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Revista INDEX DE ENFERMERIA (Edici�n digital) ISSN: 1699-5988

 

 

 

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Los primeros años del SIDA

María José Wazen Hervás
Enfermera doctoranda. Universidad de Valencia, España

Index de Enfermería [Index Enferm] 2013; 22(4): 253

 

 

 

 

 

 

 

Cómo citar este documento

 

 

Wazen Hervás, María José. Los primeros años del SIDA. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2013; 22(4). Disponible en <https://www.index-f.com/index-enfermeria/v22n4/2244.php> Consultado el

 

 

 

Sr. Director: Cuando nos hacemos mayores, tendemos a compartir nuestros recuerdos con los más jóvenes. Es una forma de intentar dejar nuestra huella en la vida. En la profesión pasa lo mismo: a nosotros los enfermeros veteranos nos gusta compartir nuestras experiencias con los jóvenes enfermeros. Hoy he podido darme cuenta de esto. Me he sorprendido a mí misma hablando con una joven compañera sobre un tema ya casi olvidado: los primeros años del SIDA.
    Le contaba que a finales de los 80, yo era una enfermera recién graduada y trabajaba en un gran hospital. En esa época empezamos a recibir pacientes portadores del VIH que ingresaban para tratar infecciones oportunistas que nunca antes habíamos visto. Era algo nuevo y asustador. Los pacientes ingresaban con neumonías causadas por agentes oportunistas desconocidos para nosotros y que casi siempre tenían un desenlace fatal.
    También ingresaban enfermos con sarcoma de Kaposi,
1 un cáncer que se desarrollaba rápidamente en los pacientes con SIDA y que podía afectar a la piel, los pulmones, el tubo digestivo y otros órganos. El tumor se presentaba con lesiones color púrpura en la piel y su aspecto era algo impactante, lo que llevaba a la estigmatización social de estas personas. Teníamos pacientes con otros tipos de infecciones oportunistas, como la ceguera producida principalmente por el citomegalovirus,2 pero lo que más me conmovía era la diarrea en su forma más severa que llevaba a una rápida pérdida de peso, desnutrición y muerte.3
    La gran mayoría eran hombres homosexuales. Eran enfermos marginados por la sociedad, por sus amigos y muchas veces por su familia. Muchos se quedaban solos, víctimas del prejuicio y del miedo. Algunos tenían a sus compañeros y amigos también homosexuales, solidarios en la enfermedad, pues sabían que tarde o temprano posiblemente caerían igualmente enfermos. Eran generalmente muy atentos y colaboradores, y nos ayudaban en la asistencia.
    También había aquellos que tenían a sus mujeres cuidándoles, resignadas a pesar de que muchos de ellos habían contraído la enfermedad a causa de la infidelidad. Muchas de estas mujeres también eran portadoras del VIH. Una verdadera desgracia familiar. Y habían otros más afortunados que aún contaban con sus madres, señoras mayores que eran prueba irrefutable de lo que llaman amor incondicional.
    Enfermeros y auxiliares trabajábamos recelosos de contagiarnos, a pesar de conocer las formas de contagio. Teníamos miedo de pincharnos con las agujas infectadas o de recibir un chorro de sangre u otro tipo de secreción al realizar algún procedimiento. Eramos personas, teníamos familia e hijos, pero todos teníamos muy claro que nuestro trabajo era asistir a los enfermos y que nuestro miedo no podía suplantar nuestro deber con ellos. Pero a pesar del miedo, de la poca información y de los escasos recursos que teníamos, creo que hemos logrado cuidarles dignamente y confortarles en los momentos más duros.
    Hoy ya no trabajo en hospitales, pero guardo el recuerdo de aquellos tiempos difíciles y de las personas, amigos y familiares que dedicaron parte de sus vidas asistiendo a sus enfermos hasta el final. Actualmente el SIDA ya no supone el estigma de antaño pero sigue siendo una enfermedad incurable. Disponemos de medicamentos antirretrovirales que aumentan la esperanza de vida de los portadores y que reducen las infecciones oportunistas, haciéndoles posible una vida normal.
    Nuestros jóvenes reciben orientación en las escuelas de cómo prevenir el SIDA y otras enfermedades transmitidas sexualmente y tenemos profesionales preparados para ayudar al paciente portador del VIH y su familia, facilitándoles la adhesión al tratamiento y mejorando la calidad de vida. Afortunadamente conocemos mejor a nuestro enemigo, ya no presenciamos tantas muertes y trabajamos con más seguridad. Pero todavía esperamos la cura.

Bibliografía

1. Sarcoma de Kaposi. Medline Plus. Versión en inglés revisada y actualizada por David C. Dugdale 10/06/2012. Disponible en https://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/000661.htm [acceso: 01/05/2013].
2. Obrador P, Mengual E, Cervera M, Díaz M. Causas de ceguera en el SIDA: estudio en 100 casos. Arch Soc Esp Oftalmol. 1992 Feb; LXII(2): 129-138.
3. National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID). La diarrea relacionada con el SIDA [Internet]. National Institutes of Health (NIH); 1995. Disponible en https://aidsinfo.nih.gov/news/209/la-diarrea-relacionada-con-el-sida/ [acceso: 01/05/2013].

 

 

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