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Una calle de Barranquilla. Grabado de Riou, 1877

 

La Participación en Salud

Manuel Amezcua
Enfermero comunitario, Supervisor de la Unidad de Ginecología y Obstetricia, Hospital Universitario San Cecilio, Granada

Index de Enfermería [Index Enferm] 1999; 26: 7-8

 

 

 

 

 

 

 

Cómo citar este documento

 

 

Amezcua M. La Participación en Salud. Index de Enfermería [Index Enferm] (edición digital) 1999; 26. Disponible en <https://www.index-f.com/index-enfermeria/26revista/26_articulo_7-8.php> Consultado el

 

 

 

 

 

 

 

 

     Uno de los postulados que se enarbolaron como bandera en la reforma sanitaria de los años 80 en España fue el de la necesidad de fomentar la participación de la comunidad y sus diferentes grupos, tanto en la detección de necesidades de salud como en la puesta en marcha de las acciones para prevenirla y fomentarla1. La Participación Comunitaria se convirtió así en una de las modalidades que habría de identificar la Atención Primaria de Salud, y también en instrumento de cierre profesional para las versiones renovadas de las profesiones adscritas a este nivel de atención: médicos de familia, enfermeras comunitarias y trabajadores sociales2. En lo que respecta a las enfermeras, se normalizó como una modalidad definitoria del nuevo quehacer profesional3, que habría de servir para garantizar que las acciones en salud estaban revestidas de los mismos tintes de participación que algunas de las corrientes latinoamericanas de las que la reforma sanitaria, especialmente en Andalucía, se dejaba influir.
     Cuando han pasado dos décadas de la fiebre reformadora, muchos de los ideales que sustentaron la Atención Primaria han caído, y con ellos la oportunidad de que los ciudadanos tomen parte en las cosas que les tocan respecto a su salud y del sistema sanitario que ellos costean. La Participación Comunitaria ha  sido elevada, junto otros valores como la equidad, la solidaridad o la igualdad de oportunidades, al paraíso de los ideales que nunca pudieron ser y que sólo sirven para sustentar débilmente la mitología de la Atención Primaria.
     Parece obligado preguntarse porqué han sucumbido la mayoría de los intentos de participación de los ciudadanos en el sistema sanitario (por ejemplo los "consejos de salud"). Y casi seguro que tras el aparente fracaso se esconde una diferencia de expectativas entre quienes proveen los servicios sanitarios y quienes los reciben. O la falta de costumbre que tenemos los profesionales de escuchar lo que los ciudadanos piensan y sienten sobre su salud. O la manía de los que gestionan de querer adaptar las necesidades de salud de la ciudadanía a su disponibilidad de recursos y no al revés. O a la falta de conciencia de grupo que caracteriza a la Europa mediterránea. O vaya usted a saber a qué otros factores les podemos echar la culpa.
     Aunque quizá sea más constructivo retornar a los orígenes, desviar la mirada hacia aquellas realidades que en los años ochenta consiguieron impregnar a este trocito de Europa con alientos reformadores basados en la participación. Pero para ello habrá que hacer un ejercicio de extrema humildad, pues es necesario aceptar que también nos pueden enseñar muchas de las realidades consideradas tradicionalmente poco desarrolladas tecnológicamente.
     Y es que para entender lo que es la participación social, además de adornarse de una cierta ideología (la que cree en las causas populares, en la ciencia comprometida) necesariamente hay que situarse en la América Latina de los años sesenta y setenta, cuando importantes acontecimientos políticos (revolución cubana, el 68, la revolución sandinista, la vida muerte de Camilo Torres o el Che Guevara) coinciden con un amplio movimiento entre los investigadores sociales de reacción ante lo que ellos consideraban un abusivo e ineficaz predominio del positivismo, originando posiciones alternativas de mayor compromiso social que buscan la transformación a través de una estrategia común basada en la participación:  la teoría de la dependencia de Cardoso y otros, la sociología de la explotación de González Casanova, la pedagogía del oprimido de Freire
4.
     Más tardíamente, también en Europa se alzan algunas voces sobre la utilización instrumental que los científicos hacen de la investigación para justificar la implantación de instituciones para el control social, entre ellas, las sanitarias, que han sido interpretadas por algunos como un instrumento de poder para el mantenimiento de la estructura social y las relaciones de dominación
5.
     En este contexto nace en la década de los setenta la estrategia metodológica denominada por el sociólogo colombiano Fals Borda la investigación-acción
4, y más tarde investigación-acción participativa o simplemente investigación participativa, que centra el debate en tres cuestiones fundamentales: la acción transformadora, la producción de conocimientos y la participación6.
     La Investigación Participativa tiene un alto componente revolucionario tanto en su concepción como en su manifestación práctica, ya que aboga por una producción de conocimientos colectiva, centrada en las vivencias y necesidades de los grupos menos favorecidos socialmente y en una acción participativa dirigida hacia soluciones concretas. Ya no se parte de una distinción entre el conocimiento científico y el saber popular, concebido éste  de manera restringida como una suma de conocimientos de carácter folclórico tan pintorescos como trasnochados. Ahora se habla de una ciencia popular como aquella depositaria del conocimiento empírico, práctico, basado en el sentido común, que ha sido patrimonio exclusivo de las bases populares y que les ha permitido crear, trabajar e interpretar su realidad6, y en resumidas cuentas vivir en la diversidad cultural y sobrevivir a los intentos homogeneizantes de la ciencia.
     La metodología basada en la participación supone un cambio de paradigma (del positivismo más seco a la fenomenología) y por tanto supone también un cambio de planteamiento del investigador, en cuyo proceso metodológico tiene que atravesar las cuatro etapas identificadas por De Schutter: la aproximación al grupo y la inserción del investigador en la situación dada, el momento de observación y recolección de datos, la investigación y organización de los datos, y la comunicación de los resultados en el grupo o comunidad para su análisis y discusión
7. El contradiscurso al que alude Fals Borda se caracteriza por dos componentes básicos: el replanteamiento de la relación tradicional sujeto-objeto por la de sujeto-sujeto y el reconocimiento de la investigación popular como proceso de producción de conocimientos tan válido como el académico aunque con diferentes criterios de operación y legitimación6.
     La investigación participativa ha tenido su principal aplicación en el campo de la pedagogía, y más concretamente en la educación de adultos. Se ha utilizado con poblaciones indígenas, con inmigrantes, son sectores marginados suburbanos. En el terreno de la salud pueden considerarse emblemáticos los trabajos realizados en México y Guatemala por Hernández Landa en programas de Atención Primaria
8 o por Herrera-Lobo Guerrero en la promoción de la salud entre poblaciones indígenas de los Llanos colombianos9.
     La pregunta obligada es si también es posible la utilización de la metodología participativa en sociedades complejas como la nuestra, caracterizadas por una considerable pérdida del saber popular y una consentida delegación de la responsabilidad del cuidado en las estructuras sanitarias y en profesionales especializados. Mi posicionamiento personal es que sí, que con mayor motivo debiera resurgir un nuevo movimiento participativo que contribuyera a restaurar los saberes tradicionales y los derechos de los ciudadanos sobre su salud, aunque soy consciente que con ello me estoy abonando a una nueva utopía difícil de entender en los tiempos que corren. No obstante y con el objeto de promover el debate sobre un asunto tan serio, la Fundación Index convocó a principios de año a diversos especialistas para reiniciar el debate de la participación en salud, pero esta vez desde la perspectiva de esos analistas críticos de la realidad que son los investigadores. Este monográfico contiene una síntesis de los contenidos, que esperamos resulte clarificadora y a la vez alentadora para esa nueva ciencia que pretendemos hacer emerger a partir de la integración de saberes desde  la diversidad.

Bibliografía

1. Los objetivos de salud para todos. Objetivos de la Estrategia Regional   Europea de la Salud para Todos. Madrid: Ministerio de Sanidad y Consumo,  1986.
2. Martín Zurro A. Profesionales para la salud: nuevos roles. Tendencias actuales. I Jornadas de Salud Pública y Administración Sanitaria. Granada: EASP, 1986.
3. Circular 18/86, de la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía, sobre organización y funcionamiento del personal de enfermería en los Centros de Atención Primaria.
4. Fals Borda O. Investigación Participativa. Montevideo: Banda Oriental, 1987.
5. De Miguel JM. El futuro de las profesiones sanitarias. Jano, 1990;  38(909):55.
6. Gabarrón LR, Hernández Landa L. Investigación participativa. Madrid: CIS, cuadernos metodológicos, 10; 1994.
7. De Schutter A. Investigación participativa: una opción metodológica para la educación de adultos. Pátzcuaro, Michoacán: CREFAL, 1986.
8. Hernández Landa L. Metodología Participativa. Talleres para la  Planificación y Evaluación. Guatemala: PAMI, 1998.
9. Herrera X, Lobo-Guerrero M. Promoción de la salud desde la comunidad. Bogotá: Etnollano, IDRC-CIID, COAMA, 1998.
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