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Revista INDEX DE ENFERMERIA (Edici�n digital) ISSN: 1699-5988

 

 

 

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La simplicidad de un cerrojo

Estíbaliz Amaro Martín
Enfermera CSM Durango. Salud Mental Extrahospitalaria de Bizkaia. Osakidetza-SVS. Bilbao, España

Index de Enfermería [Index Enferm] 2011; 20(1-2): 129-130

 

 

 

 

 

 

 

Cómo citar este documento

 

 

Amaro Martín, Estíbaliz. La simplicidad de un cerrojo. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2011; 20(1-2). Disponible en <https://www.index-f.com/index-enfermeria/v20n1-2/129130.php> Consultado el

 

 

 

Sr. Director: Los Centros de Salud Mental están formados por un equipo de profesionales dedicados a asegurar la continuidad de cuidados terapéuticos, apoyar la reinserción de los pacientes desinstitucionalizados y garantizar la relación con la comunidad a través de los equipos de atención primaria, los trabajadores sociales de otras organizaciones y las asociaciones de vecinos y usuarios.
    Esta es la teoría, y ciertamente la aprendí muy bien durante el tiempo que duró la formación de mi especialidad en salud mental. No puedo decir que mi experiencia en el campo de la enfermería fuese amplia pero hasta el momento había sabido moverme en todo tipo de situaciones y había sido capaz de sacar adelante el trabajo de una manera efectiva. Sin embargo, el trato con los pacientes del ámbito de la salud mental era, sin duda, mi asignatura pendiente.
    Ha sido gratificante el acogimiento por parte de los que pasarán a ser mis compañeros y lo ha sido también comprobar que cuento con una amplia consulta, con grandes ventanas que proporcionan luz natural, un lavabo, un gran escritorio con un moderno ordenador y un armario donde colocar libros, muchos libros. De ahora en adelante pasaré muchas horas en este emplazamiento y una buena impresión es importante para mí.
    Soy consciente de la trascendencia de mis primeros pasos con los pacientes. Sé que establecer una relación enfermera-paciente de confianza no se logra de un día para otro, por ello no quiero cometer ningún error. Mi jornada laboral comienza a las 8:00 y a partir de ese momento la puerta de mi consulta es un trajín constante. Si algo caracteriza a mis pacientes es su heterogeneidad, tan pronto estoy atendiendo a un paciente con diagnóstico de esquizofrenia al que tengo que administrar una inyección, como realizando una alcoholimetría a otro con dependencia alcohólica, como escuchando a otro con trastorno del estado ánimo, como practicando contención emocional a otro con ideas autolíticas y un largo etcétera de cuidados visibles e "invisibles" que ocupan mi actividad diaria.
    Como es lógico, no todas las tareas que realizo me gustan por igual, de hecho hay algunas que hasta me desagradan. Hasta hace poco una de estas tareas eran los controles de orina a pacientes con dependencia a alguna droga. Estos pacientes en muchas ocasiones son fácilmente reconocibles en la sala de espera; son aquellos jóvenes con vestimenta algo inadecuada, cadenas en sus bolsillos, cabello teñido con corte extravagante y pendientes en su cuerpo. A menudo el resto de los usuarios rehúye de ellos y evita sentarse a su lado, así que se sientan a la vera de un hombre de mediana edad que lleva un traje muy bien planchado, unos zapatos impecables y un maletín de cuero, desconociendo que el motivo de consulta de ambos es el mismo.
    Pues bien, el procedimiento con estos pacientes siempre es igual. Entran en la consulta, solicitan recetas (en el caso de que estén siguiendo algún tratamiento psicofarmacológico), les tomo la tensión arterial y el peso, les doy una nueva cita en 7 o 14 días y les proporciono el tubo de orina que me deben entregar posteriormente para llevarlo al laboratorio. En cierta medida son unos pacientes cómodos, de esos que dan "poca guerra", especialmente si no decides acercarte un poco más a su realidad.
    Yo lo hice el día que Lidia me pidió que intentase solucionar el problema del pestillo del baño que no cerraba desde hacía meses. Parte de mantenimiento en mano me dirigí al servicio para registrar las deficiencias.
    El Centro de Salud Mental está ubicado en la primera planta del ambulatorio de reciente construcción. Por su estructura los pasillos son bastante estrechos con puertas a ambos lados. Según se sale de la consulta de enfermería se aboca a uno de estos pasillos de aproximadamente un metro de anchura e inmediatamente después se da paso a dos puertas. Éstas tienen dos rótulos bien diferenciados: uno de ellos señala que el habitáculo al que da acceso la puerta es privado, por lo que sólo puede acceder el personal del centro, y el otro cartel indica con letras mayúsculas "CONTROLES DE ORINA". Y entonces, cuando uno traspasa este umbral, parece entrar en un mundo paralelo. La luz tenue apenas alumbra el interior del cuarto (sin ventanas) de aproximadamente 2 metros cuadrados, el papel higiénico es inexistente al igual que el jabón de manos, se evidencia la falta de toallas y de algún contenedor para retirar residuos, y a diferencia del resto de los cuartos de baño del centro no hay ni espejo, ni plantas, ni ningún otro elemento de decoración. Como si de alguna forma se diese por entendido que los usuarios de este servicio no son merecedores de estos elementos.
    Entrar por esa puerta una vez cada 7-14 días tiene que hacer sentir parte de una clase diferente de la sociedad. Sobrepasar ese umbral supone llevar un lastre, que se evidencia desde una de las formas más simples: orinando. ¿Qué no tendrán que soportar estas personas en otras áreas de su vida?
    Y preguntando se obtienen respuestas, incluso algunas que no nos gustaría escuchar o que nunca nos hubiéramos planteado. Cada una de estas personas tiene una historia, una vida, algunos han pasado largas temporadas aislados, en comunidades terapéuticas para desintoxicarse, otros lo han intentado con apoyo familiar. Todos ellos son conscientes de que han cometido fallos y de que son frágiles y pueden volver a consumir en cualquier momento, acarrean sentimientos de culpabilidad, inferioridad, baja autoestima, impotencia y desesperación, pero no se rinden. Saben que es difícil volver a recuperar la confianza de sus familiares y personas queridas, pero en la mayoría de los casos una y otra vez se levantan e intentan seguir adelante, e intentan mostrar pruebas de sus ganas de cambiar, de ser "mejores", y vienen al centro de salud mental para pedir ayuda. Y entonces, nosotros, los profesionales, les entregamos medicación y les damos la posibilidad de acudir a realizar controles de orina sin profundizar en sus sentimientos y emociones, sin preguntarnos qué sienten o qué necesitan. Y por si fuera poco, lejos de intentar acabar con el estigma social que les persigue, contribuimos con él y les hacemos sentir que no son merecedores ni de un cuarto de baño como el de los demás.
    Pero no nos cansamos de repetir que somos un equipo de profesionales que dedicados a asegurar continuidad de cuidados terapéuticos, que apoya la reinserción de pacientes y garantiza la relación con la comunidad.

 

 

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