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¿Por qué tengo que estar sola?

Esther Nieto Cantero
Estudiante de Enfermería. Escuela Universitaria de Enfermería de Jaén, España

Index de Enfermería [Index Enferm] 2003; 43:70-71

 

 

 

 

 

 

 

Cómo citar este documento

 

 

Nieto Cantero E. ¿Por qué tengo que estar sola? Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 2003; 43. Disponible en: </index-enfermeria/43revista/43_articulo_70-71.php> Consultado el

 

 

 

Sr. Director: El lugar desde el que se mira y se interpreta la realidad varía dependiendo de la posición que adoptan los actores sociales. Así, no es lo mismo ser una estudiante de enfermería que visitar el hospital como familiar de una persona ingresada en él. Una misma persona, yo misma, he podido apreciar este efecto en mis propias carnes y, por ello, quiero transmitir la reflexión, basada en una experiencia cotidiana, de este fenómeno, sorprendente a la vez que enriquecedor.

Mi experiencia es la siguiente. Soy estudiante de enfermería pero hace unos días estuve en el Centro Maternal de Jaén visitando a un familiar que ingresó para dar a luz. Su estancia fue de cuatro días. A pesar de haber estado haciendo prácticas en este Centro me llamó la atención, ahora vivida en primera persona, que durante las horas nocturnas y tras el parto se le prohibiera la entrada de un acompañante, en el caso que me ocupa, el marido.

Durante los dos días anteriores al momento del parto no hubo problemas para que el marido o algún familiar acompañaran a la mujer durante la noche. Sin embargo, una vez que la mujer dio a luz, esa misma noche su marido quiso acompañarla, pero el personal sanitario que en ese momento se encontraba en turno de noche le informó que no era posible ya que de acuerdo con las normas establecidas en las plantas de maternidad, no se permitía la permanencia del acompañante durante la noche. Como puede imaginarse esta norma no la encontramos razonable puesto que no podíamos entender que el parto marcara la diferencia entre el poder estar y el no poder estar.

Comprendo que las mujeres ingresadas en la planta se encuentran perfectamente asistidas por el personal sanitario, pero también pienso que los profesionales de salud no pueden satisfacer o cubrir ciertas necesidades emocionales, personales e íntimas propias de la relación familiar, tan necesaria en estos momentos. No es comparable el cariño, el afecto o el amor y la seguridad que el marido y la familia le pueden ofrecer al bebé y a la mujer, que el prestado por dicho personal.

Al vivir en primera persona esta experiencia me he parado a escuchar las palabras de los otros, las "quejas" de los que como en mi caso, viven durante unos días en el hospital sometidos a unas normas demasiado estrictas. Es fácil escuchar decir a las mujeres que no están de acuerdo con la salida y la ausencia obligada e impuesta del marido o de un familiar. Se quejan y comentan entre ellas por qué no puede estar presente su marido por la noche junto a ellas. Es el único momento familiar de recogimiento tras las visitas de la tarde y la parafernalia de la actividad sanitaria de la mañana. Y negar la posibilidad de estar juntos cuando es deseado por la pareja es una actitud de imposición que no encuentro razonable. Ante esta situación mis familiares me preguntaban si yo sabía por qué una persona que está enferma y se encuentra ingresada en cualquier planta de este hospital puede estar acompañada por un familiar durante la noche, y no así la mujer que acaba de parir, ¿es acaso un delito parir?, ¿son estas personas más privilegiadas que las mujeres que acaban de parir?. Yo no sabía qué contestar. Los argumentos que había usado en mis prácticas con los pacientes me parecían vacíos, desde luego no me servían para mi familia.

Los profesionales argumentan que esta medida se toma para guardar la intimidad de la otra mujer que hay en la habitación (es cierto que las habitaciones son dobles), porque la mujer necesita descansar y cualquier visita es un trastorno, o que el acompañante es inútil porque se queda dormido. Esto es lo que dicen.

Pienso que las normas establecidas, no sólo deben de ir dirigidas a mejorar la gestión de un centro, sino en conjunto con las personas para las cuales se crea dicho centro. El personal sanitario satisface las necesidades de una persona pero creo que no se debe despreciar al cuidador familiar, que conoce más personalmente las necesidades de su compañera o, al menos, puede brindar algo esencial, tan importante cuando menos que los cuidados profesionales, su presencia y compañía.

Las normas son necesarias pero antes que ellas están las personas. Esta experiencia me ha abierto los ojos un poco, hay que mirar desde más perspectivas que la del profesional dogmático. 

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