Evaluación de la calidad de las evidencias científicas   

    Cómo citar este documento: Gálvez Toro, A. Enfermería Basada en la Evidencia. Cómo incorporar la investigación a la práctica de los cuidados. Fundación Index: Granada. 2007.

    El grado de evidencia científica de los estudios de investigación se valora mediante escalas que permiten clasificarlos de manera jerárquica según el rigor del diseño. Las recomendaciones para la práctica realizadas a partir de estos estudios, dependen de su metodología, del rigor científico. Este a su vez se asocia a la asignación aleatoria de los grupos control y experimental, a la existencia de un grupo control concurrente en el tiempo, al sentido prospectivo del estudio, al enmascaramiento de participantes e investigadores y al tamaño de muestra, suficientemente grande para detectar diferencias significativas1,2.

Relación entre la calidad de la investigación y la idoneidad de las recomendaciones1,2

Grado de recomendación

Nivel de calidad de la evidencia

A: Existe adecuada (good) evidencia científica para recomendar la adopción de la tecnología.

I, II.1

B: Existe una evidencia científica aceptable (fair) para considerar su uso.

II.1, II.2

C: Existe una insuficiente evidencia científica para considerar el uso de la tecnología, debería hacerse a partir de otros argumentos o criterios.

II.3, III

D: Existe una aceptable evidencia para recomendar la no adopción de la tecnología.

II.1, II.2 

E: Existe una buena evidencia para excluir su uso.

I, II.1

I: Hay insuficientes evidencias (en cantidad y calidad) para hacer una recomendación; sin embargo, otros factores podrían influir en la decisión

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    El antecedente mas destacable en la jerarquización de la calidad metodológica de los estudios clínicos tiene su origen en 1976 en Canadá. El Ministerio de Sanidad y Consumo formó una comisión de clínicos, epidemiólogos e investigadores sanitarios destinada a analizar una serie de intervenciones sanitarias para valorar su uso en la población. Tras dos años de trabajo desarrollaron una metodología capaz de valorar la calidad y efectividad de intervenciones publicadas en la bibliografía7. En 1979 la Canadian Task Force on the Periodic Health Examination y posteriormente la U.S Preventive Services Task Force5 publicaron este sistema de evaluación de la calidad de la evidencia científica. Definieron tres niveles de calidad, que ordenaron de mayor a menor evidencia1,3:

    Al mismo tiempo, la comisión canadiense clasificó las recomendaciones basadas en la revisión bibliográfica dependiendo de la calidad de las pruebas halladas, de su grado de evidencia1,2, y las ordenó según fueran mejores o peores:

    Normalmente una recomendación A se basa en un nivel de evidencia I, o II.1 si su significado en cuanto a morbimortalidad es claro y elevado. Las recomendaciones B se obtienen de niveles de calidad II.1 y II.2; las recomendaciones C de niveles II.2 y II.3; las recomendaciones D, o cierta evidencia para no recomendar la tecnología, de los niveles II.1 y II.2; y las recomendaciones E, adecuada evidencia para no recomendar la intervención, de niveles de calidad I y II.1, ya que es necesario tener la certeza de que su uso no es beneficioso. La relación entre el tipo de recomendación y el nivel de evidencia las recogemos en la tabla adjunta.

    Realizar una recomendación A para la aplicación de una tecnología o intervención es difícil, sobre todo porque no es posible identificar estudios con unos niveles de calidad altos que puedan sustentarla. La realidad nos demuestra que la mayoría de las recomendaciones que tenemos disponibles hoy día son C, pero esto no debe llevarnos al desaliento sino a continuar la búsqueda de mejores evidencias3.

Bibliografía