténtica y maravillosa obra de arte. Porque necesitamos dejar un legado, para vincularnos y solidarizarnos con aquellos/as que nos seguirán. Porque estamos empezando a descubrir que dar y darnos es prodigioso; y que el goce y el gozo son distintos (y compatibles). Porque el arte salva a quien lo crea y a quien lo goza. Porque cuando no esperamos ni exigimos llegan, milagrosamente, los regalos. Porque nos cuesta actuar de forma coherente y atrevida para llevar a la práctica esa frase tan bonita que dice que la calidad, la excelencia y el cambio empiezan por uno/a mismo/a.3 Porque estamos olvidando que, a la buena gente, el esfuerzo la libera y la empodera. Y porque aún no somos plenamente conscientes del enorme poder que, para provocar cambios, otorga el "sí" y las afirmaciones, frente al "no" y las negaciones. Y porque, como nos recordaba el grupo musical Radio Futura en su espléndida canción "Escuela de calor": "hace falta valor".

Propuestas

    Incorporemos una cuarta dimensión (la salud espiritual) al modelo tridimensional de salud integral que, desde el siglo pasado, hemos venido llamando bio-psico-social4 y que intentábamos definir operativamente así: "La salud es un estado placentero de la persona en lo físico ("me encuentro físicamente bien"), en lo psico-emocional ("me siento bien conmigo") y en lo social ("me relaciono bien con los demás")". Añadamos pues ahora, ya en la segunda década del siglo XXI, una cuarta dimensión: "y en lo espiritual ("he hallado un sentido a mi vida")". Y hagamos que esta incorporación sea en los pensamientos (diálogo interno), en las palabras (diálogo externo) y en las obras (hechos).

Empecemos a pensar cómo vamos a trabajar con la ciudadanía esta salud espiritual tan necesaria, y cómo vamos a desarrollar esa inteligencia espiritual fundamental para avanzar.5 No solamente cuando nos ocupemos de las fases terminales de cualquier enfermedad (algo que en este país ya hacemos desde hace años y lo hacemos cada vez mejor); sino, mucho antes, preventivamente. Intentemos responder lúcida y creativamente a una pregunta clave: ¿Cómo podemos promover una salud espiritual congruente con (y potenciadora de) la salud física, la salud emocional y la salud social? Y pasemos a la acción de forma inmediata con nuestras familias y nuestras amistades. En el hogar y en el trabajo. En el barrio y en la asociación. Por activa (haciendo "a" o "b") y por pasiva (dejando de hacer "h" o "c").

Comencemos, quizás, por ayudar a la ciudadanía a identificar los dones y las vocaciones, principalmente entre adolescentes y jóvenes; y por facilitar el desarrollo de sus habilidades y destrezas, muy especialmente las más artísticas y creativas (aquellas que apasionan y entusiasman, y ayudan a crecer y a sanar/se). Intentemos empoderarnos (todos/as) en cada uno de los ámbitos de nuestra vida; y ejerzamos consciente y disciplinadamente como abogados del ángel (reconociendo y reforzando intentos y logros) con nosotros/as y con los/as demás. Y respetemos, sumando, sentidos vitales que sean coherentes con el bienestar propio y el bienestar ajeno. Haciéndolo, además, de una forma radical (de raíz, fundamental). Sólida y amorosamente (amando al prójimo como a uno/ mismo/a).

Exploremos para acompañar y para ayudar. Apoyemos. Escuchemos antes de hablar. Aprendamos (con Pierre Sansot y sus propuestas ligadas a la virtud de la moderación) a "saborear los placeres sencillos, a armonizarnos con ellos y, a menudo, a inventarlos".6 Miremos más y mejor. Reflexionemos. Y vivamos en calidad lo que tengamos. Aprovechemos estos momentos de crisis múltiples para madurar ¡de una vez! como especie, para crecer y crear. Para sumar yos fuertes y autónomos que den lugar a grupos saludables y solidarios, lejos tanto de los rebaños obedientes y amorfos como de las turbas primitivas y desbocadas. Y, sobre todo, preguntémonos, con honestidad, humildad y disciplina, una y otra vez, cada vez: "¿Para qué?".

Y, desde luego, tratemos especial y prioritariamente la salud espiritual de políticos/as y banqueros/as, de líderes y lideresas, de prelados y periodistas. De educadores y educadoras. Y, también, claro, de los y las profesionales de la salud y el bienestar. Nos va mucho en ello; nada más y nada menos que la salud (física, emocional, social y espiritual). La suya y la nuestra, la de todos/as. Y... la de las generaciones futuras.

Agradecimientos

A Ramón Bayés, por seguir siendo, con humildad y cariño, fuente inagotable de inspiración y mejora.
A Adela Cortina, por sus lúcidos qués y sus pedagógicos cómos. Y por la ética y la compasión.
A Alex Grijelmo, por demostrarnos, con pasión, sabiduría y humor, que no hay palabras inocentes.
A los y las profesionales de la salud que, en este país, llevan años gestionando, con entrega y valor, la salud espiritual de los/as pacientes; desde las unidades del dolor, los cuidados paliativos, las unidades de críticos, etc.
 

Bibliografía

1. Badenas R. Frente al dolor. Madrid: Safeliz; 2012.
2. Bimbela JL. El miedo, más contagioso que el Ébola, se ha instalado en nuestras vidas. Arch Memoria. 2015 [Consultado el 01.02.2016]; 12(3). Disponible en:
https://www.index-f.com/memoria/12/12300.php.
3. Bimbela JL. Yo decido. La tecnología con alma. 2ª Ed. Bilbao: Desclée de Brouwer; 2015.
4. Torres J. Sexualidad y salud: tropelías y falacias. En: Bimbela JL, Ojeda F, Higueras C, editores. Red de Actividades de Promoción de Salud. Nº 4. Granada: Escuela Andaluza de Salud Pública; 1995. p.15-18.
5. Torralba F. Inteligencia Espiritual. 5ª Ed. Barcelona: Plataforma Actual; 2012.
6. Sansot P. Del buen uso de la lentitud. Barcelona: Tusquets; 2008.

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