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ARCHIVOS DE LA MEMORIA (ISSN: 1699-602X)

 

 

EDITORIAL

 

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Humanizar la salud. Counselling en salud

José Carlos Bermejo Higuera
Director del Centro de Humanización de la Salud. Madrid, España

Archivos de la Memoria 2013; (10 fasc. 1)

 

 

 

Cómo citar este documento

Bermejo Higuera, José Carlos. Humanizar la salud. Counselling en salud. Arch Memoria [en línea]. 2013; (10 fasc. 1). Disponible en <https://www.index-f.com/memoria/10/1000.php> Consultado el

 
 

 

 

    La lamentación por la deshumanización es una cuestión universal y que se refiere no sólo al ámbito de la salud, sino a la complejidad de realidades que afectan a la vida humana.

Humanizar la salud pasa, por tanto, por incidir no sólo en el diseño y desarrollo de programas que salgan al paso de las necesidades materiales no cubiertas en muchas personas, sino por incidir también en la salud de las relaciones, en la salud de los valores interiorizados, en la salud en el manejo de los sentimientos de frustración y de pérdida, en la salud de la autopercepción, etc.

En el fondo, humanizar la salud constituye un compromiso ético de considerar a la persona en su globalidad. No es posible una intervención holística, global, integral, sin una particular capacitación de los agentes sociales en el ámbito del counselling, de la inteligencia del corazón, de las capacidades de entrar en el mundo personal y particular de la persona a la que se quiere acompañar para identificar y movilizar en ella no solo los problemas y necesidades, sino el mundo de los significados, los recursos, las habilidades y los valores que pueden permitirle trabajarse a sí mismo y ser el mayor protagonista del proceso.

Promover la dignidad intrínseca de todo ser humano constituye el fundamento último de toda acción humanizadora. Esta dignidad es la base sobre la que se sustenta toda acción que quiera ver en el otro un semejante y acompañarle a ser él mismo, contribuyendo con su personalidad y su particularidad en la construcción de un mundo más igualitario, más justo, más pacífico, más gozoso y saludable. 1,2

Humanizar la salud

    Nunca como hoy se ha hablado de humanización. Y uno de los ámbitos privilegiados de humanización es la relación. En la relación interpersonal nos hacemos, nos autoafirmamos, nos construimos como personas, intervenimos como profesionales.3

Humanizar es un proceso del individuo y de la colectividad de hacer digno de la condición humana cuanto se vive. Aplicado al mundo de la salud el compromiso por humanizar pasa por el ámbito político, donde se marcan los modos de proteger a las personas, de prevenir la dependencia, la exclusión, así como de afrontarla. Pasa también por el ámbito jurídico, donde se marcan límites de protección y defensa de la vulnerabilidad humana. Pasa asimismo por el ámbito de las decisiones éticas y del afrontamiento de los conflictos y la modalidad como se resuelven. Humanizar pasa por el estilo asistencial y de desarrollo de los programas y servicios de protección social, por el talante y el modo como se atiende a las personas necesitadas de la profesionalidad de otros.

Pero en todo caso, humanizar pasa, nos refiramos al ámbito que nos refiramos, por la relación interpersonal.4 Se diría que la relación es el ámbito por excelencia de humanización. En ella o con ella todo puede tender hacia la personalización y hacia la dignificación o hacia la despersonalización y deshumanización.5,6

En el ámbito de la humanización de la salud, por tanto, la relación cobra una especial relevancia. Con ella se analiza, se evalúa, se diagnostica, con ella se pauta un proceso, se asigna un recurso, con ella se conforta, con ella se comunican malas noticias, con ella se procura soporte emocional, con ella se trabaja interdisciplinarmente, con ella se delibera en medio de los conflictos éticos...7

Somos herederos, en buena medida, de una tendencia paternalista en las profesiones de ayuda, donde un pacto silencioso dice que el ayudado ignora y está en situación de inferioridad y debe someterse a la autoridad de quien conoce y tiene el poder (de ayudar, sanar, salvar la vida...).

La cultura contemporánea ha dado grandes pasos hacia la conquista de cotas más altas de autonomía y reconocimiento de la dignidad de todo ser humano, independientemente de si se encuentra en el lado de quien solicita ayuda presentando su vulnerabilidad o si se encuentra en el del ayudante ofreciendo recursos, conocimientos, técnicas, habilidades, etc., para afrontar las diferentes dificultades que nos encontramos en el devenir de la vida.

Este desarrollo de la cultura ha ido llevando a un replanteamiento de los estilos relacionales en las interacciones de ayuda más horizontal, donde entre ayudante y ayudado se entiende que se produce una alianza y un compromiso en el que el profesional reconoce al otro como adulto, como persona, no exclusivamente como caso.

Parecería que someterse al aprendizaje de habilidades de relación constituyera un rebajamiento para altos intelectuales que son fuertes en el ámbito de la inteligencia intelectiva y que relegarían a un segundo plano el mundo emocional. La experiencia y la praxis en el campo de las relaciones en el mundo de la salud muestran, en cambio, que la eficacia de muchas intervenciones pasa por el buen manejo del counselling, de relación de ayuda, de un conjunto de "habilidades blandas", así llamadas en algunos entornos.8

Las habilidades blandas son un conjunto de capacidades que le permiten a un profesional relacionarse mejor en el trabajo. Incluyen, entre otras, la capacidad de liderazgo, la capacidad de negociación y de trabajar con personas de culturas distintas, aspectos como la responsabilidad, la integridad, la honestidad, una buena autoestima y la sociabilidad... son complementarias a las habilidades duras (hard skills), que corresponden al currículum tradicional.

En la salud, además de la necesaria formación académica, se ha de profundizar en la vida de la persona a la que se acompaña, así como influye la propia en el estilo y eficacia de la intervención. La conocida "inteligencia emocional" permite desarrollar otras habilidades que son valiosas para un buen profesional de la salud. Las habilidades blandas permiten desarrollar la comunicación, la capacidad de liderazgo y auto-organización, de resolver conflictos humanos y la iniciativa del individuo y de los grupos en una organización.

Por ello, la integración de habilidades duras (el currículum) y blandas (la persona) constituyen algo fundamental en la formación de un profesional. Ya no basta con el currículum; hay que saber hacer algo más. He ahí la importancia del counselling.

Pues bien, cuando la relación quiere ser auxiliante, de apoyo, sanante, cuando la asimetría del encuentro propio de las relaciones profesionales pretende usar el recurso de la persona del ayudante, sus actitudes y sus habilidades al servicio de las necesidades del otro, entonces hablamos de relación de ayuda o de counselling. Por eso entendemos el counselling como aquella relación que intenta hacer surgir una mejor apreciación y expresión de los recursos latentes del individuo y un uso más funcional de éstos.9

Hablamos de counselling, normalmente, desde una perspectiva centrada en la persona del ayudado, considerada en sentido holístico, y no directivo.10 Aplicado al mundo de la salud, nos referimos al conjunto de actitudes y habilidades que el profesional conoce, interioriza y despliega en la relación, dotándola de competencia relacional, emocional y ética.

Humanizar las relaciones de ayuda (counselling)

    El término ayudar deriva del latín adiuvare, que significa "provocar alivio". Una persona intenta aliviar, hacer más ligero el peso y disminuir el malestar de quien, a causa de diferentes motivos sufre.

Ayudar, de alguna manera, es ofrecer recursos a una persona para que pueda superar una situación difícil o para afrontarla y vivirla lo más sanamente posible. Estos recursos pueden ser materiales, técnicos o relacionales. Cuando los recursos que ofrecemos son relacionales, es decir la misma persona del ayudante se ofrece como recurso para acompañar en el proceso de afrontamiento de la dificultad del ayudado (incluso si se hace de manera simultánea al ofrecimiento de los otros tipos de recursos), entonces hablamos específicamente de counselling y de relación de ayuda.11

Quien ha acuñado la expresión de relación de ayuda centrada en la persona ha sido Carl Rogers, considerado como el psicólogo humanista caracterizado por una orientación comprensiva de las diferentes dimensiones de la persona, que bautizó su propuesta de psicoterapia como "no directiva" y más tarde "centrada en el cliente".12

El modelo rogeriano de relación de ayuda se basa en el acompañamiento a quien tiene un problema a su identificación y a la realización de un proceso personal, autónomo descubriendo los propios recursos para su abordaje. La hipótesis central consiste en afirmar que cada persona posee en sí misma amplios recursos para la autocomprensión y para la modificación de actitudes y que el acompañamiento es un proceso de ayuda a identificar las capacidades secuestradas y a movilizarlas. No se trata de un estilo de abandono del ayudado a su destino, sino de verdadero compromiso por construir con el cliente un destino verdaderamente personalizado y encarnado en su aquí y ahora, en un compromiso auténtico que no dudará en calificar de "amor" por el ayudado, de pasión por acompañarle a realizar su camino con la esperanza de que en él, desarrollará lo mejor de sí mismo.

El no directivismo de Rogers ha sido completado por Robert Carkhuff, preocupado más por la eficacia de la relación de ayuda y por el convencimiento de que hay situaciones en las que el ayudante ha de confrontar, introduciendo nuevos elementos en el campo perceptivo del ayudado; proponiendo, en el fondo, una cierta directividad.13

Cada vez más se habla de competencias relacionales y emocionales. Se va realizando un trabajo de reflexión sobre las actitudes y habilidades que confieren competencia relacional y emocional y otros profesionales de la ayuda. Algunos autores han propuesto una formación de estos agentes a la relación en el ámbito del ejercicio de su profesión, basada en la interiorización de la triada rogeriana (consideración positiva, empatía y autenticidad) y en el adiestramiento en una serie de habilidades en las que aquéllas se despliegan y actualizan.14,15

En el fondo subyace el convencimiento de que para realizar bien las profesiones de la salud no es suficiente con poseer una competencia científico-técnica, sino que es necesaria también una buena capacidad de comunicar. Una buena evaluación, una buena adherencia a una indicación, un buen soporte emocional, la comunicación de una mala noticia, la solicitud del consentimiento informado, etc., tareas propias de profesionales de la salud, tendrán tanto más éxito y serán realizadas tanto más a la medida de la dignidad de la persona, cuanto más diestro sea el profesional en relación de ayuda.

El ámbito de aplicación del counselling no queda reducido al mundo de las relaciones con las personas en condiciones de vulnerabilidad que piden ayuda, sino que viene a convertirse en un "modo de ser", un "modo de trabajar" cualificado porque, en el fondo, el que trabaja interdisciplinarmente o pretende deliberar, también "busca ayuda" de alguna manera.

Actitudes para el counselling y las relaciones de ayuda

    El modelo de relación de ayuda que se viene trabajando en el ámbito de la salud está centrado en la triada rogeriana, es decir, en la aceptación incondicional de la persona o consideración positiva, en la empatía y la autenticidad, genuinidad o congruencia.

El significado de la consideración positiva o aceptación incondicional va más allá de una simple disposición optimista y acogedora. Rogers dice de ella: "Cuando el cliente experimenta la actitud de aceptación que el terapeuta tiene hacia él, es capaz de asumir y experimentar esta misma actitud hacia sí mismo. Luego, cuando comienza a aceptarse, respetarse y amarse a sí mismo, es capaz de experimentar estas actitudes hacia los demás".9

Quizás la palabra más utilizada en el ámbito de la reflexión sobre la relación de ayuda sea precisamente la empatía. Pero quizás sea también una de las palabras utilizadas con menos precisión, e incluso se pueda decir de ella que está inflacionada. La historia del concepto de empatía es relativamente breve en psicología.16 Cuando Titchener tradujo la noción de Einfühlung con empathy sirviéndose del griego empatheia quería subrayar una identificación tan profunda con otro ser que le llevara a captar con precisión los sentimientos del otro con los "músculos de la mente". El desarrollo del concepto lleva a adquirir una importancia central en el ámbito de las relaciones de ayuda, de modo particular con Rogers. La empatía es la actitud en virtud de la cual, una persona hace el esfuerzo cognitivo, afectivo y conductual por captar, de la manera lo más ajustada posible, la experiencia ajena, sus necesidades, los significados que las cosas tienen para ella, sus sentimientos, los valores que la habitan, las dinámicas que actualiza, las expectativas y deseos que le mueven, así como los recursos con los que cuenta. Por otro lado, la empatía comporta también que la persona del ayudado perciba que está siendo comprendido.17

La tercera actitud propia de la relación de ayuda según el modelo humanista inspirado en Carl Rogers es la autenticidad. Una persona es auténtica cuando es ella misma en la relación, cuando entre su mundo interior, su consciencia y su comunicación externa hay sintonía. Ser auténtico confiere autoridad al ayudante en la relación. Ser sí mismo, coherente con los propios valores, sentimientos, pensamientos, significa a veces ser capaz de presentar explícitamente la divergencia, autorrevelarse y comunicar lo que el ayudante siente (aunque no sea el objetivo primero de la relación), mantener coherencia interna y externa.18

Si las actitudes constituyen las disposiciones interiores del profesional de la salud, con su dimensión cognitiva, afectiva y conativo-conductual; las habilidades son la forma más práctica en que aquéllas se concretan en la relación y se traducen en un modo de articular la comunicación, un modo de operativizarla. Humanizar la salud ha de llegar al concreto de la relación terapéutica cualificada por actitudes y habilidades de relación.

Bibliografía

1. Bermejo JC. Qué es humanizar la salud. Madrid: San Pablo; 2005.
2. Bermejo JC, Editor. Humanizar la salud. Humanización y relación de ayuda en enfermería. Madrid: San Pablo; 1997.
3. Bermejo JC. Introducción al counselling (relación de ayuda). Santander: Sal Terrae; 2011.
4. Brusco A. Humanización de la asistencia al enfermo. Santander: Sal Terrae; 1999.
5. Gafo J. 10 palabras clave en bioética. Estella: Verbo Divino; 1994.
6. Bermejo JC. La escucha que sana. Diálogo en el sufrimiento. Madrid: San Pablo; 2002.
7. Bermejo JC. Humanizar el encuentro con el sufrimiento. Bilbao: Desclée de Brouwer; 1999.
8. Bermejo JC, Carabias R. Relación de ayuda y enfermería. Santander: Sal Terrae; 1999.
9. Rogers C. El proceso de convertirse en persona. Barcelona: Paidós; 1986.
10. Feltham C. Dizionario di counseling. Roma: Sovera; 1995.
11. Marroquín M. La relación de ayuda en Robert R. Carkhuff. Bilbao: Mensajero; 1991.
12. Rogers C. Psicoterapia centrada en el cliente. Barcelona: Paidós; 1986.
13. Carkhuff R. Training as a Necessary Pre-Condition of Education: The Development and Generalization of a Systematic Resource Training Model. Journal of Research hand Development in Education. 1971; 4.
14. Bermejo JC, Martinez A. Relación de ayuda, acción social y marginación. Santander: Sal Terrae; 1998.
15. Egan G. The Skilled Helper. Monterrey: Brooks Cole; 1975.
16. Fortuna F, Tiberio A. Il mondo dell'empatia. Milano: Franco Angeli; 1999.
17. Borrell I Carrió F. Manual de Entrevista Clínica. Madris: Harcourt Brace; 1984.
18. Rogers C, Rosenberg R. La persona como centro. Barcelona: Herder; 1989.

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