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Revista INDEX DE ENFERMERIA (Edici�n digital) ISSN: 1699-5988

 

 

 

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El cuerpo y sus significados: sociedades tradicionales versus sociedades modernas

Mª del Carmen Carrasco Acosta
Enfermera y Antropóloga, Profesora Titular de Enfermería Médico-Quirúrgica, Departamento de Enfermería, Universidad de Huelva, España

Index de Enfermería [Index Enferm] 2008; 17(1): 5-6

 

 

 

 

 

 

 

Cómo citar este documento

 

 

Carrasco Acosta, Mª del Carmen. El cuerpo y sus significados: sociedades tradicionales versus sociedades modernas. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2008; 17(1). Disponible en <https://www.index-f.com/index-enfermeria/v17n1/6618.php> Consultado el

 

 

 

    El tema abordado en la VIII Reunión Internacional sobre Investigación Cualitativa en Salud, celebrado en Granada en Junio de 2007, organizada por la Fundación Index, me ha parecido innovador. Era necesaria la habilitación de un espacio reflexivo del cuerpo humano y sus significados, pues en nuestra moderna sociedad occidental el cuerpo se ha convertido en el epicentro de la reflexión de las Ciencias Sociales.
    El interés de la antropología del cuerpo como sistema clasificatorio y su utilización como metáforas sociales, decae en las sociedades industriales. En el ambiente urbano-industrial se va imponiendo el discurso médico para la descripción de los problemas sociales y el cuerpo se hace externo al actor social. En los estudios contemporáneos, se es más sensible a la presentación del cuerpo dentro del espacio social y a su influencia significativa en el status social.
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La representación que la persona tiene de su propio cuerpo está determinada por un contexto social-cultural que le es dado y por sus vivencias personales que hacen del sujeto una persona única:2 una representación dinámica que forma un esquema de nuestro cuerpo que tiene en cuenta lo externo y lo interno en su presencia con el mundo social, así lo dotamos de sentido.3
    
En las sociedades tradicionales la carne se vincula fuertemente con la naturaleza, adquiere un vínculo con otros elementos y no se distingue de la trama comunitaria y cósmica. El cuerpo desde la concepción clásica, siguiendo a Le Breton,4 está amalgamado con la multitud de sus semejantes sin que su singularidad lo convierta en un individuo en el sentido moderno del término. Es a partir del Renacimiento, cuando el cuerpo individual se convierte en una especie de frontera que diferencia un sujeto de otro, la trama comunitaria de la tradición popular comienza a disolverse, la naturaleza se desacraliza y la persona se separa del cosmos, de los otros e incluso de sí mismo.
    El cuerpo de la ciencia es acósmico e incorpóreo, destierra el anudamiento con el mundo, donde la percepción se ha convertido en una amalgama de elementos físicos-sicológicos, la información que se obtiene es el producto de contemplar al mundo frente al sujeto, incluso la corporalidad del científico es irrelevante para la ciencia. En esta distancia que se establece con el cuerpo, el contacto se destierra de la vida social, se ha convertido en una fobia.
    El ser humano pasa a ser una mera exploración científica externa en el cuerpo del otro, no en el propio cuerpo porque como he mencionado éste es un elemento externo. Pero la ciencia no lo explica todo, la concepción del ser humano-máquina deja fuera de su visión aspectos ontológicos, la persona máquina pasa a poseer una dimensión material (el cuerpo) de la que trata la mecánica, y otra parte inmaterial (la mente), un cuerpo así carece de significado.
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En las sociedades occidentales contemporáneas se representa el cuerpo a través del modelo biomédico. Un saber respaldado por el Estado, que se enseña en las universidades pero apenas es compartido por los ciudadanos y ciudadanas de a pie. Este conocimiento que el sujeto tiene de su cuerpo es confuso y superficial, rara es la persona que comprende los principios fisiológicos que regulan el funcionamiento orgánico y realiza una descripción anatómica correcta.4 Este tipo de saber considera al cuerpo como algo distinto del ser humano, mientras en el saber popular el cuerpo se entrelaza con el mundo formando una red simbólica con su entorno, donde las explicaciones a las enfermedades son múltiples, las personas enferman porque se produce una ruptura en la relación armónica de su cuerpo y del entorno. Por desgracia este tipo de saber, aunque no ha desaparecido totalmente, se encuentra fragmentado en las sociedades occidentales contemporáneas. El curandero alivia el mal con sus palabras y sus gestos, estos sanadores saben hacer porque han adquirido las habilidades y conocimientos de otro curandero más antiguo o por un don personal, pero no le hace falta el saber anatomo-fisiológico del cuerpo, porque los curanderos no trabajan con las funciones de los órganos, sino con la eficacia simbólica donde la fe es el núcleo central. Por esta misma lógica, vemos en los hospitales o en las cabeceras de las camas de los enfermos que se encuentran en sus casas las estampas, figuras de los santos y las visitas a los lugares santos de peregrinación. En la sabiduría popular, el cuerpo no está separado del sujeto y no encuentra los limites en la piel, en el concepto del cuerpo se integra todo lo relacionado con la identidad social del mismo, como su familia, sus bienes, prácticas que mantienen el vínculo sujeto-medio. El sujeto es despojado de este vínculo al aproximarse al cuerpo desde una concepción mecanicista, el saber científico hace del cuerpo una entidad plana donde la dimensión simbólica se aniquila.6 Como consecuencia de este cuerpo plano, el ser humano entra en una especie de desencanto existencial, que genera la búsqueda, consciente o no, de una nueva simbología, una burda caricatura de lo que fue y no puede ser, se producen una series de representaciones del cuerpo apartadas del sentido original, utilizadas como meras estrategias de carácter técnico. El saber anatomo-fisiológico combinado con las creencias (energías, astros...) generan una multiplicidad, en las sociedades occidentales contemporáneas, de representaciones del cuerpo que conforman una visión personal, piezas de un rompecabezas que se arman con los saberes prestados, sin preocuparse por las contradicciones que producen la heterogeneidad de los conocimientos adquiridos. Así ocurre cuando una persona enferma acude al médico, un profesional que con su saber alopático prima la atención del órgano que funciona mal, si la enferma no encuentra alivio, puede acudir a otros profesionales que actúan en las llamadas medicinas alternativas o blandas (homeopatía, acupuntura...), en busca de la eficacia terapéutica. La persona no se para a pensar que pasa de una visión a otra totalmente distinta del cuerpo, estableciendo una discontinuidad en las formas de concebirlo, los saberes se superponen como estratos geológicos y los sujetos no se encuentran molestos en la utilización de varios tipos de cura si con ello obtienen la eficacia esperada para su enfermedad. La relación terapéutica se construye no sólo con un saber, también precisa de un saber-hacer y de un saber-ser, donde tan importantes son los métodos utilizados como las cualidades humanas del sanador (p.e. la intuición) en palabras de Le Breton,4 la persona confecciona un traje de arlequín, cuya tela tiene una composición de conocimientos abstractos, imprecisiones, que aporta sombras en el imaginario del cuerpo. El saber sobre el cuerpo, conjuga una mezcla de modelos más o menos asimilados que, producen imágenes esquizofrénicas del cuerpo confeccionado con retazos de telas multicolores, que distorsiona su imagen, lo que incita al sujeto a la búsqueda del cuerpo perdido, que no es otra cosa, según Le Breton, que la comunidad perdida.
    El cuerpo se ha convertido en una especie de pizarra en la que reflejamos un sentimiento de identidad variable, una prótesis de uno mismo, se es lo que se muestra y se aniquila todo lo interior. Cambiando el cuerpo, la persona quiere cambiar su vida y su identidad. Los valores de la modernidad son los de un cuerpo joven, sano, esbelto e higiénico; aspectos que trabajan los publicistas y crean una imagen fantasma del cuerpo cotidiano, sólo visible en revistas y películas donde se exponen cuerpos lisos y puros. Pero el ser humano, es una creación del sentido que posee un cuerpo poroso, impregnado de la palabra colectiva con una acción simbólica, y no una máquina biológica que aniquila el sentido de lo humano. Todos estos aspectos conforman una antropología del cuerpo, como señala Mari Luz Esteba
7 que debe tener en cuenta, los discursos y las prácticas de las experiencias reflexivas de los actores sociales, dentro del marco social-cultural en los que viven y se relacionan.

Bibliografía

1. Turner BS. Avances recientes en la Teoría del cuerpo. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 1994; 68: 11-39.
2. Marcel G. Ser y Tener. Madrid: Caparros, 1996; 153.
3. Alvira R. La razón de ser hombre. Ensayo acerca de la justificación del ser humano. Madrid: Rialp, 1998; 32.
4. Le Breton D. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión, 2002.
5. Arregui JV. La concepción cartesiana de la corporalidad: el dualismo, el psicologismo y el mecanicismo modernos. Documento del doctorado: La Construcción Social del Cuerpo. Políticas, Imágenes e Identidades Corporales en las Sociedades Contemporáneas; Murcia; Universidad San Antonio, 2005; Inédito.
6. Fernández-Rufete J. Los dominios de la corporalidad (del dolor y el sufrimiento) en las sociedades contemporáneas. Una perspectiva desde la Antropología. Documento del doctorado: La construcción social del cuerpo. Políticas, imágenes e identidades corporales en las sociedades contemporáneas; Murcia; Universidad San Antonio, 2005; Inédito.
7. Esteban ML. Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y cambio. Barcelona: Bellaterra, 2004; 26-27.

 

 

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