ENTRAR            

 


 

ARCHIVOS DE LA MEMORIA (ISSN: 1699-602X)

 

 

EDITORIAL

Comentar este articulo

Documentos relacionados

Clic en autor para ver resumen biografico

Ir a Sumario

 

Documento siguiente

Enviar correo al autor

 

 

El counselling sabe, puede y quizás debe, pero ¿quiere y se atreve?

José Luis Bimbela Pedrola
Doctor en Psicología, Universidad de Barcelona. Profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), Granada, España

Correspondencia: Escuela Andaluza de Salud Pública. Cuesta del Observatorio 4. 18011 Granada, España

Archivos de la Memoria 2013; (10 fasc. 4)

 

 

 

Cómo citar este documento

Bimbela Pedrola, José Luis. El counselling sabe, puede y quizás debe, pero ¿quiere y se atreve? Arch Memoria [en línea]. 2013; (10 fasc. 4). Disponible en <https://www.index-f.com/memoria/10/10400.php> Consultado el

 
 

 

 

    Hace ya algún tiempo confesé, públicamente y en repetidas ocasiones, que en mi juventud estudié psicología para poder preguntar, escuchar, mirar, observar e incluso escudriñar "legalmente", sin problemas con la justicia. Y preguntando, escuchando, mirando, observando, e incluso escudriñando, he visto en estos últimos años algunas "cosas" realmente sorprendentes y llamativas. Tantos en hombres como en mujeres. Tanto en jóvenes como en no tan jóvenes. Tanto en el Norte como en el Sur. Tanto en lo público como en lo privado.

He visto como profesoras, afamadas expertas en trabajo social, tenían, reiteradamente y año tras año, conflictos graves con sus alumnos y con sus colegas. He visto a "coaches" que, lejos de aplicar sus supuestos conocimientos y habilidades de relación con sus propios hijos, los sometían a intensísimos interrogatorios dignos de una película de policías y ladrones. He visto a psicólogas, con años de experiencia clínica a sus espaldas, mostrando una incapacidad asombrosa para negociar con su jefe una mejora en sus condiciones de trabajo o para decir "no" a un amigo especialmente abusón en su petición de favores. He visto también, como reconocidos expertos en comunicación y empatía, se pasaban una cena, con su correspondiente e interminable sobremesa, hablando de sí mismos y de sus magníficos proyectos. Eso sí, después de perorar en clase, con fruición y durante dos horas, sobre las bondades de la escucha activa y del empoderamiento del otro.

No me quiero olvidar tampoco de aquellos conferenciantes y ponentes que tenían la mala suerte de que siempre les tocaban los peores grupos y los alumnos más desmotivados. O de aquel docente, ahora ya catedrático, que me espetó con cierta brusquedad, cuando le recordé nuestro objetivo docente: "¡cómo me voy a adaptar yo a los alumnos, que se adapten ellos a mí; y punto!". Por no hablar de aquellos cooperantes internacionales que aprovechando su estatus frente a la población autóctona, reproducían relaciones de poder-sumisión que no tenían nada que envidiar a las que aparecían en la mítica seria televisiva "Arriba y abajo". O directivas de organizaciones no gubernamentales que parecían tener "más interés en mandar que en mandar para ayudar", en acertada expresión de Francisco Polo.

Es más, he visto mentir reiteradamente, sin despeinarse ni asomo de "malestar emocional o moral", a un buen número de diplomados, licenciados, doctorados y maestros en ciencias humanas y sociales, cuando se relacionaban con sus clientes externos (alumnos, pacientes, ciudadanos), internos (compañeros, jefes, subordinados) o domésticos (pareja, hijos, padres, amigos). Y, desde luego me he visto también a mí mismo gritando por la boca y por el cuerpo; hablando y oyéndome sin pausa, encantando de haberme conocido; ejerciendo a veces el poder contra otros y contra otras, en ocasiones muy sutilmente y, en otras, no tanto. Y me he visto también mintiendo, engañando, y fingiendo.

Después de tanto mirar necesité detenerme, pararme, agotado, y reflexionar durante una buena temporada sobre todo lo que había visto. Y, al fin, acabé pensando, y ahora escribiéndolo aquí, que lo que sí les ocurre a algunos políticos y banqueros, a unas cuantas deportistas y actrices, a varios obispos y prelados, a ciertos sociólogos y antropólogos, a unos cuantos analistas financieros, y a un buen número de ciudadanos y ciudadanas, básicamente decir A y hacer B, predicar como X y actuar como Y, no nos puede pasar a nosotros, los y las counselors. O, dicho de otro modo menos radical e ingenuo, no nos puede pasar sin que algo dentro nos duela intensamente, chirríe sonoramente y nos obligue a tomar de forma inmediata medidas drásticas para solucionarlo. Y, en caso de que por razones diversas (incapacidad temporal, falta de habilidades concretas, cansancio extremo, etc.) ello no sea posible, tengamos la valentía de plantearnos la dimisión irrevocable o el retiro temporal. Lo que probablemente, además, redunde de forma muy sanadora en nuestro ego (esa frecuente y patológica inflamación del yo) y en nuestra salud bio-psico-social. Aunque de entrada, duela.

Déjenme por favor, que en este punto, les cuente una breve historia sucedida entre psicólogos y psicólogas hace ya más de una década. Tras cuatro años formando a profesionales de la salud de toda España en "Counselling (Habilidades de relación) con pacientes vih/sida" el equipo de diez psicólogos y psicólogas que habíamos impartido esos talleres nos reunimos en Madrid con Josep Torres, presidente entonces de FASE (Fundación Anti Sida España) y estratega del proyecto, a fin de hacer síntesis y balance de la experiencia y cerrar ese apasionante periplo formativo, que tanto había significado a nivel profesional y personal. Ese día, Josep Torres comentó, ante la sorpresa inicial y el entusiasmo posterior de los y las asistentes, que una de las tareas que realizaba al acabar los talleres, que se celebraban en hoteles de viernes a domingo, era preguntar al personal empleado cómo los habíamos tratado el equipo de "expertos y expertas en habilidades de relación", las personas que enseñábamos a preguntar, escuchar y empatizar. No tuvo que entrar en detalles. Todos y todas sabíamos de qué hablaba. Nunca olvidaré esa lección.

De hecho, no estaría de más rendir un sentido y muy merecido homenaje al VIH/sida, pues gracias a que puso "patas arriba" la salud pública y otras muchas cosas, tanto en España como en otros países, un buen número de aspectos relacionados con "lo emocional y lo conductual" han cambiado (para mejor): la gestión emocional por parte de los profesionales sociosanitarios y de los propios pacientes; la creciente presencia de un imprescindible diagnóstico conductual previo a cualquier intervención relacionada con los estilos de vida de la ciudadanía; el uso cada vez más generalizado de instrumentos eficaces para promover cambios duraderos en los hábitos de la población. Y, desde luego, el papel protagonista de cada persona en todos aquellos procesos relacionados con su salud y con su vida, a través del tan citado y, a veces tan temido por algunos profesionales sociosanitarios y educadores, empoderamiento del ciudadano.

Visto lo visto, oído lo oído y dicho lo dicho, ¿qué hacer? Pues quizás intentar recuperar el don, la vocación, el alma, preguntándonos honestamente: ¿A qué nos dedicamos? ¿A quién nos dedicamos? Incluso cuestionarnos: ¿Qué es lo que da sentido a nuestra vida? ¿Qué es lo que nos entusiasma? ¿Qué nos apasiona? Quizás también, clarificar humildemente nuestros objetivos, diferenciando, de forma nítida y radical, los medios de los fines. Y pasar, después de todo ello, a la acción. Dejar de hablar tanto ("Detrás de toda verborrea hay un cobarde" afirma el poeta Luis García Montero) y empezar a hacer; "Saber y no actuar, es no saber absolutamente nada" dicen que dijo un sabio japonés. Y además, habrá que tener coraje (imprescindible en estos tiempos durísimos que corren, advierte Joan Carles March) y talento (ese talento desmitificado por José Antonio Marina al recordarnos que está al final y no al principio del camino). Y habrá que ejercer, desde luego, ese liderazgo afectivo que enunció tan lúcidamente Albert Jovell y que él mismo predica con su ejemplo.

Explica muy gráficamente mi admirada María Fernanda Raposo que los directivos (¿quién no dirige, coordina, organiza, guía o educa, en su vida profesional o personal a otras personas o a algunos grupos o equipos?) tienen que aprender a manejar de forma equilibrada dos potentes caballos: el caballo "tareas" (sean las que sean en cada caso y lugar específicos) y el caballo "personas" para que esas personas, a las que dirigen/coordinan/guían/educan, "hagan" y además "hagan armoniosamente", tanto individual como grupalmente. Admiro también a mi ex jefe Martín Blanco, cuando detiene pausadamente su participación en una reunión que él ha convocado, para decirle, sin atisbo de ironía, al colega que acaba de incorporarse a la misma (tarde, por cierto): "Gracias por venir". Sobresaliente; y, desafortunadamente, inaudito y muy poco habitual. Por ello podemos preguntarnos: ¿Dónde están los y las counselors en las empresas (públicas y privadas)? Ingenieros industriales con curso de fin de semana abstenerse. Deportistas con exitoso curriculum, también.

Primas de riesgo que se disparan (¡horror!), bolsas mundiales que se hunden (¡terror!), mercados insaciables que siguen devorando y devorándonos. Pánico en el parqué, miedos y temores desbocados, desesperaciones que se multiplican, angustias que se contagian, indefensiones que se aprenden. Tsunamis emocionales, pronto también sociales. Negociantes sin escrúpulos, especuladores sin alma, y emprendedores sin entusiasmo. Empresarios sin ilusión, empleados sin motivación, y trabajadores sin trabajo ¿Dónde están las y los counselors en las facultades de Económicas y Empresariales? ¿Y en las escuelas de negocios? Empresarios con inquietudes abstenerse. Actores y actrices en paro, también.

"La justicia es lenta. La injusticia es rápida" denunció Cristina Almeida. Y Muñoz Molina lo tiene claro: "En nuestro país las leyes y el sistema judicial protegen casi siempre a los poderosos contra los débiles, a los corruptos contra los honrados, a los bárbaros contra las personas apacibles, a los conductores contra los ciclistas y los caminantes". Sentencias controvertidas, indultos sorprendentes. Ciudadanos desasistidos. Débiles machacados, poderosos protegidos. Risas en el Parlamento. ¿Dónde están las y los counselors en las facultades de Derecho? ¿Y en las escuelas de verano de los partidos políticos? Emprendedoras recicladas abstenerse. Viajeros solidarios, también.

Profesores, docentes y tutores con el cuerpo enfermo (lumbares, cervicales, estómagos, gargantas, cabezas) y el espíritu dañado (miedos, depresiones, ansiedades, aislamientos, adicciones). Quemados, desmotivados, agotados. Alumnos y alumnas sin espera, sin entrega, sin futuro (aparente). Y, sin embargo, con deseos, con expectativas, con inquietudes. Y con una fuerza y energía descomunales (y quizás desnortadas) ¿Dónde están los y las counselors en las facultades de Pedagogía y escuelas de Magisterio? ¿Y en los institutos y colegios? Escritoras con varias novelas publicadas abstenerse. Poetas lúcidos, también.

De la felicidad de Eduard Punset ("ausencia de miedo") a la de José Antonio Marina ("mi bienestar y el bienestar del otro"), pasando por la reflexión crucial de Diego Gracia: "¿Queremos pacientes / alumnos / ciudadanos / hijos / padres / madres "emancipados", o queremos pacientes / alumnos / ciudadanos / hijos / padres / madres "súbditos"? Sin olvidar a Juan Pablo Silvestre y su trascendente estrofa: "Una vida más tarde comprenderemos / que en la vida perdimos / sólo por miedo". La "felicidad es una decisión" afirma valiente Jenny Moix. Mi felicidad es mi decisión. Cobardes abstenerse.

Este momento histórico, en plena vorágine de crisis: económica, financiera, política, social, filosófica, ética, moral, espiritual; se convierte en un momento idóneo para reinventarse como profesión, como especialidad, como disciplina, como utilísima caja de herramientas complementarias y variopintas, como conjunto mestizo de conocimientos y actitudes, como instrumento de análisis y de cambio social, como visión del ser humano y del mundo. Es la hora del counselling. De un counselling honesto, humilde, hacedor, valiente y talentoso. Austero y feliz. Libre. De un counselling que empiece por trabajarse y asesorarse a sí mismo, porque la calidad bien entendida empieza por uno/a mismo/a; y el cambio también. De un counselling que vamos ya a empezar a llamar como se merece: Self counselling. O dicho en traducción libre y a mi manera: "Yo decido. La tecnología con alma".

El atrevimiento y la fuerza para escribir este artículo provienen de las dos personas más importantes en mi vida adulta: Giuliana, mi esposa (sabia, amorosa, y única para armonizar la fuerza con la dulzura); y Marcel, mi hijo (inteligente, tierno, y único en conjugar la noche con el día) ¡Gracias! Y también me gustaría hacerles llegar mi agradecimiento a los ingenieros industriales con curso de fin de semana, a los deportistas con exitoso curriculum, a los empresarios con inquietudes, a los actores y actrices en paro, a las emprendedoras recicladas, a los viajeros solidarios, a las escritoras con varias novelas publicadas, y a los poetas lúcidos. Porque el intento es bello.

Principio de p�gina 

error on connection