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Enfermer�a Comunitaria (revista digital) ISSN: 1699-0641

 

 

EDITORIAL

 

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Sobre lo tuyo, lo mío y lo de ellos: el mercado de las competencias

Enrique Oltra Rodríguez
Máster en Ciencias de la Enfermería. Enfermero de atención primaria de Asturias. Presidente de la Comisión Nacional de Enfermería Familiar y Comunitaria, Asturias, España

Enferm Comun 2009; 5(1)

 

 

 

Cómo citar este documento

Oltra Rodríguez, Enrique. Sobre lo tuyo, lo mío y lo de ellos: el mercado de las competencias. Enfermería Comunitaria (rev. digital) 2009, 5(1). Disponible en <https://www.index-f.com/comunitaria/v5n1/ec0151.php> Consultado el

 

    ¿Qué es lo mío y qué es lo tuyo?, cuando se debate esta cuestión entre profesiones o incluso entre especialidades estamos demarcando un territorio, un territorio al que tratamos de adjudicar una propiedad, la nuestra. La perspectiva, en general bastante dicotómica y obtusa de estos planteamientos, cambia cuando la extraemos del contexto corporativo e introducimos un tercer elemento "lo de ellos", siendo ellos el objeto de nuestras atenciones y cuidados: los ciudadanos, sus intereses, sus necesidades y sus recursos.

El problema de la delimitación competencial surge siempre entre colectivos dedicados a un mismo área de actuación aunque sea desde distintos enfoques o paradigmas, más cuanto más limítrofes sean sus campos. Pocas disciplinas relacionadas con la salud tienen tantas fronteras como la enfermería y dentro de esta muy especialmente la enfermería familiar y comunitaria puesto que trabaja holísticamente desde todas las perspectivas, junto a todas las personas, en todas sus etapas y allí donde principalmente desarrollan su vida y sus relaciones, es decir en el grupo familiar y en la comunidad.

Quienes tenemos la fortuna de peinar canas y de haber evolucionado paralelamente al desarrollo de la atención primaria en España desde los principios, en los ilusionantes años ochenta, hemos visto desfilar ante nuestros ojos un sinfín de acusaciones por entrometernos o incluso "intrusionarnos" (permítaseme el incorrecto palabro) en múltiples jardines pretendidamente ajenos.

Recordemos los principios en los que epidemiólogos y expertos en salud pública pusieron muy en duda que las enfermeras de los centros de salud fuesen competentes para llevar los programas vacunales que previamente se hacían en las "delegaciones de sanidad" u otros dispositivos específicos. Vinieron luego los ginecólogos a decir que la toma de muestras para citología cervical era de su exclusividad. Las uñas de los pies también son recurrentemente campo de batalla competencial con los podólogos que no admiten que siendo distintas en cuanto a funcionalidad, son iguales anatómica y fisiológicamente que las de las manos. Cuando no hubo o sigue sin haber matronas disponibles o accesibles, las enfermeras de familia son las que ofrecen ciertos cuidados, apoyos y consejos a las mujeres embarazadas, pero si hay matronas aquellas pierden radicalmente sus competencias. Las enfermeras son competentes para suturar y realizar técnicas de cirugía menor solo si al médico, aunque sea un residente, no le apetece o no sabe hacerlo. La prescripción es ferozmente defendida como competencia del médico, aunque toda la vida la hemos realizado también las enfermeras y en la actualidad hasta se nos empieza a dar irremediablemente la razón. Queda por ver qué ocurre con las nuevas especialidades de enfermería y así nos podríamos seguir extendiendo hasta el agotamiento, pero... ¡aquí seguimos!, proporcionando a la población la atención que precisa y además con altos estándares de calidad.

Y si hablamos de cansancio debemos referirnos al que sienten muchas enfermeras que trabajan en la red de atención primaria, de tanto abrirse camino a base de codos, codos que emplean para el estudio necesario que asegura la calidad de atención, para argumentar y hasta justificar permanente y cansinamente su competencia en determinadas áreas que otros de forma exógena ponen en solfa y también moviéndolos lateralmente, en el sentido figurado, para que no se estreche su espacio.

Si nos vamos al origen histórico de las exclusividades competenciales deberíamos remontarnos allá por los siglos del XVI al XVIII a las organizaciones representantes de los gremios de los oficios de barberos sangradores, cirujanos romances. que era el Protobarberato y de médicos, cirujanos latinos. que era el Protomedicato, entre cuyas funciones estaban el regular las profesiones y defenderlas así como a sus miembros, por ello repartieron y sobre todo anexionaron cuantas competencias fueron capaces, lo que les garantizaba una cuota del mercado y del negocio de la enfermedad, siendo esta es una de las claves de este asunto. Hay que tener en cuenta que excepto en las instituciones religiosas donde se cuidaba por motivaciones caritativas, vocacionales. el resto de personas que ejercían esos oficios lo hacían primeramente para ganarse el sustento y después, si acaso, por otro tipo de motivaciones más altruistas o de servicio.

El protobarberato y el protomedicato también tenían un cierto componente de garantes ante la sociedad de la calidad de las intervenciones de sus miembros, pero esto en menor medida. Cuando se trata de defender los propios intereses, la tentación de expandirlos era casi inevitable y así el Protomedicato por estar mejor posicionado ante las clases dominantes ¡y no por otras razones!, consiguió anexionarse el Protobarberato en 1751 y hacerlo desaparecer definitivamente en 1780. Un ejemplo contundente de resolución de conflicto competencial.

Acercándonos más a nuestros días los distintos colectivos y las organizaciones que los representan siguen tratando de defender y en la medida de lo posible ampliar sus espacios de competencia, es decir, sus mercados, dándole un tinte de modernidad, pseudo-ciencia y legitimidad con el argumento de que tratan de darle "lo mejor" a los usuarios y los defienden de las malas actuaciones de los profesionales y buscan darle "lo mejor". Está por ver qué es "lo mejor" y ante cuantas causas por malapraxis se personan como acusación, cuantos expedientes abren por tal motivo y a cuántos profesionales penalizan por esa falta. En un estado de derecho como el nuestro en el que la justicia ya tiene mecanismos eficaces para defender los derechos de los ciudadanos y en el que el sistema sanitario público es mayoritario, los anteriores argumentos pierden aun más peso.

Este asunto de la lucha por las competencias profesionales nos confronta con dos concepciones de profesión, una la que entiende su ejercicio como un acto de servicio a la sociedad, a sus necesidades, optimizando los recursos disponibles, y otra heredera de la concepción gremial en la que se entiende el desempeño profesional como un mercado en el que hay que sacar rentabilidad, anteponiendo los propios intereses y considerando escasamente los recursos existentes que siempre son limitados tanto los del sistema sanitario como los de los propios individuos.

Actualmente en un mundo que cambia a unas velocidades vertiginosas, las profesiones sanitarias se ven obligadas a evolucionar al mismo ritmo y si bien los marcos disciplinares son una referencia ineludible, se precisa una flexibilidad adaptativa que afecta a las competencias. Así lo ha entendido la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), que deja un margen amplio de zonas no excesivamente acotadas, incluso más allá de las especialidades, también entre las profesiones sanitarias.

Echando una mirada al marco disciplinar es obligatorio analizar los currículums formativos que avalan los títulos universitarios o de especialidades. Nos encontramos con sorpresas como que cuando ciertos sectores defienden visceral y vehemente que la prescripción no es competencia de enfermería, se constata que en los programas formativos de esta disciplina hay el mismo número de créditos de farmacología que en los estudios de odontología y casi los mismos que en medicina.

Las especialidades de enfermería están reguladas por el Real Decreto 450/2005 y en este no se hace mención a que las siete especialidades hagan un reparto excluyente de competencias. Sin duda es necesaria la especialización y muchos hemos clamado y nos hemos comprometido con ella, pero no es menos necesario, para que los profesionales de la salud cumplamos con nuestro cometido, permitir espacios de cierta polivalencia.

Hasta el tribunal supremo ha entendido esta flexibilidad necesaria y ha determinado que la figura de intrusismo, si fuese preciso aplicarla solamente se hará entre titulaciones académicas distintas y las especialidades no lo son. Lo mismo opinan diversas voces expertas en gestión y legislación sanitaria cuando reconocen que si se acotasen muy herméticamente las competencias de las distintas especialidades y profesiones, se generaría confusión e inseguridad jurídica y en el orden práctico supondrían una dificultad añadida para la búsqueda de la eficiencia y para la planificación de recursos humanos sobre todo en momentos de desequilibrio o escasez de profesionales como nos indican los estudios de demografía profesional sanitaria.

Para finalizar e ilustrar el tema, dos ejemplos muy cotidianos:

De quién es competencia el tratamiento de una verruga vulgar o un fibroma péndulo. Un dermatólogo puede hacerlo y un cirujano plástico sin duda también, un cirujano general o pediátrico por qué no, y también un médico de familia o una enfermera familiar y comunitaria. todos podrían ser eficaces, pero ¿serían eficientes?, ¿y si lo hiciese una enfermera generalista?... alguien puede decir: habría que estudiar el caso, su ubicación, antecedentes. por supuesto, pero eso ya no tiene que ver con "lo mío" o "lo tuyo", tiene que ver con las circunstancias y condicionantes de lo "de él", del usuario y de "su" verruga.

Si nuestras madres hubiesen tenido un hijo mal comedor preocupante o patológico, no hubiesen tenido ninguna duda de quién era el profesional competente en exclusiva: un pediatra, eso sí, ¡si lo hubiese accesible! A día de hoy el pediatra por supuesto sigue siendo uno de los referentes posibles, pero también podría abordar el caso a un psicólogo, a un nutricionista, a un pedagogo si la etiología se relacionase con el aprendizaje y un largo etcétera. ¿y por qué no también a una enfermera pediátrica, familiar y comunitaria o de salud mental?, todo dependerá de la naturaleza del problema, de las características y circunstancias de "lo suyo".

En definitiva, debemos ampliar el debate de las competencias más allá de la conquista del mercado, más allá de "lo mío" y "lo tuyo". Hay que pensar en quién "se lo hace bien" "a ellos", al coste económico y social más bajo. Nuestros usuarios y el sistema sanitario para quien trabajamos nos lo están exigiendo ya, o deberían estar haciéndolo.

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