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La sexualidad anciana, del mito a la comprensión

Rafael Montoya Juárez
Enfermero, Centro Gerontológico San Cristóbal, Las Gabias, Granada, España

Index de Enfermería [Index Enferm] 2004; 46:70-71

 

 

 

 

 

 

 

Cómo citar este documento

 

 

Montoya Juárez R. La sexualidad anciana, del mito a la comprensión. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2004; 46. Disponible en <https://www.index-f.com/index-enfermeria/46revista/46_articulo_70-71.php> Consultado el

 

 

 

Sr. Director: Existen alrededor del campo de la gerontología muchos mitos que poco a poco debemos desterrar. Uno de ellos es la sexualidad en la vejez. Me gustaría poder hablar hoy con franqueza de este tema, aunque me resulta sinceramente muy difícil, ya que es un tema tan inmerso en la marginalidad y tan oculto, que las informaciones que disponemos sobre él son confusas y, en ocasiones, contradictorias. La inquietud sobre este tema me asaltó cuando conocí la noticia de que dos personas mayores de la residencia en donde yo trabajo, tras una breve relación, deseaban contraer matrimonio. La celebración de la boda iba a ser llevada a cabo dentro de la intimidad que ofrece una residencia de ancianos de aproximadamente 95 residentes, e iba a ser oficiada por un sacerdote del pueblo. El matrimonio civil suponía para los contrayentes más inconvenientes que ventajas, por lo que únicamente se celebraría la ceremonia religiosa.

Las reacciones que se sucedieron entre el personal de la residencia en los últimos días han sido de lo más elocuentes. Tras la reacción inicial de emoción y ternura, el sentimiento que más predomina entre los profesionales es el de pesimismo. La impresión que tengo es que parece que todos nosotros nos hemos erigido como jueces y árbitros en su relación. Lo cual, de entrada constituye una soberana injusticia, ya que no somos dueños de la vida de las personas que cuidamos. Cosa que, por otro lado, se nos olvida en ocasiones a los sanitarios.

Las críticas que proliferan en el ámbito laboral están dirigidas sobre todo a él, ya que es 10 años menor que ella. Pero en realidad lo que existe, a mi entender, es una incomprensión derivada del etnocentrismo en el más amplio sentido del término. Es decir, asociamos ciertos comportamientos a la etapa vital de la juventud, y cuando éstos se presentan a edades tan avanzadas nos parece que su actitud es desproporcionada al sentimiento que la provoca, y que dicho comportamiento es fingido para atraer la atención sobre ellos. Bien es cierto que la vejez, dicen los psicólogos, es una etapa caracterizada por la moderación de la afectividad brusca, pero esto no es razón para obviar que los mayores tienen la misma capacidad de sentir que el resto de las personas, sea cual sea su edad. Lo que ocurre es que en la persona mayor, siempre que no existan trastornos ansiosos o depresivos, las emociones se transforman en estados de ánimo más o menos estables.

Pero volviendo al caso que nos ocupa, podemos decir que, en lo que respecta a su relación puramente afectiva existe una aprobación más o menos consensuada de forma implícita por parte de todo el personal. Pero una relación afectiva debe de ser complementada con una relación sexual que es en este caso el centro de la controversia. Por sexualidad podemos entender aquella faceta de la personalidad que describe las creencias, actitudes y sentimientos que tenemos acerca de la relación sexual, y que se deben traducir en un comportamiento sexual. Todos los seres humanos somos sexuados, es decir, nos posicionamos en el mundo como hombre o como mujer, y jugamos los roles que dichas posiciones tienen asignadas. Si entendemos que es precisamente en la vejez donde hay una mayor diferenciación de la personalidad (porque las experiencias vividas son cada vez mayores) debería de ser en la vejez donde hubiera un mayor desarrollo de la sexualidad. En cambio los hechos que llegamos a vislumbrar (que no debemos olvidar son pocos y contradictorios) sirven para que construyamos algunos mitos sobre la sexualidad anciana. Algunos de los más comunes son los siguientes:

-La sexualidad en las personas mayores no existe. La creencia en este mito explica algunas actitudes y comportamientos de negación como el hecho de no dar la posibilidad de compartir cama (una cama de matrimonio). La falta de discreción a la hora de entrar en una habitación o interrumpir una conversación, puede contribuir a la percepción lógica de que no es posible cierta intimidad, sobre todo en residencias de ancianos.    

-El mito del "viejo verde". Dicha imagen se construye principalmente sobre el varón, y sigue la premisa de que la persona mayor "necesita" la misma frecuencia de encuentro sexual que una persona joven, pero debido a un descenso de su funcionalidad o de las posibilidades de relacionarse, debe buscar la satisfacción de sus impulsos sexuales por otras vías.

-Por último, aunque no menos importante, es percibir la sexualidad anciana como algo vergonzoso o incluso degradante. La construcción de este mito está muy relacionada con la imagen del acto sexual o de la sexualidad inculcada por los medios de comunicación. Aunque también debemos decir que este mito está favorecido por la opinión de ciertas personas mayores, que no debemos olvidar han vivido en un momento histórico distinto al nuestro. Estos mitos no tienen por qué funcionar separadamente, al contrario, lo común es que apliquemos estas tres imágenes deformadas a la vez.  

Resumiendo, debemos dejar a un lado aquellos enfoques simplistas que nos muestran la vejez como un ciclo vital asexuado o con una sexualidad deformada. Existen tantas creencias y tantos comportamientos sexuales como individuos y resultaría muy poco sensato, además de erróneo, asociar ciertas conductas a determinados grupos de edad.

El objetivo que debemos tener los enfermeros que nos dedicamos a la gerontología es proporcionar todos aquellos recursos que estén a nuestro alcance para conseguir que la persona mayor desarrolle sus capacidades al máximo y cubra en lo que pueda todas sus necesidades. La sexualidad es una parte muy importante de la vida del sujeto, por lo que no debemos desvincularla del resto de su personalidad. En el caso que nos ocupa, estas dos personas han decidido contraer matrimonio, no como un medio de sostenerse económicamente, sino como una decisión firme a legitimar su relación afectiva y sexual. Espero sinceramente que solventen los problemas familiares, estructurales y biológicos que actualmente tienen y consigan consumar su relación. Por ahora, los profesionales de la residencia en la que trabajo, que en ocasiones ejercemos de amigos, sopesamos la posibilidad de comprarles una cama de matrimonio.

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