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ARCHIVOS DE LA MEMORIA (ISSN: 1699-602X)

 

 

EDITORIAL

 

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¿Cuidados invisibles o profesionales invisibles?

Candela Bonill de las Nieves
Enfermera clínica. Unidad de Digestivo y Unidad de Cardiología, Hospital Torrecárdenas. Almería, España. Miembro del Comité de Redacción de la revista Archivos de la Memoria

Correspondencia: C/ San Jerónimo 5-5ºB, 18001 Granada, España

Archivos de la Memoria 2014; (11 fasc. 2)

 

 

 

Cómo citar este documento

Bonill de las Nieves, Candela. ¿Cuidados invisibles o profesionales invisibles? Arch Memoria [en línea]. 2014; (11 fasc. 2). Disponible en <https://www.index-f.com/memoria/11/11200.php> Consultado el

 
 

 

 

    Hace unos meses, la editora de Archivos de la Memoria con su solicitud me puso en bandeja la oportunidad de pararme a reflexionar sobre una temática que lleva tiempo rondando mi cabeza y que tiene que ver con la humanización de los cuidados.

¿Han oído hablar de los "Cuidados invisibles"? Se trata de un concepto que venimos desarrollando en los últimos años desde el grupo de investigación Aurora MAS y que Isabel Huércanos define como "aquellas acciones profesionales y autónomas de cuidado enfermero que en su mayoría resultan intangibles pero que contribuyen al bienestar y mejoría de las personas tanto o más que las acciones técnicas y delegadas dirigidas al plano únicamente físico de la persona. El fenómeno del Cuidado Invisible consideramos que está compuesto por las siguientes dimensiones de cuidado: Fomento del autocuidado, relación de confianza/seguridad, apoyo emocional, tacto/escucha, confort, ética, respeto y presencia cuidadora".1

En mi opinión, estos Cuidados "Invisibles" son los que contribuyen a visibilizar a la profesión. Sin embargo, se mantienen invisibles porque en algunas ocasiones somos los profesionales los que contribuimos a que así sea, bien por desconocimiento de la importancia de los mismos o bien por conveniencia. En este último caso, los Cuidados Invisibles parecen considerarse cuestiones vanas, carentes de importancia, que además suponen una mayor implicación y en consecuencia una carga extra de trabajo, o algo del tipo como decía un antiguo profesor: "Haz lo que tienes que hacer y, si tienes tiempo, lúcete". Sin embargo no deberían ser visto de esta forma, pues se trata de la esencia de nuestra profesión y no hacer lo importante contribuye a su invisibilidad. Pero ¿qué es lo importante? Al hacer esta pregunta nos sorprendería ver cómo, a pesar de que cada persona lo expresara de una manera diferente, lo importante quedaría recogido en alguno de estos puntos:
-Contar con un entorno afectivo: estar rodeado de gente a la que quieres y que te quiere.
-Libertad: entendida como el tener capacidad de decisión, hacer cosas que nos aporten un sentido.
-Confort: estar a gusto física y mentalmente.
-Encontrarse en un entorno estimulante para los sentidos.

Entonces ¿por qué no siempre tenemos en cuenta estas cuestiones a la hora de brindar los cuidados?2

En la última Reunión de INVESCOM celebrada el pasado julio, la Dra. Germán nos invitaba también a reflexionar sobre esta cuestión, y estoy de acuerdo con ella en que lo importante, siempre que no esté en riesgo la vida, es lo que nos da el perfil de Profesionalidad, destacando una serie de cuestiones entre las que se encuentran: brindar cuidados de bienestar en todos los casos, el hecho de que la persona asocie la confianza, el confort y el no temor a la seguridad técnica y, por último, poner de relieve la importancia que tiene el que la persona aprenda su propio cuidado, adquiera confianza en su organismo y la forma de expresar sus desequilibrios; aprenda a manejar su enfermedad y a pedir ayuda, aclaraciones y consejo con libertad. Lo cual está en consonancia con lo que comentaba anteriormente.

Pero el que para una persona, en este caso el profesional, una determinada actividad sea considerada como algo nimio, no quiere decir que también lo sea para las personas a las que atendemos. De hecho, los usuarios sí visibilizan estos Cuidados Invisibles, y cada día los ponen más en valor llegando a establecer diferencias entre aquellos profesionales que los ponen en práctica y los que no.

Aunque la percepción que las personas tienen acerca de las enfermeras tras pasar por una hospitalización o consulta de Atención Primaria continua siendo muy variable, en los últimos años vengo observando un cambio que bien podría pasar desapercibido pero que es muy significativo. Hasta no hace mucho los usuarios atribuían los aspectos percibidos como positivos en el proceso de cuidados a la personalidad de la enfermera y no a su profesionalidad. Parece que ya van quedando atrás, o son los menos, comentarios del tipo: "es que es muy apañada", "es muy simpática", "qué agradable",... en respuesta a una buena actuación enfermera, y han sido sustituidos por otros como: "es que es muy buena profesional", "es una buena enfermera". Les parecerá una tontería, pero este cambio cualitativo por parte de los usuarios dice mucho más de lo que pensamos. No sé, a veces pienso que ellos tienen más claro los fundamentos de nuestra profesión que nosotros mismos.

La persona es valiosa en sí misma porque es soporte de valores y se soporta en unos determinados valores.3 De ahí que para brindar unos cuidados de calidad, adaptados a las necesidades sentidas, debamos conocer no sólo los valores sino también las creencias de salud, costumbres, preferencias, en definitiva la cultura de la persona a la que van a ir dirigidos nuestros cuidados por la gran influencia que esta ejerce en el proceso de salud-enfermedad.4 He aquí la importancia del paradigma fenomenológico, en el cual las personas pasan de ser sujetos pasivos a ser protagonistas dentro de su propio proceso cobrando especial importancia las percepciones y opiniones de esta a la hora de tratar su problema de salud, de cara a alcanzar una mayor comprensión de las cuestiones a las que la persona concede mayor importancia. De no ser así, dará igual que pongamos en práctica intervenciones basadas en la mejor evidencia disponible, si la persona no las ve necesarias o no las considera importantes, poco vamos a hacer.

¿Qué se suele entender por actividad vana? Como ya se ha comentado, el confort o los cuidados de bienestar se encontrarían entre estas actividades. Hace unos meses comentaba con una compañera, a punto de jubilarse, como ciertas actividades eran vistas como actividades carentes de importancia, actividades que pasaban a un segundo plano al tratarse, en algunos de los casos, de actividades delegadas. Entre ellas se encontrarían la importancia de la higiene oral, no sólo en la prevención de infecciones sino también para favorecer el confort, el hecho de apagar las luces de los pasillos y reducir o eliminar el ruido durante el turno de noche para favorecer el descanso, el poner o quitar una cuña, entre otras actividades. Ella me lo argumentaba diciendo: "Es que todo eso eran cosas de enfermeras antiguas..." ¿Cosas de enfermeras antiguas? Son y siguen siendo cuidados y estamos corriendo el riesgo de perder la esencia de nuestra profesión. Parece ser que los cuidados no se valoran en su justa medida hasta que no nos encontramos en una situación en la que no somos capaces de llevarlos a cabo por nosotros mismos,3 o bien, hemos desarrollado adecuadamente nuestra capacidad de empatizar.

Otra cuestión es la forma en la que llevamos a cabo el proceso de acogida. Aprovechar el primer contacto que tengamos con la persona para presentarnos, indicándole quienes somos y nuestro nombre. Dirigirnos a ella por su nombre, mirándola, transmiténdole que le estamos dedicando toda nuestra atención, mostrándoles nuestra disponibilidad, etc. En definitiva, poniendo en práctica los llamados marcadores de cordialidad, calidades de superficie y profundas.5

Si bien es cierto que algunas de las actividades comentadas requieren de un tiempo para su adecuada realización, coincidirán conmigo en que para el desarrollo de otras la única condición imprescindible es estar más conscientes durante nuestra práctica diaria. Y es que estas actividades son las que marcan un antes y un después en la relación enfermera-"paciente", al favorecer un clima de mayor confianza en el que la persona se encuentre a gusto para expresar de forma espontánea todo lo que considere importante desde su punto de vista, favoreciéndose de esta forma que sus dudas y miedos sean resueltos por parte de los profesionales. Sólo así podremos tener un conocimiento completo de la persona a la que vamos a brindar los cuidados, ganándonos su confianza y respeto, y consiguiendo que colabore y se sienta implicado en el proceso.6

Las actividades citadas, entre otras muchas, contribuyen a poner en valor lo que los anglosajones vienen a denominar Illness, la enfermedad como experiencia, la enfermedad entendida desde el punto de vista emic, en definitiva el padecimiento, generando este mayor preocupación para la mayoría de las personas que la enfermedad disease, centrada en las anormalidades funcionales o estructurales de base orgánica.7-10

Sin embargo, a día de hoy, este tipo de atención no está garantizada. Estudios como el de Fellowes (citado en Bonill)6 ponen de manifiesto cómo para los receptores de los cuidados "la voluntad de escuchar y explicar" es uno de los atributos esenciales que debe poseer un profesional de la salud. Por tanto, de poco servirá que seamos muy hábiles en el desarrollo de determinadas técnicas si después somos incapaces de establecer una comunicación efectiva.

Deeny y col.,11 en su estudio sobre las perspectivas de los pacientes ostomizados, pero que bien podría extrapolarse al resto, afirman que según estos, las necesidades físicas fueron satisfechas durante el periodo de hospitalización, sin embargo, no ocurrió lo mismo con las necesidades psicológicas y socioculturales. Hecho que también queda patente en el relato "La enfermedad no entiende de vacaciones. Vivencias de una estancia hospitalaria" publicado hace unos años.12

Todo esto pone de manifiesto que, lamentablemente, en una parte importante de los casos la atención que se está brindando se caracteriza por ser una atención emocionalmente torpe, entumecida. Seguramente encontraremos la respuesta revisando la formación que hasta ahora han venido recibiendo los profesionales sanitarios, una enseñanza científico-técnica centrada en la enfermedad y en la técnica y no en la persona, alejándose cada vez más del ser humano.13

Pero no debemos olvidar que el mundo asistencial es, por definición, un mundo humano. La introducción de la técnica debe estar al servicio de este mundo humano, pero jamás remplazarlo.3 Por tanto, es preciso que junto con el avance tecnológico vengan otros en lo relacionado con la comprensión de la enfermedad desde el punto de vista de las personas que la padecen. En esta línea encontramos a Emerson Merhy14 quien redefine el concepto de tecnología clasificándolo en tres apartados: las tecnologías leves, leves-duras y duras. Las tecnologías duras son aquellas para las que tradicionalmente se usa esta palabra (equipos, maquinaria, etc.). Las leves-duras son los saberes sistematizados y estructurados como la clínica médica, de enfermería, etc. que se dan en una interrelación entre dos personas (usuario y profesional de la salud). Esta interrelación definirá una forma específica de intervención no determinada exclusivamente por el saber estructurado de la clínica, sino vinculado con la necesidad planteada por un usuario específico. Por último, las tecnologías leves son las intervenciones que cualquier profesional de salud produce con el usuario, es un encuentro donde dos personas actúan una sobre otra.

Quizás sea necesario establecer nuevos modelos de atención, dirigidos a las necesidades de las personas, vinculados al territorio de las tecnologías leves y leves-duras fundamentales en enfermería ya que recogen el ámbito de las relaciones humanas, con objeto de terminar con la visión reduccionista de la salud y la enfermedad. Para ello es fundamental que este giro en la atención comience a darse desde la formación de Grado, otorgando mayor importancia a aquellas asignaturas en las que se trabaja el proceso de relación interpersonal, profundizándose en los diferentes aspectos de la Inteligencia Emocional, especialmente: la toma de conciencia de uno mismo (fundamento de la autogestión), la empatía (fundamento de las relaciones interpersonales) y la escucha activa.15

Pero tampoco debemos obviar otro factor, el tiempo, que cada vez va cobrando más importancia en los últimos años debido a las situación laboral que nos está tocando vivir, pues no es fácil priorizar a la hora de planificar los cuidados cuando tenemos más personas a las que cuidar que tiempo disponible para ello. Germán y cols.16 ya denunciaban en su artículo "El cuidado en peligro en la sociedad global", cómo la crisis en la que actualmente nos encontramos inmersos está provocando la vulneración del estado de bienestar, a lo que hay que añadir el hecho de que la política de contratación de personal de enfermería es la peor que se ha vivido nunca. Esto nos está llevando a padecer día a día las consecuencias de la reducción de plantillas al mínimo, los recortes salariales, la elevada variabilidad de unidades en un mismo contrato o incluso en un mismo turno,1 como es el caso de aquellos contratos en los que el profesional está "de refuerzo" o "a disposición de despacho", por no hablar de los contratos al 75% de la jornada que se continúan haciendo en la comunidad andaluza desde hace más de un año. La situación se agrava aún más en el caso de los profesionales que se ven obligados a trasladarse a otra provincia diferente a la de su lugar de residencia para poder seguir "enganchando contratos" al 75%, de mes en mes, o de quince días en quince días.

Todas estas cuestiones hacen que nos encontremos muy por debajo de la media europea en la ratio enfermera-paciente, con las consecuencias que conlleva en la mortalidad, los desenlaces indeseados y evitables de la atención sanitaria, mayor burnout, así como una peor provisión de cuidados autopercibidos por las enfermeras. En definitiva, nos vamos a encontrar, si es que no lo hemos hecho ya, con un problema de salud pública que afectará a la seguridad, salud y bienestar tanto de los usuarios como de los profesionales.1,17

¿Profesionales invisibles? En algunos casos, los menos, podría deberse a las cuestiones a las que hacía referencia al inicio del editorial. Pero de mantenerse en el tiempo esta situación de deterioro de las condiciones laborales, la creciente sensación de incertidumbre e inseguridad experimentada día a día por los profesionales terminará dificultando el que puedan llevar a cabo unos cuidados integrales, lo que se traducirá en que llegará un momento en que pasen a ser invisibles, invisibles para los usuarios y para el sistema.

Para terminar les dejo con una reflexión de Torralba (citado en Ventosa):3 "El cuidar requiere tiempo y espacio, dedicación y técnica, ciencia y sabiduría, conocimiento teórico y praxis y, todo ello, requiere un marco institucional idóneo, un marco donde las condiciones estructurales sean favorables para el ejercicio de dicho cuidado. En este sentido, el deber moral de los profesionales sanitarios no solo radica en el buen ejercicio de la profesión, sino en la reivindicación de unas condiciones adecuadas desde el punto de vista institucional para el buen ejercicio del cuidado".
 

Bibliografía

1. Huércanos Esparza I, Anguas Gracia A, Martínez Lozano F. El Cuidado Invisible como indicador de mejora de la calidad de los cuidados enfermeros. Tesela [Rev Tesela] 2012 [acceso 01 de noviembre de 2013]; 11. Disponible en: https://www.index-f.com/tesela/ts11/ts1106.php.

2. Bonill de las Nieves C. El empleo del humor como estrategia de mejora de los cuidados. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2010 [acceso 01 de noviembre de 2013]; 19(2-3). Disponible en: https://www.index-f.com/index-enfermeria/v19n2-3/2316.php.

3. Ventosa Esquinaldo F. Pensamiento de San Juan de Dios y la orden hospitalaria y su relación con la enfermería: conceptos y valores. Granada: Archivo-Museo San Juan de Dios; 2012.

4. Bonill de las Nieves C, Celdrán Mañas M. El cuidado y la cultura: Génesis, lazos y referentes teóricos en enfermería. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2012 [acceso 01 de noviembre de 2013]; 21(3). Disponible en: https://www.index-f.com/index-enfermeria/v21n3/7896.php.

5. Borrel i Carrió F. Entrevista Clínica. Manual de estrategias prácticas. Barcelona: Semfyc ediciones; 2004.

6. Bonill de las Nieves C. La importancia de las habilidades comunicativas en la humanización de los cuidados. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2008 [acceso 01 de noviembre de 2013]; 17(1). Disponible en: https://www.index-f.com/index-enfermeria/v17n1/7475.php.

7. Hueso Montoro C. El padecimiento ante la enfermedad. Un enfoque desde la teoría de la representación social. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2006 [acceso 01 de noviembre de 2013]; 55. Disponible en: https://www.index-f.com/indexenfermeria/55/6396.php.

8. Amezcua M. Enfermedad y padecimiento: significados del enfermar para la práctica de los cuidados. Cultura de los Cuidados.2006; IV(7-8): 60-7.

9. Lipson JG. Cultura y Cuidados de Enfermería. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2000 [acceso 01 de noviembre de 2013]; 28-29. Disponible en: https://www.index-f.com/index-enfermeria/28-29revista/28-29_articulo_19-25.php.

10. Kleinman A. Patients an healers in the context of cultura: an exploration of the borderland between anthropology, medicine and phsychiatry. Berkeley, CA: University of California Press; 1980.

11. Deeny P, Mc Crea H. Stoma care: the patient's perspective. J Adv Nurs. 1991; 16: 39-46.

12. Bonill de las Nieves C, Hueso Montoro C. La enfermedad no entiende de vacaciones. Vivencia de una estancia hospitalaria. Cultura de los Cuidados. 2007; XI(21): 11-15.

13. Gálvez Toro A. La medicina bajo sospecha. Siete ejercicios especulativos. Granada: Fundación Index; 2002.

14. Merhy EE. A perda da dimensão cuidadora na produção da saúde uma discussão do modelo assitencial e da intervenção no seu modo de trabalhar a asistencia". En: Campos Cezar R, Malta DC, Teixeira dos Reis A, Dos Santos A, Merhy EE. Sistema Único de Saúde em Belo Horizonte. Reescrevendo o público. São Paulo: Xamã Editora; 1998. pp. 103-120.

15. Goleman D. Inteligencia emocional. 80ª ed. Barcelona: editorial Kairós; 2013.

16. Germán Bes C, Hueso Navarro F, Huércanos Esparza I. El cuidado en peligro en la sociedad global. Enfermería Global. 2011 [acceso 01 de noviembre de 2013]; 10(23). Disponible en: https://revistas.um.es/eglobal/article/view/125491/121971.

17. Morales Asencio JM, Morilla Herrera JC, Martín Santos FJ. ¿Gestión de riesgos o el riesgo de una mala gestión? La variabilidad en la ratio enfermera-paciente también influye en los resultados de hospitales europeos. Evidentia. 2007 [acceso 01 de noviembre de 2013] jul-ago; 4(16). Disponible en: https://www.index-f.com/evidentia/n16/346articulo.php.

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